lunes, 14 de mayo de 2018

LOAS A MI SALADILLO


LOAS A MI SALADILLO

Saladillo, rural, agropecuario,
donde labré su tierra en otro tiempo,
donde el germen vital de la semilla
desde el surco vital me dio el sustento,
y me vi congraciado con el fruto
que generoso colmaba nuestro esfuerzo,
mostrando con su estiva el contenido
como un tributo acordado a mi derecho
por haber germinado en sus entrañas
y como madre devolvió el sustento.

Fuiste mi cuna inicial de ruralía
con esos pingos que tanto los recuerdo,
porque fueron heroicos camaradas
en eso de pedirle fruto al suelo;
sin mediar una queja en sus trajines
se afirmaban tronquero y cadenero,
con los bríos del fuerte que se esmera
en esa bastedad de pampa y cielo,
donde todo el valor está en la sangre
de esos baluartes que ponían el pecho.

Evoco a esa tropilla de labranza
que fue la envidia de tantos chacareros,
los que nunca tuvieron mataduras
ni fueron sometido a sufrimiento,
es por eso que llevo en mi memoria
la estampa de esos pingos como acero,
esos que siendo rudos percherones
con su prestancia trotaban altaneros,
como una maravilla universal
retumbaban sus cascos sobre el suelo.

Me invade un regocijo sin medida
y el corazón me late hecho un estruendo,
porque fluye en mi sangre con más fuerza
cuando la empuja el don del sentimiento,
y va colmando aristas de ternura
con esa placidez de un sueño eterno
que te hace revivir a cada instante
todo el amor de su gente y de su suelo,
con ese encanto que la dicha envuelve
a los pujantes hijos de este Pueblo.

Versos de Rubén J. Garaventta 

jueves, 10 de mayo de 2018

EL RESERO


Hieren la soledad y la pedrada
de los vientos rompiéndose en sus ojos.
Y la huella y el cardo y los abrojos
y tanta oscuridad iluminada.

Duelen las lluvias y la madrugada,
las piernas firmes, los estribos flojos,
y la muerte mordiendo los coscojos
de su vida marrón y desgastada.

Pero siempre adelante y adelante,
punta de la paciencia, desafiante
de la fatalidad y la negrura.

Los caminos lo punzan y él los sienten
en el tranco, en la boca, en la herradura
y en el lucero que pialó en su frente.

Versos de Gustavo García Saraví

EL MONTONERO


En el montón, el monte y la montura
anduve en libertad y prisionero.
No tuve lo que quise y lo que quiero
lo perdí en boleadora o mordedura.

Mi suerte fue la guerra y la aventura,
y mi desgracia no morir primero.
Es muy poco ser solo montonero,
un soldado de tantos, una oscura

cicatriz en el pecho, una ignorancia,
únicamente una pasión, un ansia
de seguir la bandera y el caudillo.

Nadie sabe mi nombre ni mi apodo.
Y qué puede importar, después de todo,
si tengo aún mi sangre y mi cuchillo.

Versos de Gustavo García Saraví

RANCHO VIEJO


Semioculto en el cardal
que ha florecido en la loma,
apenas su techo asoma
desafiando al vendaval,
la ramazón del sauzal
lo acaricia dulcemente
y es una trova doliente
la que modula el pampero
cuando azotando el alero
lo hace gemir hondamente.

Cuántas veces a la vera
del fogón, bajo la luna
romántica como una
novia ebria de quimera;
vibró sensual y hechicera
la pasional vidalita
mensajera de la cuita
del gaucho a su bien amada
que oyó toda embelesada
la melodía infinita.

Y aunque yace abandonado,
triste cual un camposanto,
conserva siempre el encanto
de su glorioso pasado;
los recuerdos que han quedado
surgen de allí triunfadores
y los pájaros cantores
que anidan en la floresta,
suelen ponerlo de fiesta,
como en sus tiempos mejores.

De las paredes grietadas
entre los terrones secos,
parecen latir los ecos
de las últimas payadas;
“en las tardes incendiadas”
al reflejo postrimero
bajo del sauce el boyero
e igual que los payadores,
entona trovas de amores
sobre el palo del alero.

Viejo rancho agonizante
que a la orilla del camino,
te ha reservado el destino
cual criollo tema insinuante;
no está la hora distante
en que las rejas hurañas,
desgarrando tus entrañas
abran hondo y ancho cauce
y no quede más que el sauce
testigo de tus hazañas…

Versos de Enrique P. Maroni