domingo, 10 de octubre de 2021

PARA EL VASCO DE ARBOLITO

 Ostenta con mucho orgullo

el gran pueblo vidalense,

ser cuna del Vasco ilustre

don Víctor Abel Giménez.

 

Amigo de hacer gauchadas,

cantor de cosas camperas;

defensor de las costumbres

que son propias de esta tierra.

 

El merecido homenaje

con música de guitarras,

se hace canto emocionado

del monte al sur de la patria

y desde el macizo andino

a la inmensa costa atlántica.

 

Su noble y valioso aporte

a la música nativa

fue fruto de la experiencia

de un largo andar por la vida.

 

Difusor de las costumbres

y el historial argentino;

honra del pago que un día

supo llamarse Arbolito.

                                          (2007)

Versos de Luis Alberto Fischetto

lunes, 20 de septiembre de 2021

EL MONTE

 Cuando el toro es orejano

lo embramo en un guayavil,

como la coyunda aguante,

bramando se ha de morir.

 

Hace años llevo clavada

la espina del coronillo,

sobre el rastro de las venas

me va buscando el codillo.

 

Yo soy el poste esquinero

con que alambraba mi tata,

horco quebracho cotudo,

palo de la hebra mulata.

 

¡La flor del cebil!

Medio del monte

Vivir y morir.

 

Antinoche topé un zorro

por preguntarle dónde iba;

contesta el zorro y me dice:

-¡Ande no haiga polecía!

 

No olvides jacarandá

que me quisiste en el cielo,

cuando era tu flor el aire

lila de mi pensamiento.

 

Cuando el perro huele tigre,

si es baqueano lo rastrea,

y si es novato se vuelve,

¡patitas la polvadera!

 

Allá viene el campeador

haciendo tronar los cueros,

por ver de pialar un toro

con su lacito patero.

 

Dereceras de una estrella

salí pisándote el rastro,

y solo encontré el rocío

por la masiega temblando.

 

¡La flor del chañar!

Vengo y la veo

me pongo a llorar.

 

Crecido, desde la nieve,

baja el río Mojotoro,

rubias las astas de espuma,

pelo de barro sonoro.

 

¡Póngalé limosna al santo

aunque tenga el buche lleno!

porque viniendo de arriba,

tan solo al rayo le temo.

 

¡Amagando alzar el vuelo

se agachaba una charata!

El que no quiera pagar

mejor no muestre la plata.

 

El perro es como la sombra

del indio, con cuatro patas;

instinto de buscavida

a ras del Chaco pegada.

 

Palma Chueca, Palma Sola,

¡bajo la palma el simbol!

De tanto pisar Formosa

se hace palo el corazón.

 

Patanchándose en un ronque,

raigudo afirma el laurel.

Checita el  bárbaro macho,

¡pa’ voltearlo si’han lamber!

 

¡Ataje don Baltasar!

¡Monte a caballo y ataje!

Se viene un toro barroso

por las aguas del Pasaje.

 

¡Écheme ese yaguané!

Con este lazo me basta,

para echarle un pial volcao,

y hacerle clavar las guampas.

 

En el voleo del hacha

ya voy calculando el tajo.

Quiere más maña que fuerza

para que rinda el trabajo.

 

Árbol soy de la hoja firme

que no se sabe secar,

conforme vienen y lo hachan

más verde vuelve a brotar.

 

Hachita de cabo largo

vamos labrando madera.

¿Con qué palo me harán sombra

el día que yo me muera?

 

Yo no tengo más mujer

que el hacha por compañera,

vestidito de arpillera,

filo de un solo querer.

 

Yo soy del chaco Gualamba,

corazón de palo hueco.

Adentro de las guitarras

ni con la muerte me seco.

 

Tres cubos llevo canteando,

y les voy sacando el hilo;

como no me afloje el filo

la muerte me hallará hachando.

 

Ya viene el recibidor

con metro, lápiz y tiza.

Qué bonita su camisa

hilada con mi sudor.

 

Ayer topé unos majanos

que venían en cuadrilla;

tamborileando los dientes,

¡temblando las carretillas!

 

Es como la mil de llama

la boca de mi chaqueña,

y ni el quebracho campana

da brasa de mejor leña.

 

Haché vigas y durmientes

de Galpón a Pichanal;

y siempre me encuentro igual,

durmiendo bajo los puentes.

 

¡La flor del laurel!

Tarde la noche

la i venido a ver.

 

Tengo como el guayacán

en el tronco un socavón;

solo me queda la sombra

donde estaba el corazón.

 

Versos de Jaime Dávalos

sábado, 4 de septiembre de 2021

LOS HÚSARES DE PUEYRREDÓN

 Montados en su corcel

van los épicos centauros

a conquistar criollos lauros

en la “Chacra de Perdriel”.

¿Quién es el bravo plantel

dispuesto a entrar en acción,

contra la inglesa invasión

y todos sus legionarios?

Son ellos, los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

Patriotas de noble cuño

que su sangre generosa

derramaron abundosa,

rindiendo culto al terruño.

Sostuvieron en su puño

las armas del batallón

de la futura nación,

cual dantescos emisarios;

los bravos, los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

El casco de la metralla

ha sido para ellos, luego,

bautismo de sangre y fuego

en su primera batalla.

Su jefe, en peligro se halla,

y un husar del escuadrón

en las grupas del bridón

lo arrebata a los contrarios;

honrando a los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

Más tarde, llenos de gloria,

allá, en la Plaza Mayor,

batieron al invasor

que soñó con la victoria.

¿Quién marcó la trayectoria

de un ejército en embrión,

dando una dura lección

a todos sus adversarios…?

Los bravos, los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

Y luego quedó grabada

en la historia y en el bronce

de mil ochocientos once

la famosa retirada

Chuquisaca fue atacada

y entonces la evacuación

motivó la heroica acción

de los gauchos temerarios

que fueron los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

Versos de Arturo Giner

miércoles, 19 de mayo de 2021

ALGARROBO

                (7 sonetos)

I

Desgarbado perfil de la espesura.

Vencedor de las ásperas entrañas.

Un jirón de ramajes con que engañas

a la nostalgia que se va en anchura.

 

En el paisaje logras tu estatura

y eres el árbol entre las marañas.

Tienes vos de coyuyos con que arañas

la pesada quietud de la llanura.

 

Obsesión en las horas de sequia

porque el agua delata tu presencia.

Un preludio de noche en pleno día

 

con las manchas de sombras que salpicas.

Y entregando en ofrenda tu existencia,

al sol entre tus vainas multiplicas.

 

II

Te confirmo el vigor del mismo grito

que dio a la raza convulsión de estrella

porque soporta plenitud de huella

que en si comienza y busca el infinito.

 

Y es tu ramaje el gráfico de un grito

que marca ritmo al llanto de la estrella.

Y en tu tronco la cascara es la huella

de aquel arañar del infinito.

 

Retienes al viajero con tu grito

que le promete placidez de estrella.

Y al fijar con tu sombra al infinito,

 

enraizas el principio de una huella

que se renueva en permanente grito

y que sustancia al hombre con la estrella.

 

III

En el paisaje de las tierras grises

eres sacrílego principio de obra.

Y en el cinc de la tarde que zozobra

resquebrajas monótonos matices.

 

Arañazo verdón en carnes grises,

rompes letargos de un vivir sin obra

y rendida impotencia de zozobra

recoges en la red de tus matices.

 

Zarpazo masculino de verdura

en la seca estrechez de la hondonada.

Mano de Dios en la pobreza ambiente,

 

enciendes la ilusión en piedra dura,

sustentas a la estirpe relegada,

redimes la aridez con tu simiente.

 

IV

Desparramas la red de tu follaje

por el inmenso mar de resolana

recortando el chispear que se desgrana

como temblor de luz en el paisaje.

 

Asoleada quietud de tu ramaje

que en el bostezo de calor emana

la caricia nacida en la mañana

cuando el sol no ha iniciado su tatuaje.

 

Señoreas la vida con tu rito

y en escenario donde todo es fuerte,

escuchas, como cuna, el primer grito,

 

y en ese sucederse de la suerte,

como frase final de antiguo mito

acompañas al hombre hasta su muerte.

 

V

Porque espera la fecha preanunciada

quien será padre te contempla fiero

sin encontrar el término certero

que diga de su estirpe prolongada.

 

Le da coraje su quietud plasmada

como un descanso por Dios Arquero.

Y en su mutismo te transfiere entero

con hachazos, la frase impronunciada.

 

Y le musitas augural mensaje

con el rebote de tu cuerpo duro.

Afinándose en tabla tu ramaje

 

te transfiguras en el nido humano

para poder donar al chango churo

todo el misterio de su ayer lejano.

 

VI

En tu cielo el dorado sol palpita

y a su calor su vaina es la promesa

del maná que conforta la pobreza

con que la tierra a la bondad imita.

 

Sombra gateando llega la guagüita

hasta el remanso de su sombra espesa.

¡Noche en los ojos! Regional tristeza

que a soñar en pretéritos invita.

 

Tu algarrobo mordió. Ya no alimento

sino mágico influjo de la tierra

que se ofrece en callado sacramento

 

y, uniendo la fuerza de la sierra

con la pujanza de la grey materna,

la consistencia con su raza eterna.

 

VII

 Copa gigante,  Señorial postura

la del mortero -yunque perforado-

donde cristales de maíz majado

prometen la esperanza de su albura.

 

Eres repique que se va en hondura

cuando en “mano” tu rama han trabajado

y trasmites mensajes de un pasado

que en tu indómita fibra se perdura.

 

Si tinaja, preservas la frescura;

si batea, absuelves el pecado

en muda confesión de la blancura.

 

¿Qué hay en ti que no hayas transformado?

Si hasta invocando mítica conjura

en patay eres pan sacramentado.

                                                          (1954)

 Versos de José Antonio Güemes

jueves, 15 de abril de 2021

TUITO LO QUE TENGO

 Escriba, m’hijo, usté que sabe de eso,

lo que viá decir –Hágalo grande,

bien clarito… perdone que lo mande,

pero antes moje el lápiz con un beso.

 

¿Sabe lo que es un beso? Marca’e fuego

propiedad del querer de cada cual,

juramento de amor, firma legal

que al pie de la verdá se pone luego.

 

¿Se cré que por ser sencilla

la forma como se da,

se pone en cualquier mejilla,

si con él no desensilla

tuita la sinceridá?

 

Si usté no lo siente ansina,

tire el lápiz al fogón

pa’ no dejarme la espina

que la escretura fue indina

del hijo de este varón.

 

¡Aura si lo creo de mi raza,

aura si puedo hablar pa’ que lo escriba!:

ya tengo dos testigos: Dios arriba

y un güen cristiano aquí, que honra mi casa.

 

Ese ritrato es mama; allí va estar

como una virgen pa’ tuita mi vida.

Esta vivienda nunca ha ‘e ser vendida

Mientras mi mama esté”. ¡Puede firmar!

 

¡Viá llevarle, a la muerta, este consuelo!

Déme la mano, m’hijo, y hasta el cielo.

 

Versos de Atilio Supparo

sábado, 20 de marzo de 2021

CARNAVAL EN EL PAGO

 (en una estancia del centro norte)

 

Un entusiasmo cordial,

prenuncio de gran halago,

ha despertado en el pago

las Fiestas del Carnaval.

Tan juvenil y sensual

cual nunca está la mozada;

en la estancia “La Alborada”

no se habla, ya, de otra cosa,

y dicen que Doña Rosa

de la fiesta es la encargada.

 

Al “serrano” Timoteo

le han encargado juntar

la tropilla de montar

y algún mamón del rodeo.

Cumplirá, así, su deseo…;

(es tremendo comilón)

y ya, chaireando el facón

espera la hora, tranquilo,

con su panza de cachilo

y el mirar de lechuzón…

 

Empanadas  y pasteles

hará la “Negra” Teresa,

y habrá de servir la mesa

-adornada con claveles-

Doña Rudecinda Velez

cuya edad nadie comenta,

pues ya se perdió la cuenta

y quien la quiera encontrar

ha de tener que estudiar

abajo del año ochenta…!

 

Pasa rondando Donato

por si algún cargo le dan;

mas como es algo haragán,

será el de espantar el gato…

Allí también hay un ñato

que solo se presentó;

el “Vizcachón” lo observó

y mirándolo, atrevido,

-“aquí sobra un comedido”-

como entre dientes gruñó.

 

Se oyeron los cascabeles

de los fletes en los frenos

y un rodar como de truenos

de jinetes en tropeles…

A la tradición muy fieles,

esos gauchos del lugar,

vinieron a saludar

a la dueña de la estancia

y con singular prestancia

sus endechas a cantar.

 

También, usando la treta

de sorprender la ocasión,

a la animada reunión

cayó un gringo con careta.

Como sería de sotreta,

-yo lo juro por Luzbel-

que después del rato aquel,

ya en natural evidencia,

no existía diferencia

entre la careta y él…!

 

Y las serpentinas rosas,

en continuo viborear,

comenzaron a rodear

el cuello de aquellas mozas.

Las albahacas aromosas

desparramaron su olor;

alzó su voz el cantor

y agitábase en la rueda

blanco pañuelo de seda

como símbolo de amor…

 

Cual banderas desplegadas,

entre un rumor de sauzales,

tremolaron los percales

de aquellas recién llegadas.

Actuaron las mascaradas

con su habitual gritería;

toda china allí lucía

al pecho su linda flor,

y el que no hablaba de amor

era… porque no quería.

 

Tan voluptuosa y sensual

dijo de amor su querella,

bajo la luz de la estrella,

la guitarra nacional.

Un “estilo” emocional

a todo pecho alcanzó,

el “licor rojo” mojó

el labio de aquellas mozas

tan dulces y cariñosas

que el lucero las besó.

 

De repente, en un picazo,

-con una copa de más-

apareció el capataz

revoleando, fiero, el lazo.

Con un rudo encontronazo

hizo rodar el mortero;

luego, con aire altanero,

a todos miró, muy fijo,

y “Este es –murmurando, dijo-,

el Carnaval que yo quiero.

 

Disuadiéronlo, al momento,

de su propósito inculto,

mas no cedió en el insulto

que allí repartió sin cuento…

De pronto, desde su asiento,

fiero, un paisano, se alzó;

al ‘moreira’ atropelló

el poncho envuelto en el brazo

y de un rudo talerazo

contra un cerco lo tiró…!

 

Aplaudieron al valiente

todos los de la reunión,

y se inició un pericón

con un batallón de gente…

De las mozas en la frente

la cinta azul; del percal

el frú-frú; y el ideal

que a recordarlo convida,

cual promesa no cumplida

desde el otro carnaval…

 

Consecuente en la paciencia,

bajo la agreste ramada,

dormía la caballada

soñando con la querencia…

De algún perro la presencia

podíase allí notar;

y queriendo saludar

al Carnaval esa noche,

de luz haciendo derroche

se vio al lucero bajar…

 

Ya se ausentaba la tarde

entre crepúsculos lilas,

y femeniles pupilas

lloraron su amor cobarde…

En un varonil alarde

algún potro relinchó;

lejos el chajá gritó,

y entre la tupida fronda

completamente redonda

la triste luna asomó…

 

De aquella luz al amparo

se bailó hasta la alborada,

buscando, ya, la mozada,

a su cansancio reparo.

Estremeció el grito raro

de la lechuza agorera;

junto a la obscura tapera

errante perro lloró,

y al día lo inauguró

la calandria tempranera.

 

Tiempos de mis Carnavales

que se fueron con la bruna

noche sin amor ni luna

de estas mis horas actuales:

entre sombras nocturnales

os veo, ahora pasar,

y me comienzo a angustiar

al ver que ahonda mi herida,

el Carnaval de la vida

donde se aprende a llorar.

 

Versos de Julio Díaz Usandivaras