I
Va
el Capitán Escribano
patrullando
la frontera,
que
el cacique Linco Pagni,
le
ha declarado la guerra.
Un
viento de pesadilla
sobre
los ranchos golpea
que
a la orilla del Salado,
el
cacique merodea.
Dicen
que dicen las gentes,
que
por miles, lanzas, cuenta
y
que muchos cacicazgos
Linco
Pagni a la cabeza,
arrasarán
poblaciones
que
se encuentran indefensas.
Con
sus vinchas emplumadas,
convertidas
en diadema,
desciende
como un alud,
sobre
la Guardia, que tiembla…
Ya
se escucha el alarido
conque
declara la guerra…
ya
están ardiendo los ranchos
y
que se salve quien pueda…!
Ya
consigue arrebatarles,
lo
mejor de las haciendas
que
escapan despavoridas
huyendo
a campo traviesa.
Muchas
mujeres cautivas
en
sus brazos llevan prietas,
a
horcajadas en caballos,
que
van con rumbo a sus tiendas.
El
Capitán Escribano,
la
retirada intercepta,
por
aligerar las cargas,
las
mujeres dejan sueltas…
van
cayendo sobre el campo,
unas
vivas, otras muertas,
o
arrolladas por los cascos,
de
caballos en carrera.
Los
penachos de sus vinchas,
en
cuanto el día alborea,
relucen
sobre los campos
como
enhiestas cortaderas.
Pasada
la noche triste,
las
gentes se desesperan,
al
sepultar los caídos,
en
el malón del 80,
cuando
la Guardia tenía
solo
un año de existencia.
Pero…
allá está el Capitán,
su
temple, es su Fortaleza,
y
las alienta a empezar
a
reconstruir la Guardia,
sobre
lo poco que resta.
II
Después
que pasó el malón,
y
en vista de los estragos
que
hizo arrasando Luján,
blandengues
y milicianos,
aumentaron
las defensas
al
comando de Escribano.
El
casco de sus caballos,
-ya
pangaré ya alazanos-
eran
sombra entre las sombras
percutiendo
sobre el llano.
Límite
de las Frontera,
seguía
siendo el Salado;
pero
el Auca conocía
para
atravesarlo, vados.
De
manera que al acecho,
blandengues
y milicianos
siempre
debían estar
al
comando de Escribano.
Fuera
en las noches oscuras
túnel
de sombra cerrado,
o
en aquellos que la luna
desgarraba
entre los cardos
sus
enaguas ampulosas
de
volado almidonado,
blandengues
y milicianos
patrullaban
la Frontera,
al
comando de Escribano.
Versos
de Mercedes
J. Aldalur
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