jueves, 18 de abril de 2013

FLOR DE CARDO

Entre mil flores silvestres
en el campo, muy gallardo,
se alzaba un vistoso cardo
con su penacho de tul,
y del rocío las perlas
blanquecinas, lo cubrían,
y nevadas se veían
las hebras de cardo azul.

¡Qué contraste caprichoso
en ese instante ofrecía,
viendo que el sol deshacía
aquel manto virginal;
y en finísima llovizna
caer las gotas al suelo
y tan azul como el cielo
el cardo otra vez quedar!

Acierta á pasar un día
de la planta muy cercana,
incauta niña, y ufana
al cardo se dirigió:
¡Que flor tan linda! se dijo,
que bello color ostenta,
es como el cielo, y contenta
cortarla en vano intentó.

Porque ¡ay! ella no sabía
que el azul vivo y hermoso
de ese cardo era engañoso,
y á asirlo va cón afán;
y estiende su nívea mano
porque ella no se imagina
que las agudas espinas
ocultas tras él están.

Toma la flor y al instante
su blanca mano de nieve
la separó, porque aleve
aguda espina la hirió:
y bañada por el llanto
huyó la niña inocente
con la tristeza en la frente
y herido su corazón.

Como ese cardo engañoso
que con majestad estraña
alza sus flores, que baña
el rocío matinal;
así la triste apariencia
vestida de hermosas galas,
cierne sus siniestras alas
ocultando la maldad.
                           Quilmes, Noviembre 1899

Versos de Isabel C. Canavesi

(Textual de Revista “El Fogón” Nº 52 del 30/11/1899
Montevideo, R. O. del Uruguay)

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