(sin
título)
Se
han encendido en lo alto
cien
mil cencerros de plata
y
de pronto, les responde
el
esquilón de mi alma.
Es
el sur: me está llamando
y
la huella me señala
aquel
lucero, prendido
en
la noche “malacara”.
El
que mira la llanura,
tiene
luenga la mirada
y
afina su corazón
donde
la vista no alcanza.
La
tierra al hombre le brinda
largo
a largo, su esperanza
como
una virgen, abierta
a
la reja y la moharra.
El
viento pampa, el oscuro
besador
de verdes ramas,
agita
las casuarinas
con
aliento de fábula.
Decidor
de antiguas coplas,
silba
y suena en la enramada.
(Le
está sobrando vihuela;
madera,
nido y calandria).
El
sur se hizo legua a legua,
con
sufridas caballadas,
en
un siglo de tropillas
azulejas
y gateadas.
En
pajonales y esteros
crecen
altivas tacuaras
que
el viento surero, empina
hacia
un destino de lanzas.
Desde
postas y fortines,
altos
mangrullos sin guardia
están
oteando el pasado:
malón
y cautiva blanca.
El
mar bicolor, inunda
la
inmensidad de sus playas
y
va sembrando banderas
de
agua azul y espuma clara.
Y sin
luna y sin estrellas,
puebla
las noches cerradas
una
larga sombra augusta
que
dio al pago nombre y fama.
“Mi
tirador, mis espuelas
y
este puñado de cartas.
Pañuelo:
para el que llore
por
la sangre derramada”.
“Nadie
me vende los ojos;
me
está mirando la Patria”.
y
cayó de cara al cielo
su
bandera y su mortaja.
…………………………
Alguien
arrojó al fogón,
ceniza
sobre las brasas.
Cuando
sople el viento sur,
el
rescoldo se hará llama.
Versos
de Enrique
Vidal Molina