viernes, 30 de marzo de 2018

LA ORACIÓN


Llega la gaucha Oración
que, cual antigua divisa,
ciñe la cinta rojiza
del poniente, en su crespón.
Y al ir cerrando el telón
por su grandeza rendida
queda la pampa dormida,
mientras que el cielo se enluta,
y en esa calma absoluta
también es sueño la vida.

Desde distante potrero
quiebra el silencio un balido,
un canto, como perdido,
sigue el rumbo carretero.
Brilla distante un lucero
como una lágrima pura,
vuelca el zorzal la dulzura
de su nostalgia infinita,
y una triste vidalita
llora a flor de la llanura.

Suave la brisa parece
cálido y hondo suspiro,
de quien, en triste retiro,
penas de ausencia padece.
El trebolar extremece
su florida cabellera,
y esa fragancia campera
tan propia del suelo mío;
se alza, embriagando el vacío
mientras reza una tapera.

Luego en distante fogón,
se hace el candil una estrella,
y más distante en la huella
se oye apenas la canción.
Muere la gaucha Oración,
cierra la noche su abrazo,
y en su materno regazo
con la señal de la cruz;
recoge el beso de luz
que aún quedaba en el ocaso.

Versos de Pedro Boloqui

lunes, 26 de marzo de 2018

IMAGEN GAUCHA


Soy un soplo del pampero
que corre cruzando el llano,
soy un alma de paisano
y un cantar de jilguero,
soy verso que en los senderos
hermosos de mi nación
le da pujanza a un facón
que sediento se levanta
y que en cada paso planta
su glorioso pabellón.

Soy un chingolo perdido
de la pampa, en la extensión,
y hallar quiere un corazón
para quedarse dormido,
soy un estilo sentido
vibrando bajo un alero,
al cual lo sigue un “te quiero”
de unos labios temblorosos
que se entregan primorosos
a su dueño verdadero.

Yo soy el sauce llorón
mirándose en un arroyo,
y soy del humilde criollo
su querido diapasón,
donde arranca una canción
que a su pampa le dedica,
y soy esa patria chica
que sobre todo se quiere
y tanto en la ausencia hiere
con algo que no se explica.

Soy el lindo ceibo en flor
símbolo de alma sencilla,
el verdor de la gramilla
que le aviva su color,
soy del río el rumor
en la noche silenciosa
donde la luna orgullosa
va a contemplar su hermosura
al parpadear su blancura
en las aguas bulliciosas.

Soy el gaucho habilidoso
dentrándolé a un ñandú,
so soy el coposo ombú
pobre, sencillo y hermoso;
soy el rancho valeroso
que resiste el ventarrón,
soy de ginebra el porrón
y la criolla pulpería,
soy un alma en agonía
que se llama tradición.

Soy una esbelta figura
que mi patria voy cruzando
de punta a punta, cantando
su tristeza y desventura,
no me vence la amargura
ni nunca me volteará,
mi figura existirá
en todo criollo paraje.
¡Yo soy del gaucho la imagen
que nunca se borrará!  
                        (anterior a 1950)

Versos de Roberto Coppari

jueves, 15 de marzo de 2018

LA MULA


1
Desde la encrespada cumbre
bajan los gauchos arrieros,
por los torcidos senderos
a las villas del redor,
traen sobre las mulitas
las árganas hasta el tope,
de quesos, mieles y arrope
de las viñas del señor.
2
Mulita, mulita gaucha
que por todos los caminos,
se oyen los silbos genuinos
del trajinero rural,
de taya humilde y chiquita
cabe en un puño su estampa,
pero al través de la pampa
es un valor nacional.
3
Sirve para cualquier tiro
resiste una marcha larga,
tanto soporta una carga
como tira de un arao;
aguanta más que un caballo
la falta de agua y de pasto,
la mula con poco gasto
tiene adquirido el bocao.
4
Ella nunca apoya el vaso
sin saber a dónde pisa,
la mula siempre es precisa
y de instinto previsor;
en cuanto advierte un peligro
sobre el paso se rebela,
no le obedece a la espuela
ni al chirlo del arreador.
5
Puesto que tantea el camino
antes de dir adelante,
es raro que este viandante
erre el camino una vez,
porque como es precavida
en el cruce de un pantano,
en donde apoya una mano
pone la pata después.
6
Por el borde de un estero
y la ladera de un cerro,
ella no comete un yerro
de descuidarse al pisar
en donde siente una duda
se agacha, calcula, mira,
pone una mano, se estira
hasta conseguir pasar.
7
Con la cabecita gacha
parece que va pensando,
de noche sigue atizbando
los peligros del redor,
por las encrespadas cumbres
bordiando el monte tupido,
avanza con el oído
atento a todo rumor.
8
Como es de un olfato fino
huele al tigre a la distancia
y frente a tal circunstancia
no hay quien la obligue a seguir
el arriero que a su mula
le entiende el mudo lenguaje,
busca el ruido en el paraje
que hace las ramas crujir.
9
La mula en todo momento
procede con sangre fría,
parece ser que la guía
un dejo de reflexión,
al mirarla cautelosa
seguir la escabrosa huella,
me digo, mucho obra en ella
la ley de conservación.
10
Marcada está la pezuña
en todas las carreteras,
por sobre las cordilleras
y en la quebrada cerril,
cargaron sobre su lomo
las armas de la victoria
con las que escribió la historia
el héroe de Guayaquil.

Versos de Martín Castro
 

martes, 13 de marzo de 2018

LA CURANDERA DEL PAGO


Los inviernos son más crueles
si llueve en medio del campo,
y alguno llega a enfermarse
y hay muchas leguas de barro.

Hasta donde ven los ojos,
no existe farmacia… o algo
que pueda mermar, siquiera,
la fiebre de un engripado.

Doña Rosa es curandera…
ya con más de ochenta años…
Y así yo lo conocí
tras el humo del cigarro.

Y curó eczemas rebeldes,
verrugas, herpes y empachos…
Que hay veces curan los médicos,
pero con mucho trabajo.

Con rezos y aguas bendita,
saca los raros encantos…
porque en el Sol de la Fe
no habitan sombras ni daños.

Supo criar a quince hijos
dentro del monte cerrado…
porque se le fue el marido
después del último parto.

Muy humilde y silenciosa,
de mirar profundo y manso,
sabe llegar hasta el alma
como los antiguos sabios.

Y vive allí, todavía,
con luces, flores y pájaros…
Rodeada de buena gente;
y haciendo humear el cigarro.

Versos de Adolfo Cosso

viernes, 2 de marzo de 2018

ROMANCE DEL MALÓN DEL 80


I
Va el Capitán Escribano
patrullando la frontera,
que el cacique Linco Pagni,
le ha declarado la guerra.

Un viento de pesadilla
sobre los ranchos golpea
que a la orilla del Salado,
el cacique merodea.
Dicen que dicen las gentes,
que por miles, lanzas, cuenta
y que muchos cacicazgos
Linco Pagni a la cabeza,
arrasarán poblaciones
que se encuentran indefensas.

Con sus vinchas emplumadas,
convertidas en diadema,
desciende como un alud,
sobre la Guardia, que tiembla…
Ya se escucha el alarido
conque declara la guerra…
ya están ardiendo los ranchos
y que se salve quien pueda…!

Ya consigue arrebatarles,
lo mejor de las haciendas
que escapan despavoridas
huyendo a campo traviesa.
Muchas mujeres cautivas
en sus brazos llevan prietas,
a horcajadas en caballos,
que van con rumbo a sus tiendas.

El Capitán Escribano,
la retirada intercepta,
por aligerar las cargas,
las mujeres dejan sueltas…
van cayendo sobre el campo,
unas vivas, otras muertas,
o arrolladas por los cascos,
de caballos en carrera.

Los penachos de sus vinchas,
en cuanto el día alborea,
relucen sobre los campos
como enhiestas cortaderas.

Pasada la noche triste,
las gentes se desesperan,
al sepultar los caídos,
en el malón del 80,
cuando la Guardia tenía
solo un año de existencia.

Pero… allá está el Capitán,
su temple, es su Fortaleza,
y las alienta a empezar
a reconstruir la Guardia,
sobre lo poco que resta.

II

Después que pasó el malón,
y en vista de los estragos
que hizo arrasando Luján,
blandengues y milicianos,
aumentaron las defensas
al comando de Escribano.

El casco de sus caballos,
-ya pangaré ya alazanos-
eran sombra entre las sombras
percutiendo sobre el llano.
Límite de las Frontera,
seguía siendo el Salado;
pero el Auca conocía
para atravesarlo, vados.
De manera que al acecho,
blandengues y milicianos
siempre debían estar
al comando de Escribano.

Fuera en las noches oscuras
túnel de sombra cerrado,
o en aquellos que la luna
desgarraba entre los cardos
sus enaguas ampulosas
de volado almidonado,
blandengues y milicianos
patrullaban la Frontera,
al comando de Escribano.

Versos de Mercedes J. Aldalur

PANGARÉ BUEY


Invicto quedó en la historia
el flete “Pangaré Buey”
en donde llegó fue el rey
nadie jamás lo exigió
y todas las que corrió
se las ganó en buena ley.

La estancia Tamanquillú
del pago de Lobería
nació el flete que sería
en todo tiro temible
a más de ser imbatible
en cualquier cancha corría.
  
Criollo, netamente criollo
de Don Benito Machado
una tarde en el Salado
le corrió al “Santarritero”
era un pingo muy ligero
y el “Buey” le ganó cortado.
  
Ahí mismo le ganó al “Chili”
era una fija ese flete
y allí le bajó el copete
como siempre en buena ley
dicen que el “Pangaré Buey”!
pisaba los veintisiete.

Le ganó al de los ingleses
venía invicto el malacara
el “Buey” como cosa rara
le aflojó casi de más
y se la ganó de atrás
tenía orden que no cortara.

 Luego en Belgrano corrió
en su tiro más seguro
cortando al famoso “Oscuro”
del General Manuel Hornos
y aunque se habló de soborno
ganó en ley y sin apuro.
  
Andaba en los veintisiete
estando en su plena gloria
el que no tenga memoria
pídale al libro una ayuda
y si le sigue la duda
hágale juicio a la historia.
  
Ya con destino a Brasil
y un gran porvenir abierto
el diablo que anda despierto
partió su destino en dos
por un descuido en el box
al “Buey” lo encontraron muerto.

Versos de José Alaiz



                                     
                                 

jueves, 1 de marzo de 2018

DUELO CRIOLLO


Ya la tarde se adelanta
como copando la escena,
el viento su voz levanta;
hay un paisano que canta
y una guitarra que suena.
  
Se oye de pronto: “¡Abran cancha!”
en la vieja pulpería.
Dos gauchos, hacen pata ancha
para lavar una mancha
o ver de ofrecer su hombría.
  
Uno tira y otro ataja,
los dos se juegan la suerte.
La vida es una baraja.
Hay un poncho que abaraja
los puntazos de la muerte.
  
Cada gaucho es un artista
pues, en el duelo salvaje,
hay que ser buen esgrimista,
hay que tener buena vista
y hay que tener, buen coraje.

 De pronto llega un planazo
a quien pararlo no puede
y en la potencia del brazo,
hay uno que avanza un paso
y otro que lo retrocede.
  
Luego un murmullo se escucha.
Ni un ¡ay!, el herido dijo,
pues aunque la ciencia es mucha
en el ardor de la lucha,
ya está goteando un barbijo.
  
Un anciano hace la cruz
pero el combate no amaina
y mientras reza a Jesús,
una daga como luz
busca en el pecho una vaina.
  
La gente está arrodillada
frente a la mortal herida.
La acción está terminada
y aquella cara marcada
lleva el precio de una vida.
  
Ya se aleja el vencedor
un cuerpo queda tendido.
Aquel se va con dolor,
deja un retazo de honor
en la daga del vencido.

Luego lo alcanza la fama
y lo busca la partida.
Y andará de rama en rama,
mientras la cárcel lo llama
para cobrarle una vida.

Versos de José Alaiz