Cuando el toro es orejano
lo
embramo en un guayavil,
como
la coyunda aguante,
bramando
se ha de morir.
Hace
años llevo clavada
la
espina del coronillo,
sobre
el rastro de las venas
me
va buscando el codillo.
Yo
soy el poste esquinero
con
que alambraba mi tata,
horco
quebracho cotudo,
palo
de la hebra mulata.
¡La
flor del cebil!
Medio
del monte
Vivir
y morir.
Antinoche
topé un zorro
por
preguntarle dónde iba;
contesta
el zorro y me dice:
-¡Ande
no haiga polecía!
No
olvides jacarandá
que
me quisiste en el cielo,
cuando
era tu flor el aire
lila
de mi pensamiento.
Cuando
el perro huele tigre,
si
es baqueano lo rastrea,
y
si es novato se vuelve,
¡patitas
la polvadera!
Allá
viene el campeador
haciendo
tronar los cueros,
por
ver de pialar un toro
con
su lacito patero.
Dereceras
de una estrella
salí
pisándote el rastro,
y
solo encontré el rocío
por
la masiega temblando.
¡La
flor del chañar!
Vengo
y la veo
me
pongo a llorar.
Crecido,
desde la nieve,
baja
el río Mojotoro,
rubias
las astas de espuma,
pelo
de barro sonoro.
¡Póngalé
limosna al santo
aunque
tenga el buche lleno!
porque
viniendo de arriba,
tan
solo al rayo le temo.
¡Amagando
alzar el vuelo
se
agachaba una charata!
El
que no quiera pagar
mejor
no muestre la plata.
El
perro es como la sombra
del
indio, con cuatro patas;
instinto
de buscavida
a
ras del Chaco pegada.
Palma
Chueca, Palma Sola,
¡bajo
la palma el simbol!
De
tanto pisar Formosa
se
hace palo el corazón.
Patanchándose
en un ronque,
raigudo
afirma el laurel.
Checita
el bárbaro macho,
¡pa’
voltearlo si’han lamber!
¡Ataje
don Baltasar!
¡Monte
a caballo y ataje!
Se
viene un toro barroso
por
las aguas del Pasaje.
¡Écheme
ese yaguané!
Con
este lazo me basta,
para
echarle un pial volcao,
y
hacerle clavar las guampas.
En
el voleo del hacha
ya
voy calculando el tajo.
Quiere
más maña que fuerza
para
que rinda el trabajo.
Árbol
soy de la hoja firme
que
no se sabe secar,
conforme
vienen y lo hachan
más
verde vuelve a brotar.
Hachita
de cabo largo
vamos
labrando madera.
¿Con
qué palo me harán sombra
el
día que yo me muera?
Yo
no tengo más mujer
que
el hacha por compañera,
vestidito
de arpillera,
filo
de un solo querer.
Yo
soy del chaco Gualamba,
corazón
de palo hueco.
Adentro
de las guitarras
ni
con la muerte me seco.
Tres
cubos llevo canteando,
y
les voy sacando el hilo;
como
no me afloje el filo
la
muerte me hallará hachando.
Ya
viene el recibidor
con
metro, lápiz y tiza.
Qué
bonita su camisa
hilada
con mi sudor.
Ayer
topé unos majanos
que
venían en cuadrilla;
tamborileando
los dientes,
¡temblando
las carretillas!
Es
como la mil de llama
la
boca de mi chaqueña,
y
ni el quebracho campana
da
brasa de mejor leña.
Haché
vigas y durmientes
de
Galpón a Pichanal;
y
siempre me encuentro igual,
durmiendo
bajo los puentes.
¡La
flor del laurel!
Tarde
la noche
la
i venido a ver.
Tengo
como el guayacán
en
el tronco un socavón;
solo
me queda la sombra
donde
estaba el corazón.
Versos
de Jaime
Dávalos