miércoles, 24 de abril de 2013

EL PALOMO


Evocan pluma y cinceles
“pingos” de ganada fama,
y hay un recuerdo que exclama
¡Loor para los corceles!...
Los que en bélicos tropeles
dieron muestra de valor,
conquistaron el honor
de la evocación más grata,
y hoy la poesía rescata
un caballo servidor.

Nació zaino doradillo
de una yegua rabicana,
y cambió en forma temprana
hasta ponerse tordillo;
cuando le creció el colmillo
se fue blanqueando el pelaje,
tiró de cualquier carruaje,
fue guía en surcos abiertos,
y cruzó campos desiertos
en la llanura salvaje.

Por ser medio cabezón,
lunanco y “asillonado”,
nadie le ponía el recado
a ese pobre mancarrón;
lo domó un tal Esquenón
y salió de buena rienda,
pero en arreos de hacienda
sólo hacía de carguero,
y guapeó de “pertiguero”
a paso lento en la senda.

No tuvo la excelsa gloria
que tuvieron otros grandes,
vencedores de los Andes
junto al clarín de victoria;
él hizo girar la noria
siempre con ánimo fiel,
no pidió ni dio cuartel
en bajada o en repecho,
por eso ganó el derecho
a un poema y un laurel.

Viejo pingo que en la estancia
fue como peón de relevo,
desde potrillo a longevo
demostró fuerza y constancia;
no conoció tolerancia
en la  labor servicial,
y completó el  rol social
casi vencido y enclenque,
hermanándose al palenque
de una escuelita rural.
         
En el campo del trabajo
hay hombres como el “palomo”
cumplidores con aplomo
en su misión a destajo;
siempre usados de retajo
sin amparo ni justicia,
y en un hueco de caricia,
por diferentes caminos,
ambos unen sus destinos
al yugo de la injusticia.

Versos de Juan Carlos Pirali 

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