(7 sonetos)
I
Desgarbado perfil de la espesura.
Vencedor de las ásperas entrañas.
Un jirón de ramajes con que engañas
a la nostalgia que se va en anchura.
En el paisaje logras tu estatura
y eres el árbol entre las marañas.
Tienes vos de coyuyos con que arañas
la pesada quietud de la llanura.
Obsesión en las horas de sequia
porque el agua delata tu presencia.
Un preludio de noche en pleno día
con las manchas de sombras que salpicas.
Y entregando en ofrenda tu existencia,
al sol entre tus vainas multiplicas.
II
Te confirmo el vigor del mismo grito
que dio a la raza convulsión de estrella
porque soporta plenitud de huella
que en si comienza y busca el infinito.
Y es tu ramaje el gráfico de un grito
que marca ritmo al llanto de la
estrella.
Y en tu tronco la cascara es la huella
de aquel arañar del infinito.
Retienes al viajero con tu grito
que le promete placidez de estrella.
Y al fijar con tu sombra al infinito,
enraizas el principio de una huella
que se renueva en permanente grito
y que sustancia al hombre con la
estrella.
III
En el paisaje de las tierras grises
eres sacrílego principio de obra.
Y en el cinc de la tarde que zozobra
resquebrajas monótonos matices.
Arañazo verdón en carnes grises,
rompes letargos de un vivir sin obra
y rendida impotencia de zozobra
recoges en la red de tus matices.
Zarpazo masculino de verdura
en la seca estrechez de la hondonada.
Mano de Dios en la pobreza ambiente,
enciendes la ilusión en piedra dura,
sustentas a la estirpe relegada,
redimes la aridez con tu simiente.
IV
Desparramas la red de tu follaje
por el inmenso mar de resolana
recortando el chispear que se desgrana
como temblor de luz en el paisaje.
Asoleada quietud de tu ramaje
que en el bostezo de calor emana
la caricia nacida en la mañana
cuando el sol no ha iniciado su tatuaje.
Señoreas la vida con tu rito
y en escenario donde todo es fuerte,
escuchas, como cuna, el primer grito,
y en ese sucederse de la suerte,
como frase final de antiguo mito
acompañas al hombre hasta su muerte.
V
Porque espera la fecha preanunciada
quien será padre te contempla fiero
sin encontrar el término certero
que diga de su estirpe prolongada.
Le da coraje su quietud plasmada
como un descanso por Dios Arquero.
Y en su mutismo te transfiere entero
con hachazos, la frase impronunciada.
Y le musitas augural mensaje
con el rebote de tu cuerpo duro.
Afinándose en tabla tu ramaje
te transfiguras en el nido humano
para poder donar al chango churo
todo el misterio de su ayer lejano.
VI
En tu cielo el dorado sol palpita
y a su calor su vaina es la promesa
del maná que conforta la pobreza
con que la tierra a la bondad imita.
Sombra gateando llega la guagüita
hasta el remanso de su sombra espesa.
¡Noche en los ojos! Regional tristeza
que a soñar en pretéritos invita.
Tu algarrobo mordió. Ya no alimento
sino mágico influjo de la tierra
que se ofrece en callado sacramento
y, uniendo la fuerza de la sierra
con la pujanza de la grey materna,
la consistencia con su raza eterna.
VII
Copa
gigante, Señorial postura
la
del mortero -yunque perforado-
donde
cristales de maíz majado
prometen
la esperanza de su albura.
Eres
repique que se va en hondura
cuando
en “mano” tu rama han trabajado
y
trasmites mensajes de un pasado
que
en tu indómita fibra se perdura.
Si
tinaja, preservas la frescura;
si
batea, absuelves el pecado
en
muda confesión de la blancura.
¿Qué
hay en ti que no hayas transformado?
Si
hasta invocando mítica conjura
en
patay eres pan sacramentado.
(1954)
Versos
de José
Antonio Güemes