MADRE
Mi
madre al caer el día
en
la cocina cantaba
y
un manjar nos preparaba
con
lo poquito que había.
Mi
madre siempre sabía
cuando
era poco la cena
y
para aliviar su pena
se
acostaba al lado mío
con
su estómago vacío,
pero
con el alma llena.
Mi
madre siempre decía:
“Si te sientas a
la mesa
cambia el pan de
la tristeza
por el pan de la
alegría”.
Mi
madre siempre tenía
mil
caricias para dar.
Tanto,
tanto supo amar
que
al momento de partir,
no
se quiso despedir
para
no verme llorar.
En
el seno de un hogar
pobre
pero con riqueza
de
amor, todos a la mesa
nos
solíamos sentar.
Comenzamos
a volar
buscando
nuevos veranos,
lágrimas,
pañuelos, manos
anunciaban
la partida,
seis
rumbos que en esta vida
trazamos
con mis hermanos.