martes, 30 de abril de 2013

CUYANA


1
Vive la linda cuyana
sus florecientes abriles
al rumor de los pensiles
de la aspereza serrana.
Sarta de notas desgrana
en sus decires, risueña,
perfuma la andina breña
con su nativo donaire
como pura flor del aire
en el hueco de una peña.
2
Absorve su actividad
todo el quehacer de la quinta,
en la pupila retinta
clara de diafanidad.
Luce su ingenua bondad
y en lujuriante manera,
la curva de la cadera
de llena forma redonda
le besa indiscreto “el zonda”
que le bate la pollera.
3
Vuelan bandadas de ibiñas
sobre los campos arados;
apunta en los encatrados
un tierno verdor de viñas
que festona las campiñas;
bajo un damasco florido
lanza un suspiro perdido
su boca de grana flor
soñando con el amor
de su ausente prometido.
4
A los soles calcinosos
fructifican los viñedos
que estiran los largos dedos
de los sarmientos nudosos;
con racimos generosos
en la red de hábil engarzo,
teje las cañas del zarzo
que extiende tras de las casas
para recoger las pasas
de la cosecha de marzo!
5
Vaso pleno de alegría
de la vendimia ardorosa,
a la gente fatigosa
de la faena del día
refresca con la armonía
de su argentino cantar,
suelta en gracia singular
la renegrida chapeca,
zapateando una cueca
en la fiesta del lagar.
6
Pasan tostados arrieros
llevando al tranco el ganado
después de haber devorado
la aridez de los senderos,
bajo los rayos flecheros
en la vid canta el zorzal.
Y ella en traje de percal
les satisface de dicha,
brindando un jarro de chicha
a la sombra del parral.
7
Cuando a modo de cimera
de tul, las chiripas leves,
anunciadoras de nieves
coronan la Cordillera,
por la vecina ladera
junta la leña en montón
antes que la cerrazón
avance por la quebrada
para pasar la nevada
a la orilla del fogón.
8
El poncho de la nevada
tapiza el paisaje ancho,
alza sus quinchas el rancho
como una (….. ) helada,
la blanca aldea, callada
duerme en un sopor de hatchis,
corta el horizonte gris
un boscaje de retamo
como marchitado ramo
de jazmines del país.
9
En las tardes opalinas
como lejana esperanza
mira que en la lontananza
flotan nubes purpurinas
sobre las cumbres Andinas,
y un vago recuerdo amargo
se despierta del letargo
conque en su pecho ha dormido
desenterrando un olvido
como un invierno muy largo!
                                            (mayo/1923)
Versos de Ataliva Herrera

TRESCIENTOS JINETES

  (romance de gesta)

Trescientos rudos jinetes,
flor de gauchos de frontera,
boleadores de los pagos
de Junín y Cruz de Guerra,
mandados por Pablo Vargas
que por las propias campea,
van cruzando por los campos
en la alta noche serena,
acalladas las coscojas,
maneadas las espuelas
y trabados los cencerros
de las yeguas madrineras.

Miran la pampa dormida
impasibles las estrellas
y el viento en los pajonales
canta su canción eterna.
Y siguen tras Pablo Vargas
que por instinto rumbea.
Sin un rozar que los marque…
Sin un rumor que los venda…
al tranco de sus caballos
y al fulgor de las estrellas,
¡trescientos rudos jinetes
flor de gauchos de frontera!

Cuando surge el sol, que tras
su indecisa luz primera
se derrama rutilante
por las llanuras desiertas,
Pablo Vargas y sus hombres
al galope se dispersan
buscando del enemigo
rastros, señales o huellas…
En deshilada se extienden
o se abren en amplia rueda
o se agrupan o desbandan
se aproximan o se alejan;
inquieren polvos y vientos
y hasta las aves que vuelan,
¡enloquecida perrada
husmeando la pista fresca!

Y al dar con la rastrillada
-que tierra adentro se interna
marcando los pastizales
y los vientos y la tierra-
arrollan con sus silbidos
a las tropillas dispersas,
ansiosos por ensillar
sus caballos de pelea.
¡Ya las manos afanosas
los paran y los enfrenan!
Y ya ciñen los colmillos
el correón de la encimera,
y ya las lanzas empuñan
y ya el corazón aprestan.
(¡Los caballos alerteando
hacia el Desierto orejean!)
Y después de persignarse
como cristianos de veras
-embravecida perrada
oliendo la pista fresca-
trescientos rudos jinetes
a tierra de infieles entran
al galope redoblante
de sus potros de pelea.
(En la punta Pablo Vargas
pelo a pelo y rienda suelta
lanza de seis pasadores
y pistola de dos cebas).
Van cantando los cencerros
de las yeguas madrineras
entre rodar de coscojas
y vaivén de pontezuelas.
Requintados los chambergos
por la brisa mañanera
que alarga con sus caricias
crines, ponchos y melenas…
Joyantes de platería
crujientes las estriberas,
brillantes al sol las lanzas
resonantes las espuelas…

Así por la rastrillada
-bajo el cielo azul turquesa
donde nubes blancas ponen
sus candores de azucena-,
allá van con Pablo Vargas
que por las propia campea,
¡trescientos rudos jinetes
flor de gauchos de frontera!

Versos de Federico A. Gutiérrez

jueves, 25 de abril de 2013

CARDOS


De vos dicen que sos plaga
y de mi que soy un vago
porque ocupas tierra ajena
y a mi por andar cantando
los dos tenemos espinas
vos en tus hojas y tayos
y yo las tengo en mis versos
cuando una injusticia canto
pero también a su tiempo
en flores sabemos darnos.

En inclemencias del tiempo
proteges y das reparo
a cuanto ser sin guarida
se atraca desamparado
como yo; que abrigo en letras
sueños con niños jugando
sin hambre y en las escuelas
con un futuro más claro
donde no existan las guerras
ni el hombre discriminado.

Al madurar tus semillas
las toma el viento en sus manos
para convertir en trinos
el hambre de muchos pájaros
yo también las doy al viento
las coplas que voy cantando
para alimentar palomas
que hambrientas siguen buscando
paz, justicia y libertad
en el mundo que habitamos.

Y por más que nos persigan
no han de poder desterrarnos
pues somos un poco tierra
y somos un poco pájaros
las huellas hacen sentirnos
dueños de nuestros espacios
por eso así nos comparan
se darán cuenta y no errados
lo parecido que somos
los cantores y los cardos.

Versos de Ricardo “Tito” Urnissa

miércoles, 24 de abril de 2013

EL PALOMO


Evocan pluma y cinceles
“pingos” de ganada fama,
y hay un recuerdo que exclama
¡Loor para los corceles!...
Los que en bélicos tropeles
dieron muestra de valor,
conquistaron el honor
de la evocación más grata,
y hoy la poesía rescata
un caballo servidor.

Nació zaino doradillo
de una yegua rabicana,
y cambió en forma temprana
hasta ponerse tordillo;
cuando le creció el colmillo
se fue blanqueando el pelaje,
tiró de cualquier carruaje,
fue guía en surcos abiertos,
y cruzó campos desiertos
en la llanura salvaje.

Por ser medio cabezón,
lunanco y “asillonado”,
nadie le ponía el recado
a ese pobre mancarrón;
lo domó un tal Esquenón
y salió de buena rienda,
pero en arreos de hacienda
sólo hacía de carguero,
y guapeó de “pertiguero”
a paso lento en la senda.

No tuvo la excelsa gloria
que tuvieron otros grandes,
vencedores de los Andes
junto al clarín de victoria;
él hizo girar la noria
siempre con ánimo fiel,
no pidió ni dio cuartel
en bajada o en repecho,
por eso ganó el derecho
a un poema y un laurel.

Viejo pingo que en la estancia
fue como peón de relevo,
desde potrillo a longevo
demostró fuerza y constancia;
no conoció tolerancia
en la  labor servicial,
y completó el  rol social
casi vencido y enclenque,
hermanándose al palenque
de una escuelita rural.
         
En el campo del trabajo
hay hombres como el “palomo”
cumplidores con aplomo
en su misión a destajo;
siempre usados de retajo
sin amparo ni justicia,
y en un hueco de caricia,
por diferentes caminos,
ambos unen sus destinos
al yugo de la injusticia.

Versos de Juan Carlos Pirali 

EL TAMBOR DE TACUARÍ


Es un grupo de argentinos
el que marcha a combatir;
es la Patria quien los mueve
y es Belgrano su adalid.
Con la bala y con la idea
traen de Mayo el boletín;
y las selvas paraguayas
van abriendo al porvenir,
mientras juegas con sus chismes,
el tambor de Tacuarí.

Rompe el aire una descarga,
el cañón entra a crugir,
y en vibrante son de ataque
los empuja hacia la lid.
Bate el parche un pequeñuelo,
que da saltos de Arlequín,
que se ríe a carcajadas
si revienta algún fusil,
porque es niño como todos
el tambor de Tacuarí.

Es horrible aquel encuentro,
cien luchando contra mil;
un pujante remolino
de humo y llamas truena allí;
ya no ríe el pequeñuelo,
suelta un terno varonil,
echa su alma sobre el parche
y en redobles lo hace hervir,
que es muñeca la muñeca
del tambor de Tacuarí.

“¡Libertad! ¡Independencia!”
parecía repetir
a los héroes de los pueblos,
que entendiéndose por fin,
se abrazaron como hermanos;
y se cuenta que de ahí
por América cundieron,
hasta en Maipo, hasta en Junín,
los redobles inmortales
del tambor de Tacuarí

Versos de Rafael Obligado

martes, 23 de abril de 2013

PROVINCIA DE BUENOS AIRES

1
Provincia de Buenos Aires:
sos la llanura tendida,
sos la querencia querida
guardiana sos del donaire.
Sos el clavel del aire
a un tala viejo prendido,
sos el recuerdo encendido
que emana la tradición,
sos rancho, alero y fogón,
para un sueño amanecido.
2
Sos profunda rastrillada
y camino de carretas,
sos el ñandú y sus gambetas,
sos el bañado y la aguada.
Sos piedra y lonja trenzada
en las patas de un bagual,
sos domador, sos mensual,
sos vieja estancia señera.
Y sos abierta tranquera
que jamás te echará un pial.
3
Galopando tus llanuras
tras el “pato” codiciado,
¡caray! si habrás reventado
curtidas cabalgaduras.
En esas jornadas duras
de legendario coraje,
fue forjando el paisanaje
nuestro juego nacional,
deporte medio bagual
pero de gaucho linaje.
4
Los “Colorados del Monte”
con pasión te galoparon,
y fue un trueno colorado
que desgajó el horizonte.
Pues sin gastar en aprontes
y embretados por el brillo,
de los ojos de un Caudillo
que se llamó Juan Manuel,
marcharon firmes con él
paridos por “Los Cerrillos”.
5
Presencia de estancia vieja
forjadora de hombradas,
la que en primera avanzada
templó nuestra raza añeja.
Mudos testigos hoy dejas
cuando la indiada sin hiel,
vincha y chuzas en tropel
estrellaban sus intentos,
contra el coraje sin cuentos
de esos criollos del ayer.
6
Sos el monte, sos la sierra,
sos el médano escarpado,
sos el criollo Río Salado
que es un hachazo en la tierra.
Sos barrancas cuando en guerra
se erizaron de cañones,
para ahogar las pretensiones
del gringo que había usurpado,
y en la “Vuelta de Obligado”
mostrarle los espolones.
7
Sos Areco y “La Porteña
y sos Don Segundo, el viejo:
lindos recuerdos añejos
que convertidos en leña,
ya en la memoria sureña
crepitan en el fogón
pura raza y tradición
que encendiera Don Ricardo,
para después como el cardo
desparramar su emoción.
8
Ah! Pagos de mis amores,
por la Villa de Luján.
Velay! que campos Pirán,
que criollaje el de Las Flores,
un fortín era Dolores,
Junín fue Federación,
La Rufina allá en Naón,
Cuarteles, Santos Lugares,
y hace ya también añares
una posta el hoy Morón.
9
Nombro al Pago ‘e La Matanza
romancesco y genuino,
desandando tus caminos
te colmo yo, de alabanzas.
Cuando tus hombres de lanza
en “El Pino” o por “Tapiales”
se convocaban, y leales,
a la vincha colorada,
rumbeaban a las patriadas
en las gestas federales.
10
Criollos del Norte y el Ande,
del Sur y del Litoral,
a todos cobijó igual
y en ellos la Patria Grande.
Pero la tierra de Hernández
hoy me pone sensiblero,
cuna de hombres enteros
para entreveros y bailes,
¡es mi Pago Buenos Aires
la cancha de mis anhelos!

Versos de Alberto G. P. Sandri

ENTERO QUIERO QUEMARME


La pampa supo mi paso
cuando marché pa’ la guerra
pues fui golpiando la tierra
con la rudeza ‘e mi canto.
Hoy, después de rodar tanto
entre los campos salvajes
dejé ‘e cantarle al coraje
para cantarle a tu amor
que’s lo mesmo que una flor
después de tan largo viaje.
  
Cuando en el cruel entrevero
asquiao de sangre y lanzasos
pensaba en bajar los brazos
y ansina entregar el cuero,
me asaltaba tu ricuerdo
y me abrazaba tan fuerte
que la espantaba a la muerte
y me infundía valor,
prienda, en la guerra, tu amor
jue mi ponchito ‘e la suerte.
  
Hoy que me encuentro de vuelta
en el pago ‘e tu cariño
le pongo un poncho de olvido
a lo mucho que sufrí;
debo sentirme feliz
de que supiste esperarme
por eso voy a quedarme
a tu lado mientras viva,
y en tu pasión  encendida
entero quiero quemarme.

Versos de Esteban Decoral Tosselli

ROMANCE DEL GENERAL LAMADRID


¡Qué hachazo vibra en el viento,
qué temblor de banderolas,
qué sable hiere la selva
qué espino enreda la tropa!
¡Qué grito penetra el aire,
qué arremetida furiosa,
“sable en mano y a degüello”
por los cerros y las lomas!

Va el General La Madrid
iluminado y en sombra,
recia y nbrava la figura,
y la voz, aterradora;
cicatrices que lo afean,
mucho hablan de su gloria.
Ciego de tanta bravura
es un viento que destroza,
un torrente incontenible,
un río que se desborda.
En el triunfo, una llama;
vencedor, en la derrota.

La patria le está doliendo.
Cuánto le duele la esposa,
allá, con sus muchos hijos,
triste, lejana y heroica:
el pecho viril cruzado
por una imagen piadosa;
mujer e hijos, un sello
grabado en la sangre honda.

¡Ay, General La Madrid!
-vidalas, guitarras, coplas-
¡Tanta dulzura en los labios,
y el pecho, como una roca!

Húsares de Tucumán,
y a los que ya nadie nombra:
aquellos gauchos, con lanzas,
y aquellos indios, con hondas.
Deslumbrados se le suman
por las rutas milagrosas.
se van abriendo a sablazos
picadas entre la fronda.

Él y un puñado de hombres
-ariete humano- perforan
las vanguardias enemigas
con chuzas y tercerolas.

¡Ay, que patria se está haciendo
con esa raza gloriosa!
¡Hombres del norte, bravíos,
y con luz, como la aurora!
La patria les canta adentro
con un temblor de paloma.
Tierra ardiente tucumana
va enardeciendo a la tropa;
y al grito del General
son una centella sola.

Tarija, Culpina, El Tala.
Todas fueron sus victorias,
que si en el silencio queda
y por muerto lo abandonan
herido de cien heridas,
pero abrasado de honra,
resurge de aquella muerte                                  
más triunfador que Quiroga.

Versos de Ángela Blanco Amores de Pagella  

CAMPERA


Una laguna perdida
en la inmensa soledad….
Una estrella suspendida
en la azul inmensidad….

Va la brisa saturada
de aromas de trebolar,
musitando la balada
de la llanura, al pasar…

Y del inmenso escenario
como nota marginal
junto a un ombú solitario
un rancho con su corral…

Luciendo lujoso apero,
sujeto del maniador,
un inquieto parejero
raspa el suelo con ardor…

Bajo el alero ilumina
la claridad del fogón,
la silueta de una china
ofreciendo un cimarrón.

Y se adivina un paisano
que se acerca querendón,
con la guitarra en la mano
y fuego en el corazón…

La brisa en sus leves giros
va desgranando el rumor
de entrecortados suspiros
y dulces besos de amor…

Y cantan la letanía
de la hora vesperal,
en su aguda sinfonía
los grillos del pastizal!
                                (Ca. 1923)

Versos de Enrique Burone Risso          

A UNA CUYANA


Cuyana, dócil cuyana
pletórica de atractivos,
la de ojazos expresivos
y labios color de grana;
perfumada flor lozana
génesis de mi pasión,
llena de satisfacción
ven a disipar la cuita,
que lentamente marchita
a mi ardiente corazón.

No te muestres desdeñosa
con quien tanto te venera,
y de tus labios espera
una frase cariñosa;
se conmigo bondadosa…
dame tu férvido amor,
para que cese el dolor
de lacerar a mi alma,
y pueda lleno de calma
llamarme tu trovador.

Cédeme lo que te pido
así pleno de consuelo,
a orillas de un arroyuelo,
formaremos nuestro nido;
en ese nido, rendido
a tus plantas me tendrás
y nunca eterno solaz
le faltará a tu alma buena,
porque de dulzura llena
a mi lado vivirás.

No desatiendas mi ruego
y haz que nunca con enojos,
me miren tus negros ojos
que lanzan chispas de fuego
volveme pronto el sosiego
que me has llegado a quitar,
con la gracia singular
que Dios se dignó cederte,
que hasta después de la muerte
yo te sabré venerar.
                                          (Ca. 1925)

Versos de Patrocinio de Fonseca.

PONCHO DE NIEBLA


La madrugada, temprano,
tendió su poncho de niebla;
pulpa gris de cuatro rumbos,
herida sombra andariega.
El viento paró rodeo
en la estancia de la tierra
y un resero detenido
al costado de la huella,
hace ronda vigilante
mientras descansa la hacienda.
Una madrina tobiana
la lluvia mansa renueva
del melodioso cencerro
rodando por la pradera
y se entabla la tropilla
disciplinada y pareja.
En su petiso mascota
los pajonales despierta
el muchachito boyero
al ruido de sus cadenas.
La aguja de su silbido
las distancias atraviesa
y se clava en los rincones
de la mañana campera.
El sol, con su facón de oro,
mientras sube por la cuesta
va cortando en rebanadas
el corazón de la niebla
y al silencio amojonado
por cardinales de siembra.
Pasa el rítmico galope
del mensual José Barrena
en su alazán coscojero
levantado a media rienda.
Centauro de la llanura,
estatua de sueño y piedra.
Allá lejos, el molino,
en los giros de su rueda,
traza triángulos de luz
en pizarras de laderas
mediante escuadra de plata
por las sucesivas vueltas.
El día sube despacio
escalones de la niebla
y asoma limpio, desnudo,
ante el rubor de la hacienda.
Un verde poncho de olvidado
parece la pampa entera.
Un chimango, cielo arriba,
antiguos rumbos planea
y moja la soledad
como nube amarillenta.
Todo el paisaje se inunda
con recuerdos de querencia
y cuando cosecho olvidos
de la espiga terruñera,
dejo escrito este romance,
calor de lágrima nueva,
que inaugura mi nostalgia
en el libro de la tierra.

Versos de Amancio Varela

sábado, 20 de abril de 2013

PEDRO IRIBARNE... EMOCIONES Y RECUERDOS


Fortalece su vigencia
año tras año en su paso,
con el calor del abrazo
de los que sienten su herencia.
Su honestidad, su solvencia,
su vocación se hizo carne,
y siempre va a emocionarme
si por su ejemplo y figura
La Fiesta de las Llanuras
lo honra a …Pedro Iribarne!

Pienso a veces …¡si estuviera!,
siempre en mano un cigarrillo
y la otra en el bolsillo
dejando el pulgar afuera.
De voz grave y firme era,
pleno de ideas estaba,
entre el humo  cautivaba
con su metáfora bella
y en el bigote una huella
la  nicotina insinuaba.
.
Sensación privilegiada
siempre era estar a su lado,
¡los consejos que habrá dado!
despuntando madrugadas.
En reuniones prolongadas
cuánto afecto compartimos,
cuántos momentos le dimos,
siempre será el gran maestro,
la defensa de lo nuestro
de adolescente aprendimos.

Siempre de traje impecable,
y sin que faltara estampa
en su hombro, un poncho pampa
le daba ese aire notable.
Vocación no negociable
por nuestra autenticidad
y a tanta frivolidad
combatió por donde fuera,
fue la Peña una trinchera,
la munición, su  verdad!

Con él, siempre había esperanzas,
quien tuvo cerca lo supo,
fortaleciendo a ese grupo
que fuera el Cuerpo de Danzas.
Él ponía en la balanza
porque ser justo quería,
con ensayos pretendía
a todos capacitar:
“Si bien no sabía bailar
sabía bien como se hacía”.

Siempre  detrás del telón
o al pie del escenario
apuntaba un comentario
preciso en cada ocasión.
Y más de algún lagrimón
algún rostro desprendía,
porque si algo no salía
era vasco y muy frontal,
y acariciándote igual
de frente te lo decía.

Tal vez fue un adelantado
en esos tiempos vividos,
con apoyos conseguidos
casi siempre retaceados.
Pero al sentir a su lado
un grupo incondicional
redoblando por igual
cada esfuerzo que pedía,
Dorrego siempre tenía
su Fiesta Tradicional.

A veces lo cuestionaba
cierto sector del ayer
que no lograba entender
su bandera enarbolada.
Tal vez, no se le aceptaba
ser líder, ser dirigente,
pero creyó en la simiente
y confió en sus seguidores:
“sabremos de detractores
pero no de indiferentes”.

Pero un noviembre llegó
con macabras intenciones
y a los criollos corazones
con lágrimas los regó.
Un golpe duro pegó
logrando acallar su brío,
en la ausencia de un latido
sus guardas fue desplegando
el poncho pampa…entibiando
se fue con su cuerpo frío.

Y hoy ?...dónde se encontrará?
ese gestor de ilusiones;
dónde hará sus conclusiones?
que a tantos ilustrará.
Seguro que lo sabrá
algún pulpero, un baquiano,
y al indicar con la mano
habrá una tranquera abierta
con una chapa en la puerta:
PEDRO IRIBARNE…Paisano!

Versos de Raúl Horacio Martínez  
                      (Coronel Dorrego)


ROMANCE PARA UN ARRIERO


Tan fiel conservo tu estampa,
tu estampa gaucha, resero,
que a veces yo me pregunto
si es verdad que te recuerdo
o es que te llevo en el alma
como la vaina al acero.
La admiración que sintiera
por ti en mis tiempos primeros
es la misma admiración
que hoy siento llegando a viejo.
Yo sé que es mucho pedir
pintarte de cuerpo entero,
pero valga la intención
que pongo al hacer los versos.
¿Tu nombre? don Ezequiel,
don Zenón, don Anacleto…
(¡Qué bien quedaba ese “don”
nacido de mi respeto,
cuando yo te saludaba
echando mano al chambergo!)
¿El apellido? Giménez,
Navarro, Gauna, Requejo,
Godoy, Quiroga, Ramírez,
Roldán, Lavarga, Peredo
(que los nombres se hacen gauchos
según quien los lleve puesto).
Me basta cerrar los ojos
para encontrarte de nuevo
montado sobre un lobuno,
sobre un zaino, un lunarejo,
un “colorao sangre’e toro”,
un alazán o un overo,
(que el pelo tampoco le hace;
todo es la mano del dueño).
Me basta reconcentrarme
para salir a tu encuentro
por esos largos caminos
donde mis ojos te vieron.
Resero de bota y poncho,
blusa, bombacha y pañuelo,
que nunca saldrá de pobre
porque le sobra con eso.
Yo te siquiera pintar,
pintarte de cuerpo entero,
pero me faltan palabras
para pintarte por dentro.
Nacido para el camino,
es tu destino, resero,
un eterno ir y venir;
un ir y venir eterno.
Plumón de cardo pampeano
que va enancado en el viento,
apenas tenés querencia
que haga apurar el regreso:
tu vida es estar llegando;
estar llegando y partiendo.

Triste destino es el tuyo:
nacer y morir  resero;
ir enhebrando distancias
siempre detrás del arreo,
como quien va inútilmente
queriendo alcanzar un sueño.

¡Nacer y morir arreando!
¡Nunca tuyo! ¡Siempre ajeno!

Versos de Boris Elkin

viernes, 19 de abril de 2013

ZAMBA

Zamba: Yo nunca juí pueta…
sino un simple versiador,
que usé, como uso el fiador
en mi pingo parejero
-que’s obra de mi platero-,
los versos de otros señores,
pa’ poder endilgar flores
en cualisquier clase ‘e fiestas,
o en reuniones como éstas
mesturao entre cantores.

Zamba: Yo nunca juí pueta…
pero al oírte presiento,
que ante tu más puro acento
cualquiera amontona rimas,
tenés un algo que prima
a través de tu compás,
que viene de un siglo atrás
entretejiendo la historia,
mesmamente que una novia,
¡te juro!, te viá adorar.

Zamba: Yo nunca juí pueta…
más… si te veo bailar,
no hay nada con que igualar
por tu estampa y donosura,
ponés gracia en la hermosura
de las criollas de este suelo,
con tu aletear de pañuelos
que’s mudo como el amor…
y es blanco como el pudor…
y es eterno como el cielo.

Zamba: Yo nunca juí pueta…
más… si uno mira tu historia,
comprueba que muchas glorias
están dentro de tu esfera;
cruzaste la cordillera
pa’ venirte a’querenciar,
y la volviste a cruzar
junto a la voz del clarín,
siguiendo al gran San Martín
en ansias de libertar!

Zamba: Yo nunca juí pueta…
más, juiste impulso en las cargas,
cuando en el Pozo de Vargas
libraste un triunfo guerrero,
gustando del entrevero
de boleadora y facón…!
Luego… juntito al fogón
las guitarras endulzaste.
Y en tus cantos acunaste
Las glorias de la Nación…!

Zamba: Yo nunca juí pueta…
más… con la licencia ‘e Dios,
nadie detendrá mi voz
pa’ defenderte ande cuadre
como si jueras mi madre…
¡Oh!... ¡Zamba, dulce, divina,
guerrera, amante, genuina,
de estirpe criolla y bizarra,
sos alma de mi guitarra
y orgullo de mi Argentina!

Versos de Juan de los Santos Amores

CARTA A ROSAURA

Rosaura, ha de extrañarte
recibir noticias mías,
la verdá es que no debía
ni siquiera recordarte.
Si te escribo es pa’enterarte
que desde que te has marchao,
todo el mal que me has causao
de a poco se fue perdiendo,
al tiempo que ha ido creciendo
el gurí que me has dejao...
 
Es bueno pa’ tu vergüenza
si en tu vergüenza se mete,
que te enterés en qué brete
has metido a mi conciencia.
Una carta: la impaciencia
de dir a pedirte cuentas;
la otra carta: la inocencia
del hijo que exige amparo.
Las cartas se barajaron
y al final tuve clemencia...
 
Con el hijo entre los brazos
y un dolor fiero en el pecho,
yo ví mi rancho deshecho
y mi sueño hecho pedazos.
Pero Dios, en el fracaso
quiso quedarse a mi lao,
prendió fuego a aquel pasao
y tiró sobre sus llamas
aquella palabra... “Mama”,
que el gurí ya había olvidao...
 
Ya ves, cinco año’han pasao
de eso, que temo nombrar,
porque no quiero ensuciar
la carta que te he mandao.
Nada de vos ha quedao
ni huellas de tu veneno,
sólo un algo al que no temo
porque no hiere mi orgullo...
... Él tiene los ojos tuyos,
igualitos, pero buenos...

Versos de Julio Gutiérrez Martín