lunes, 20 de septiembre de 2021

EL MONTE

 Cuando el toro es orejano

lo embramo en un guayavil,

como la coyunda aguante,

bramando se ha de morir.

 

Hace años llevo clavada

la espina del coronillo,

sobre el rastro de las venas

me va buscando el codillo.

 

Yo soy el poste esquinero

con que alambraba mi tata,

horco quebracho cotudo,

palo de la hebra mulata.

 

¡La flor del cebil!

Medio del monte

Vivir y morir.

 

Antinoche topé un zorro

por preguntarle dónde iba;

contesta el zorro y me dice:

-¡Ande no haiga polecía!

 

No olvides jacarandá

que me quisiste en el cielo,

cuando era tu flor el aire

lila de mi pensamiento.

 

Cuando el perro huele tigre,

si es baqueano lo rastrea,

y si es novato se vuelve,

¡patitas la polvadera!

 

Allá viene el campeador

haciendo tronar los cueros,

por ver de pialar un toro

con su lacito patero.

 

Dereceras de una estrella

salí pisándote el rastro,

y solo encontré el rocío

por la masiega temblando.

 

¡La flor del chañar!

Vengo y la veo

me pongo a llorar.

 

Crecido, desde la nieve,

baja el río Mojotoro,

rubias las astas de espuma,

pelo de barro sonoro.

 

¡Póngalé limosna al santo

aunque tenga el buche lleno!

porque viniendo de arriba,

tan solo al rayo le temo.

 

¡Amagando alzar el vuelo

se agachaba una charata!

El que no quiera pagar

mejor no muestre la plata.

 

El perro es como la sombra

del indio, con cuatro patas;

instinto de buscavida

a ras del Chaco pegada.

 

Palma Chueca, Palma Sola,

¡bajo la palma el simbol!

De tanto pisar Formosa

se hace palo el corazón.

 

Patanchándose en un ronque,

raigudo afirma el laurel.

Checita el  bárbaro macho,

¡pa’ voltearlo si’han lamber!

 

¡Ataje don Baltasar!

¡Monte a caballo y ataje!

Se viene un toro barroso

por las aguas del Pasaje.

 

¡Écheme ese yaguané!

Con este lazo me basta,

para echarle un pial volcao,

y hacerle clavar las guampas.

 

En el voleo del hacha

ya voy calculando el tajo.

Quiere más maña que fuerza

para que rinda el trabajo.

 

Árbol soy de la hoja firme

que no se sabe secar,

conforme vienen y lo hachan

más verde vuelve a brotar.

 

Hachita de cabo largo

vamos labrando madera.

¿Con qué palo me harán sombra

el día que yo me muera?

 

Yo no tengo más mujer

que el hacha por compañera,

vestidito de arpillera,

filo de un solo querer.

 

Yo soy del chaco Gualamba,

corazón de palo hueco.

Adentro de las guitarras

ni con la muerte me seco.

 

Tres cubos llevo canteando,

y les voy sacando el hilo;

como no me afloje el filo

la muerte me hallará hachando.

 

Ya viene el recibidor

con metro, lápiz y tiza.

Qué bonita su camisa

hilada con mi sudor.

 

Ayer topé unos majanos

que venían en cuadrilla;

tamborileando los dientes,

¡temblando las carretillas!

 

Es como la mil de llama

la boca de mi chaqueña,

y ni el quebracho campana

da brasa de mejor leña.

 

Haché vigas y durmientes

de Galpón a Pichanal;

y siempre me encuentro igual,

durmiendo bajo los puentes.

 

¡La flor del laurel!

Tarde la noche

la i venido a ver.

 

Tengo como el guayacán

en el tronco un socavón;

solo me queda la sombra

donde estaba el corazón.

 

Versos de Jaime Dávalos

sábado, 4 de septiembre de 2021

LOS HÚSARES DE PUEYRREDÓN

 Montados en su corcel

van los épicos centauros

a conquistar criollos lauros

en la “Chacra de Perdriel”.

¿Quién es el bravo plantel

dispuesto a entrar en acción,

contra la inglesa invasión

y todos sus legionarios?

Son ellos, los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

Patriotas de noble cuño

que su sangre generosa

derramaron abundosa,

rindiendo culto al terruño.

Sostuvieron en su puño

las armas del batallón

de la futura nación,

cual dantescos emisarios;

los bravos, los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

El casco de la metralla

ha sido para ellos, luego,

bautismo de sangre y fuego

en su primera batalla.

Su jefe, en peligro se halla,

y un husar del escuadrón

en las grupas del bridón

lo arrebata a los contrarios;

honrando a los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

Más tarde, llenos de gloria,

allá, en la Plaza Mayor,

batieron al invasor

que soñó con la victoria.

¿Quién marcó la trayectoria

de un ejército en embrión,

dando una dura lección

a todos sus adversarios…?

Los bravos, los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

Y luego quedó grabada

en la historia y en el bronce

de mil ochocientos once

la famosa retirada

Chuquisaca fue atacada

y entonces la evacuación

motivó la heroica acción

de los gauchos temerarios

que fueron los legendarios

Húsares de Pueyrredón.

 

Versos de Arturo Giner