Semioculto
en el cardal
que
ha florecido en la loma,
apenas
su techo asoma
desafiando
al vendaval,
la
ramazón del sauzal
lo
acaricia dulcemente
y
es una trova doliente
la
que modula el pampero
cuando
azotando el alero
lo
hace gemir hondamente.
Cuántas
veces a la vera
del
fogón, bajo la luna
romántica
como una
novia
ebria de quimera;
vibró
sensual y hechicera
la
pasional vidalita
mensajera
de la cuita
del
gaucho a su bien amada
que
oyó toda embelesada
la
melodía infinita.
Y aunque
yace abandonado,
triste
cual un camposanto,
conserva
siempre el encanto
de
su glorioso pasado;
los
recuerdos que han quedado
surgen
de allí triunfadores
y
los pájaros cantores
que
anidan en la floresta,
suelen
ponerlo de fiesta,
como
en sus tiempos mejores.
De
las paredes grietadas
entre
los terrones secos,
parecen
latir los ecos
de
las últimas payadas;
“en
las tardes incendiadas”
al
reflejo postrimero
bajo
del sauce el boyero
e
igual que los payadores,
entona
trovas de amores
sobre
el palo del alero.
Viejo
rancho agonizante
que
a la orilla del camino,
te
ha reservado el destino
cual
criollo tema insinuante;
no
está la hora distante
en
que las rejas hurañas,
desgarrando
tus entrañas
abran
hondo y ancho cauce
y
no quede más que el sauce
testigo
de tus hazañas…
Versos
de Enrique
P. Maroni
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