lunes, 4 de noviembre de 2019

EL CHASQUI


“Si Capitán llegaré
-dijo el chasqui Justo Ayala-
salvo el caso que una bala
me baje del pangaré;
la nota la retobé
en un basto del recao
y si caigo acribillao
rodando entre polvo y pasto,
naides sabrá que en un basto
llevo un secreto sagrao”.

Cuenta el que el caso describe
que una tarde ya sol dentro,
Ayala tuvo un encuentro
con un piquete de Oribe.
El grito de: ¡Alto, quien vive!
al chasqui lo sorprendió:
“¡Viva mi Patria!, exclamó
con una actitud tremenda,
y como pidiendo rienda
el pangaré relinchó.

“Juyamos”, le gritó al flete
y se echó sobre la cruz,
y partió como una luz
el pangaré y su jinete;
y tras el chasqui el piquete
se lanzó a todo correr:
aunque era al anochecer
a la sombra de esas horas,
balazos y boliadoras
le dentraron a llover.

El chasque era un hombre experto
en el llano y en la sierra,
iba leyendo en la tierra
igual que en un libro abierto;
y cuando cruzó el desierto
cumpliendo con su deber:
cuidaba más que su ser
a medida que iba andando,
el secreto que el Comando
le confiara en su poder.

Y allá entre cielo y lejura
iba al trote y galopiando,
pero siempre conservando
fresca la cabalgadura;
atravesó la llanura
en su experiencia confiao:
y si en algún descampao
llegaran a divisarlo,
cualquier suerte iba a encontrarlo
con el flete descansao.

Como había anochecido
la partida se volvió,
entres las sombras perdió
el rastro del perseguido;
aunque el chasqui había juido
una bala lo alcanzó:
entre las sombras se oyó
de sus labio un quejido,
y el paisano dolorido
sobre la cruz se inclinó.

“Pangaré, desde este día
si llegamos a la meta,
te deberá una gineta
la gloriosa patria mía”;
mientras esto le decía
las crines le acarició
“Dios quiera -dijo- que yo
llegue al Comando con vida”,
y apretándose una herida
al trotecito siguió.

Solo dijo a la llegada
el moribundo patriota
“Mi Jefe, traigo una nota
en los bastos retobada”;
y sin pronunciar más nada
murió sobre su bagual:
hoy quién sabe en qué cardal
o al borde de qué camino,
descansa el chasqui argentino
de nuestra guerra rural.

Atento a la polvadera
que resurgiera en el llano,
como del rumor lejano
que a la distancia se oyera;
así sirvió a su bandera
este anónimo soldao:
muchas veces obligao
ante el peligro bravío,
atravesó a nado un río
como el monte enmarañao.

Dijo así el chasqui argentino:
“Por mi patria y por mi nombre,
apeligrando como hombre
los contrastes del camino;
hasta su propio destino
la nota conmigo irá:
si la mala suerte allá
se me cruza con un plomo
con mi estampa sobre el lomo
mi flete la llevará”.

Versos de Martín Castro