martes, 23 de abril de 2013

A UNA CUYANA


Cuyana, dócil cuyana
pletórica de atractivos,
la de ojazos expresivos
y labios color de grana;
perfumada flor lozana
génesis de mi pasión,
llena de satisfacción
ven a disipar la cuita,
que lentamente marchita
a mi ardiente corazón.

No te muestres desdeñosa
con quien tanto te venera,
y de tus labios espera
una frase cariñosa;
se conmigo bondadosa…
dame tu férvido amor,
para que cese el dolor
de lacerar a mi alma,
y pueda lleno de calma
llamarme tu trovador.

Cédeme lo que te pido
así pleno de consuelo,
a orillas de un arroyuelo,
formaremos nuestro nido;
en ese nido, rendido
a tus plantas me tendrás
y nunca eterno solaz
le faltará a tu alma buena,
porque de dulzura llena
a mi lado vivirás.

No desatiendas mi ruego
y haz que nunca con enojos,
me miren tus negros ojos
que lanzan chispas de fuego
volveme pronto el sosiego
que me has llegado a quitar,
con la gracia singular
que Dios se dignó cederte,
que hasta después de la muerte
yo te sabré venerar.
                                          (Ca. 1925)

Versos de Patrocinio de Fonseca.

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