Ensillé
y salí despacio
antes
que empiece a aclarar
por
gusto de contemplar
la
inmensidad del espacio
que
como enorme prefacio
se
presenta ante mis ojos
y
al tranquear a mis antojos
hurgando
en la lejanía
entra
a despuntar el día
con
sus tímidos sonrojos.
Un
hondo silencio embarga
en
esa hora temprana
cuando
la joven mañana
desplaza
la noche larga
pronto
con su rubia carga
el
sol entrará a trepar
la
bóveda singular
que
debemos al Creador
inundando
de color
los
campos de este lugar.
A
un costado del camino
muy
cerca del Sauce Grande
su
pétrea dureza expande
rudo
el Cerro Ceferino
le
da un reflejo argentino
el
rocío de la mañana
y
en su cumbre soberana
se
ve una modesta cruz
como
abrazando la luz
clamando
una resolana.
¿Quién
sabe qué buen paisano
en
esforzada misión
trepó
el enorme mojón
que
se levanta en el llano?
¿Quién
sabe qué ruda mano
dejó
esa cruz como estampa
que
se aferra como grampa
sobre
la cumbre dormida
y
nos recuerda la vida
de
aquel Lirio de la Pampa?
Todo
el crisol del naciente
vuelca
su luz majestuosa
y
aparece en cada cosa
un
reflejo diferente
se
me hace que de repente
veo
una extraña visión
que
se mueve en formación
en
la cercanía del cerro
¡si
parece el Tres de Fierro!
que
va campeando un malón.
Nutrido
en brisa temprana
sigo
tranqueando el camino
que
me lleva con destino
a
Sierra de la Ventana
toda
la joven mañana
con
visiones de esplendor
me
enriquece de verdor
y
no me cabe una duda
¡es
cierto que Dios ayuda
al
gaucho madrugador!
Versos de Rubén Reyna