miércoles, 19 de mayo de 2021

ALGARROBO

                (7 sonetos)

I

Desgarbado perfil de la espesura.

Vencedor de las ásperas entrañas.

Un jirón de ramajes con que engañas

a la nostalgia que se va en anchura.

 

En el paisaje logras tu estatura

y eres el árbol entre las marañas.

Tienes vos de coyuyos con que arañas

la pesada quietud de la llanura.

 

Obsesión en las horas de sequia

porque el agua delata tu presencia.

Un preludio de noche en pleno día

 

con las manchas de sombras que salpicas.

Y entregando en ofrenda tu existencia,

al sol entre tus vainas multiplicas.

 

II

Te confirmo el vigor del mismo grito

que dio a la raza convulsión de estrella

porque soporta plenitud de huella

que en si comienza y busca el infinito.

 

Y es tu ramaje el gráfico de un grito

que marca ritmo al llanto de la estrella.

Y en tu tronco la cascara es la huella

de aquel arañar del infinito.

 

Retienes al viajero con tu grito

que le promete placidez de estrella.

Y al fijar con tu sombra al infinito,

 

enraizas el principio de una huella

que se renueva en permanente grito

y que sustancia al hombre con la estrella.

 

III

En el paisaje de las tierras grises

eres sacrílego principio de obra.

Y en el cinc de la tarde que zozobra

resquebrajas monótonos matices.

 

Arañazo verdón en carnes grises,

rompes letargos de un vivir sin obra

y rendida impotencia de zozobra

recoges en la red de tus matices.

 

Zarpazo masculino de verdura

en la seca estrechez de la hondonada.

Mano de Dios en la pobreza ambiente,

 

enciendes la ilusión en piedra dura,

sustentas a la estirpe relegada,

redimes la aridez con tu simiente.

 

IV

Desparramas la red de tu follaje

por el inmenso mar de resolana

recortando el chispear que se desgrana

como temblor de luz en el paisaje.

 

Asoleada quietud de tu ramaje

que en el bostezo de calor emana

la caricia nacida en la mañana

cuando el sol no ha iniciado su tatuaje.

 

Señoreas la vida con tu rito

y en escenario donde todo es fuerte,

escuchas, como cuna, el primer grito,

 

y en ese sucederse de la suerte,

como frase final de antiguo mito

acompañas al hombre hasta su muerte.

 

V

Porque espera la fecha preanunciada

quien será padre te contempla fiero

sin encontrar el término certero

que diga de su estirpe prolongada.

 

Le da coraje su quietud plasmada

como un descanso por Dios Arquero.

Y en su mutismo te transfiere entero

con hachazos, la frase impronunciada.

 

Y le musitas augural mensaje

con el rebote de tu cuerpo duro.

Afinándose en tabla tu ramaje

 

te transfiguras en el nido humano

para poder donar al chango churo

todo el misterio de su ayer lejano.

 

VI

En tu cielo el dorado sol palpita

y a su calor su vaina es la promesa

del maná que conforta la pobreza

con que la tierra a la bondad imita.

 

Sombra gateando llega la guagüita

hasta el remanso de su sombra espesa.

¡Noche en los ojos! Regional tristeza

que a soñar en pretéritos invita.

 

Tu algarrobo mordió. Ya no alimento

sino mágico influjo de la tierra

que se ofrece en callado sacramento

 

y, uniendo la fuerza de la sierra

con la pujanza de la grey materna,

la consistencia con su raza eterna.

 

VII

 Copa gigante,  Señorial postura

la del mortero -yunque perforado-

donde cristales de maíz majado

prometen la esperanza de su albura.

 

Eres repique que se va en hondura

cuando en “mano” tu rama han trabajado

y trasmites mensajes de un pasado

que en tu indómita fibra se perdura.

 

Si tinaja, preservas la frescura;

si batea, absuelves el pecado

en muda confesión de la blancura.

 

¿Qué hay en ti que no hayas transformado?

Si hasta invocando mítica conjura

en patay eres pan sacramentado.

                                                          (1954)

 Versos de José Antonio Güemes

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