viernes, 19 de abril de 2013

JUAN DE LOS SANTOS ARENA


1
A orillas del Paraná
bajo un frondoso espinillo,
hay un ranchito sencillo
que siempre en silencio está;
ninguno a ocuparlo va,
pues dice la gente buena
que de noche un alma en pena
viene a esa choza vacía
donde en un tiempo vivía
Juan de los Santos Arena.
2
Dicen que al llegar las doce,
cuando las islas dormitan,
entre los ramajes gritan,
aves que nadie conoce;
cuando las flores con goce,
se bañan de luna llena,
surge del juncal serena
sobre un oscuro fogoso
la visión del gaucho hermoso
Juan de los Santos Arena.
3
Sigue al borde la barranca
meditabundo y sombrío,
mientras las ondas del río
juegan con la espuma blanca;
su frente pálida y franca
tiene el velo de una pena;
con timbres extraños suena
su prendaje de oro y plata;
y en las aguas se retrata                           
Juan de los Santos Arena.
4
Pero al dar vuelta el sendero
aparece ante sus ojos
aquella ruina…¡despojos!
de otro tiempo lisonjero
lanza un suspiro ligero                        
su brioso oscuro sofrena,
quita el sombrero con pena
de su frente soñadora
y ocultando el rostro llora,
Juan de los Santos Arena.
5
Echa pié a tierra enseguida
con un afán que desgarra
y descuelga la guitarra
a su espalda suspendida;
con vibración conmovida
ésta en sus manos  resuena,
porque el mal que lo envenena
le causa un dolor tan vivo
que en ella ve un lenitivo
Juan de los Santos Arena.
6
De pronto y sin pausa alguna
brota un concierto de notas
que a soledades ignotas
van vibrando una por una;
luego se nubla la luna
como empañando la escena,
y con  voz de luna, llena
de melodías la noche,
canta ese amargo reproche
Juan de los Santos Arena.
7
“Rancho humilde en que anidé
mis esperanzas tranquilo
tú me brindaste un asilo            
yo con sangre te manché.
Pero no ignoras que fue
muy grande y honda mi pena
que tan horrible condena,
quién sabe si merecía,
con esta eterna agonía
Juan de los Santos Arena.
8
 “Siento en mi pecho un vacío
al verte tan diferente;
ayer florido y luciente,
hoy derrumbado y sombrío
también mi vida en su estío
estuvo de encanto llena,
y hoy una oculta gangrena
sin embargo me devora;
ayer cantaba y hoy llora,      
Juan de los Santos Arena".
9
Más no bien el instrumento
lanza el último sonido
sale del rancho un quejido,
hasta trocarse en lamento;
dicen entonces que el viento
su furia desencadena,
que de pronto llueve y truena
y salpica la resaca
hasta donde se destaca
Juan de los Santos Arena.
10
Los yaguaretés también
entonces braman rabiosos,
 y los yacarés ansiosos
salir del agua se ven;
lo que fue calma recién
la tempestad desordena;
mientras con el alma llena
de un dolor indefinido
queda de todo abstraído
Juan de los Santos Arena. 
11
Hasta que al fin del letargo
parece sacarlo al día,
que distante todavía
se vislumbra sin embargo;
entonces al trote largo
suelta al viento la melena
aterrado por la escena
y como huyendo a sus males
se pierde entre los juncales
Juan de los Santos Arena.
12
Es esta la tradición
de estos sitios entrerrianos
que comentan los paisanos
llenos de superstición.
Y cuando las doce son
cualesquier rumor que suena
en esas islas los llena
de un miedo desconocido,
y se dicen al oído
¡Juan de los Santos Arena!

Versos de JULIÁN de CHARRAS

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