El sol, de
rubia melena,
en la
mañana celeste
extiende en
la pampa agreste
sus rayos
de oro y arena.
El monte
arisco se llena
con reflejos
de esmeralda
y su
colorida espalda
es de
pronto iluminada
por las
garzas, que en bandada,
semejan nívea guirnalda.
El cielo se
desparrama
sobre un
mar de cinas-cinas
y notas de
golondrinas
forman
vasto pentagrama.
Mece el
viento débil rama
donde un
pecho colorado,
con su
plumaje encarnado
y entre
verdosos tapices,
luce
encendidos matices
en el
paisaje arbolado.
Hiende el
morado zorzal
el aire con
sus gorjeos
y pajizos
benteveos
tiñen la
fronda estival.
La acuarela
matinal,
de colorida
armonía,
se hace
canto, y su poesía,
cubre los
prados y lomas,
en tanto
grises palomas
colman de
arrullos el día.
Prendiendo
de las alturas
plateada
nube se ve
que en
extraño ‘degradé’
forma
cambiante figuras.
Fluye vida
en las llanuras
plenas de
vastos sembrados
y el agua
de los bañados
refleja
aladas siluetas,
ya, de
negras gallaretas,
ya, de
flamencos rosados.
Nos dio el
Supremo Hacedor
con su
sapiencia tan pura,
un mosaico
de hermosura
lleno de
gracia y color.
Tal vez
excelso pintor
de cerebro
cristalino,
fiel a un
mandato divino
trazó, con
total grandeza,
la
inagotable belleza
de nuestro
campo argentino.
Versos de Arnoldo Daniele
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