De norte a sur te recorro,
tierra
roja de los llanos,
en
un galope sin tregua
como
un jinete de antaño.
El
polvo me está siguiendo
con
temblor alborotado
y
es una seca neblina
que
se hace barro en mis labios.
Al
tacatán del galope,
los
cerros me van cercando
como
antiguos montoneros
de
las patriadas del Chacho.
Legendario
centinela
que
está de guardia en los llanos,
un
algarrobo vigila
la
soledad de los páramos.
Y
yo galopo, galopo,
como
jinete de antaño.
Ahora,
junto a las sierras,
en
repentino milagro,
verde
se ha vuelto la tierra
sobre
el rojo calcinado,
y
es fiesta el mistol, la tusca,
el
olivo y el naranjo,
un
horizonte de viñas
y
hasta un arroyo cantando.
¡Ah!
Rioja de soledad,
la
del rojo empecinado:
¿por
qué le niegas a algunos
lo
que a otra gente das tanto?
Pero
galopo, galopo
por
predios crucificados
con
el frío de tus sierras
y
la fragua de tus llanos.
Hago
pausa en una zamba
que
está en un rancho mentando
penas
de guitarra y caja
en
un tiempo demorado.
Junto
a la higuera del patio
hay
dos pañuelos danzando
entre
dos rostros oscuros
y
finos labios plegados.
El
domingo es un latido
de
dolientes campanarios,
de
viejas que tejen ponchos
y
acarician el rosario.
Las
mozas van por la plaza
con
su risa alborotando
la
quietud de unas mañanas
que
dejan solo los campos.
Y
yo galopo, galopo,
tierra
roja de los llanos,
uniendo
pueblos dormidos
bajo
el polvo de los años.
Como
fantasmas me siguen
las
montoneras del Chacho.
Versos
de Ernesto
Catany