Cuando
frente a nuestro flete
-anunciando
la estación-
golondrinas
en montón
urden
un fácil juguete:
sin
ver que nos compromete
a
intentar lo que el zorzal,
con
éxito sin igual,
y
más que nunca sencillo,
saca
su oro el espinillo
y
lo tira al pastizal.
Generoso
de su bien,
nunca
arrea su bandera,
con
tal que la primavera
haga
su poco también:
arrogante
sin desdén
defiende
bravo su flor;
y
no hay criollo soñador
que,
si pasa por su lado,
no
ponga al paso el montado
para
gozarlo mejor.
Y
encanta verlo en la loma
cuando
el día, ya algo débil,
se
va compungiendo al flébil
zureo
de la paloma.
Estrella
que arriba asoma
le
hace guiños de pasión;
y
él, accediéndose con
el
ansia correspondiente,
en
la fragancia inherente
le
envía su corazón.
Arbolito
de mi amor
que
de aromas estás lleno;
se
siente el hombre más bueno
frente
a tus gajos en flor.
Yo,
que a veces, con dolor,
me
contemplo aquí tan solo,
para
vengarme del dolo
que
me obliga a ser así,
gusto
de arrimarme a ti
como
cualesquier chingolo.
Y
me siento compensado
de
goces que no gocé;
de
labios que no besé
y
que pude haber besado;
de
mujeres que no he amado
y
que pude amar un día;
porque
la sana poesía
que
tu presencia difunde,
borra,
quita, corre y hunde
la
más cruel melancolía.
Versos
de Eufemio
Muñoz
(tomado
de Revista Nativa N° 264 del 31/12/1945)
No hay comentarios:
Publicar un comentario