martes, 23 de abril de 2013

ROMANCE DEL GENERAL LAMADRID


¡Qué hachazo vibra en el viento,
qué temblor de banderolas,
qué sable hiere la selva
qué espino enreda la tropa!
¡Qué grito penetra el aire,
qué arremetida furiosa,
“sable en mano y a degüello”
por los cerros y las lomas!

Va el General La Madrid
iluminado y en sombra,
recia y nbrava la figura,
y la voz, aterradora;
cicatrices que lo afean,
mucho hablan de su gloria.
Ciego de tanta bravura
es un viento que destroza,
un torrente incontenible,
un río que se desborda.
En el triunfo, una llama;
vencedor, en la derrota.

La patria le está doliendo.
Cuánto le duele la esposa,
allá, con sus muchos hijos,
triste, lejana y heroica:
el pecho viril cruzado
por una imagen piadosa;
mujer e hijos, un sello
grabado en la sangre honda.

¡Ay, General La Madrid!
-vidalas, guitarras, coplas-
¡Tanta dulzura en los labios,
y el pecho, como una roca!

Húsares de Tucumán,
y a los que ya nadie nombra:
aquellos gauchos, con lanzas,
y aquellos indios, con hondas.
Deslumbrados se le suman
por las rutas milagrosas.
se van abriendo a sablazos
picadas entre la fronda.

Él y un puñado de hombres
-ariete humano- perforan
las vanguardias enemigas
con chuzas y tercerolas.

¡Ay, que patria se está haciendo
con esa raza gloriosa!
¡Hombres del norte, bravíos,
y con luz, como la aurora!
La patria les canta adentro
con un temblor de paloma.
Tierra ardiente tucumana
va enardeciendo a la tropa;
y al grito del General
son una centella sola.

Tarija, Culpina, El Tala.
Todas fueron sus victorias,
que si en el silencio queda
y por muerto lo abandonan
herido de cien heridas,
pero abrasado de honra,
resurge de aquella muerte                                  
más triunfador que Quiroga.

Versos de Ángela Blanco Amores de Pagella  

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