Trescientos
rudos jinetes,
flor de
gauchos de frontera,
boleadores
de los pagos
de Junín y
Cruz de Guerra,
mandados
por Pablo Vargas
que por las
propias campea,
van cruzando
por los campos
en la alta
noche serena,
acalladas
las coscojas,
maneadas
las espuelas
y trabados
los cencerros
de las
yeguas madrineras.
Miran la
pampa dormida
impasibles
las estrellas
y el viento
en los pajonales
canta su
canción eterna.
Y siguen
tras Pablo Vargas
que por
instinto rumbea.
Sin un
rozar que los marque…
Sin un
rumor que los venda…
al tranco
de sus caballos
y al fulgor
de las estrellas,
¡trescientos
rudos jinetes
flor de
gauchos de frontera!
Cuando surge
el sol, que tras
su indecisa
luz primera
se derrama
rutilante
por las
llanuras desiertas,
Pablo
Vargas y sus hombres
al galope
se dispersan
buscando
del enemigo
rastros,
señales o huellas…
En
deshilada se extienden
o se abren
en amplia rueda
o se
agrupan o desbandan
se
aproximan o se alejan;
inquieren
polvos y vientos
y hasta las
aves que vuelan,
¡enloquecida
perrada
husmeando
la pista fresca!
Y al dar
con la rastrillada
-que tierra
adentro se interna
marcando
los pastizales
y los
vientos y la tierra-
arrollan
con sus silbidos
a las
tropillas dispersas,
ansiosos
por ensillar
sus
caballos de pelea.
¡Ya las
manos afanosas
los paran y
los enfrenan!
Y ya ciñen
los colmillos
el correón
de la encimera,
y ya las
lanzas empuñan
y ya el
corazón aprestan.
(¡Los
caballos alerteando
hacia el Desierto
orejean!)
Y después
de persignarse
como
cristianos de veras
-embravecida
perrada
oliendo la
pista fresca-
trescientos
rudos jinetes
a tierra de
infieles entran
al galope
redoblante
de sus
potros de pelea.
(En la
punta Pablo Vargas
pelo a pelo
y rienda suelta
lanza de
seis pasadores
y pistola
de dos cebas).
Van cantando
los cencerros
de las
yeguas madrineras
entre rodar
de coscojas
y vaivén de
pontezuelas.
Requintados
los chambergos
por la
brisa mañanera
que alarga
con sus caricias
crines,
ponchos y melenas…
Joyantes de
platería
crujientes
las estriberas,
brillantes
al sol las lanzas
resonantes
las espuelas…
Así por la
rastrillada
-bajo el
cielo azul turquesa
donde nubes
blancas ponen
sus
candores de azucena-,
allá van
con Pablo Vargas
que por las
propia campea,
¡trescientos
rudos jinetes
flor de
gauchos de frontera!
Versos de Federico
A. Gutiérrez
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