Mi caballo era mi vida,
mi bien, mi único
tesoro.
Juan
María Gutiérrez
Mi
caballo era ligero
como
la luz del lucero
que
corre al amanecer;
cuando
al galope partía
al
instante se veía
en
los espacios perder.
Sus
ojos eran estrellas
sus
patas unas centellas,
que
daban chispas y luz;
cuanto
lejos divisaba
en
su carrera alcanzaba,
fuese
tigre o avestruz.
Cuando
tendía mi brazo
para
revolear el lazo
sobre
algún toro feroz,
si
el toro nos embestía,
al
fiero animal tendía
de
una pechada veloz.
En
la guardia de frontera
paraba
oreja agorera
del
indio al sordo tropel,
y
con relincho sonoro
daba
el alerta mi moro
como
centinela fiel.
En
medio de la pelea,
donde
el coraje campea,
se
lanzaba con ardor;
y
su estridente bufido
cual
del clarín el sonido
daba
al jinete valor.
A
mi lado ha envejecido,
y
hoy está cual yo rendido
por
la fatiga y la edad;
pero
es mi sombra en verano,
y
mi brújula en el llano,
mi
amigo en la soledad.
Ya
nos vamos de carrera
por
la extendida pradera,
pues
somos viejos los dos.
¡Oh
mi moro, el cielo quiera
acabemos
la carrera
muriendo juntos los dos!
Versos de Bartolomé Mitre
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