martes, 30 de junio de 2020

LA TAPERA


Un montoncito de paja
paredes rotas de barro.
Y el brocal de un pozo viejo
es todo lo que ha quedado.

Total, por una tapera
no viá ponerme a llorar.
Habrá tantas olvidadas
qué importa que haiga una más.

Un montoncito de paja
que nunca podré olvidar…
si hasta parece mentira
que esto me haga lagrimear.

Mi infancia y mis pobres viejos,
donde amé por vez primera…
Si encerrás tantos recuerdos,
¡cómo olvidarte, tapera!

Versos de Edmundo P. Zaldivar

ESPINILLO


Cuando frente a nuestro flete
-anunciando la estación-
golondrinas en montón
urden un fácil juguete:
sin ver que nos compromete
a intentar lo que el zorzal,
con éxito sin igual,
y más que nunca sencillo,
saca su oro el espinillo
y lo tira al pastizal.

Generoso de su bien,
nunca arrea su bandera,
con tal que la primavera
haga su poco también:
arrogante sin desdén
defiende bravo su flor;
y no hay criollo soñador
que, si pasa por su lado,
no ponga al paso el montado
para gozarlo mejor.

Y encanta verlo en la loma
cuando el día, ya algo débil,
se va compungiendo al flébil
zureo de la paloma.
Estrella que arriba asoma
le hace guiños de pasión;
y él, accediéndose con
el ansia correspondiente,
en la fragancia inherente
le envía su corazón.

Arbolito de mi amor
que de aromas estás lleno;
se siente el hombre más bueno
frente a tus gajos en flor.
Yo, que a veces, con dolor,
me contemplo aquí tan solo,
para vengarme del dolo
que me obliga a ser así,
gusto de arrimarme a ti
como cualesquier chingolo.

Y me siento compensado
de goces que no gocé;
de labios que no besé
y que pude haber besado;
de mujeres que no he amado
y que pude amar un día;
porque la sana poesía
que tu presencia difunde,
borra, quita, corre y hunde
la más cruel melancolía.

Versos de Eufemio Muñoz

(tomado de Revista Nativa N° 264 del 31/12/1945)

sábado, 20 de junio de 2020

AMANECER CAMPERO


Corre la brisa coqueta
por dilatada hondonada,
tras la lúcida alborada
se oyen rumores de orquesta;
están las aves de fiesta
preludiando sus cantares;
hay ansias de nuevos lares
en sus tiernos corazones,
y en distintas direcciones
vuelan rumbo a otros lugares.

Después, un silencio suave
hay por toda la llanura;
y el monte con su espesura
se va tornando más grave;
en tanto que el sol se abre
entre celajes, perdido,
cada pichón en su nido
espera el sustento diario
que ha de hacer lo necesario
quien en su busca ha salido.

Más allá, a la distancia,
coronando una cuchilla,
se ve arrear a una tropilla
por un peoncito de estancia;
jinetea con arrogancia
dominando el bagualaje,
y demostrando coraje
para que el patrón lo vea
pone fin a su tarea
orgulloso del mensaje.

Ya comienza el labrador
a unir a los mansos bueyes,
así obedece a las leyes
como buen trabajador;
aunque es ruda la labor
para él y sus animales
no reconoce más males
que ver sus hijos sin pan,
y en esto vuelca su afán
para lograr los trigales.

En continuo movimiento
amanece la campaña,
y como por fuerza extraña
influye vida al momento,
en todo reina el contento
que brinda naturaleza,
y es tan grande la belleza
que no le hallo semejanza,
¡solamente la esperanza
se compara a su grandeza!
            (Montevideo, Cerro, 1944)

Versos de Ignacio Suárez

viernes, 19 de junio de 2020

YUYERO


Tranquiador de los caminos
en ciudades y campañas…
ropa gastada en el tiempo
de calores y de escarchas…
manso mirar, medio ausente
igual que buscando el alma
y nombre que solo él sabe
o que perdió en las distancias
lo conocen por “Yuyero”
y es así como lo llaman.

Canasta grande en el brazo
-surtida como farmacia-
y caben todos los yuyos
en esa vieja canasta…
vive con sus medicinas
como pastor con sus cabras…
y donde encuentra reunidas
la pobreza y la desgracia:
es médico en la receta
que los remedios regala.

En diabetes: eucalipto,
sarandí blanco y genciana…
Indigestión: arazá,
menta, manzanilla y tala.
Empacho: buche’e ñandú…
Y al seco de vientre: malva…
Llagas lerdas de curar:
raíz de gramilla blanca…
Catarros y tos: mastuerzo
con lino blanco y naranjo.

Yerba de la piedra, en té,
pa’ la “bilis demorada”…
Palpitaciones nerviosas:
toronjil hervido en agua…
Verrugas?: savia de ombú…
y cebada, en la lactancia
frutas de burucuyá,
avena, maíz y malta…
Y en úlceras: carnicera,
llantén, laurel, rosa y salvia.

En calvicies a destiempo:
mastuerzo y hojas de alfalfa…
Agua de sauce llorón
cuando es rebelde la caspa…
Riñones: barbas de choclos
y raíz de pata’e vaca…
Sabañones: el ají
en unto sin sal o grasa
y para ojos irritados:
lavajes de rosa blanca.

En reumatismo: mil hombres
lo mismo que ruda en caña…
y mate amargo, si el sueño,
en mal momento lo ataca…
Hojas de higuera, limón,
o ajo macho, en presión alta…
son los yuyos y recetas
de la ambulante farmacia…
Lo conocen por “Yuyero”
y es así como lo llaman.

Versos de Adolfo Cosso

lunes, 1 de junio de 2020

GAUCHO ARGENTINO


El escuadrón había sido
diezmado por los contrarios,
y un Capitán Unitario
cabalgaba mal herido.
Al saberse perseguido
taloneaba sin cesar,
para poder alcanzar
de algún monte la espesura…
Y en esa guarida oscura
poderse al fin ocultar.

Un ranchito divisó
cuando la tarde moría,
y con lógica alegría
hacia él se dirigió…
Un gaucho lo recibió
que viendo su situación,
le dijo: “-Junto al fogón
su fuerza ha de reponer…
Mientras yo corro a esconde
en el monte el redomón”.

Después de vendarlo, dijo,
alcanzándole el porrón:
“-En el rancho hay un rincón
que servirá de escondrijo…
porque, Capitán, de fijo
a usted lo deben seguirt,
y según puedo advertir
corre peligro su vida…
Si lo apresa la partida
seguro que va a morir”.

No bien estuvo escondido
el Capitán Unitario,
se oyó el grito autoritario
del Cabo, Zoilo Aguerrido…
“-Al fin te encuentro bandido
-dijo con voz altanera-
y si no sale pa’afuera
al instante Capitán…
mis hombre lo matrarán
de buena o mala manera…”.

Pero se vio sorprendido
cuando observó en el umbral,
a un Teniente Federal,
todo de rojo vestido…
“-¿Qué pasa, Cabo Aguerrido
por qué vocifera así?”
“-Es que un contrario seguí
que venía mal herido…
y su rastro me ha traído
justito, Teniente, aquí…”.

“-¿Piensa usted que escondería
un unitario en mi rancho?,
preguntó el Teniente Juancho
en toda su sangre fría…
“-Sus huellas confundiría
-dijo el Cabo con rubor-
pues, conociendo el valor
de su coraje valiente…
no puedo pensar Teniente
que pueda ser un traidor…”.

“-Si gusta cimarronear
tengo encendido el fogón,
y de ginebra un porrón
que acabo de destapar…”
“-¿Cómo no voy a aceptar
su convite con agrado,
de tanto haber galopeado
con mis hombres, aparcero…
Se me ha secado el garguero
y estoy bastante cansado”.

Platicaron largamente
y cuando el sol asomaba,
ya la partida rumbeaba
en dirección al poniente.
“-Capitán -dijo el Teniente-,
puede salir del rincón,
porque tengo la impresión
que de estar tan apretado,
debe tener sofocado
amigo, su corazón…”.

“-Teniente -le preguntó
el Capitán confundido-,
¿por qué razón a mentido
a su gente y me salvó?”
“-Según lo deduje yo
-dijo el Teniente con tino-
habrá de ser porque opino
en un concepto cabal,
que a más de ser Federal
yo soy un gaucho argentino”.

Versos de Juan Pedro Carrizo