sábado, 3 de enero de 2015

SIN DAGAS

Fue en la “esquina” Las Marías
casi estaba anocheciendo
cuando suspendió un sargento
las cuadreras de aquel día.
Comenzó la gente a irse
rumbeando a los cuatro vientos,
y otros cáian al boliche
comentando y discutiendo,
sobre pingos y convites
o sentencias de rayeros.

De los gauchos entre todos
repechaba Don Rosendo;
hombre violento en sus modos
y medio de “mal arreo”,
caudillo de esos contornos
dueño de campo y rodeos,
que, aunque en muchos acomodos
nada bueno le dijeron,
para otros fue generoso
y así se fue defendiendo.

Hacía tiempo que no erraba
reunión en el pago entero:
buscaba a Jacinto Almada
para cobrarle en el cuero,
una deuda que anotada
tenía en su libro hacía tiempo,
desde aquella madrugada
que allá, en su establecimiento,
quedó sin dueño una almohada
y amaneció una hija menos…

Y esto algunos comentaban
cuando de pronto en silencio
quedaron al ver que Almada
se apareció como un sueño.
Corrió la diestra a su daga
blanco de ira, Don Rosendo,
y mientras la paisanada
se fue en un círculo abriendo,
con altivez, el que entraba,
le habló a su rival, resuelto:

“-Vea señor, guard’esa arma
y en antes oiga un momento,
ya que ha de ser est’encuentro.
pa’ dejar deudas saldadas;
total, pa’ dar puñaladas,
siempre suebra cancha y tiempo.
Pero un hombre de mi laya
que a la juersa ha sido perro,
risién echa mano al fierro
cuando no dentran palabras!”

(Se volvieron las miradas
al rostro de Don Rosendo.
Se acomodó el pecho Almada
y así le siguió diciendo:)

“-Cuando yo era su mensual
hará d’esto… un año y medio,
yo era l’hombre más jormal
según sus mesmos acuerdos,
trabajador y puntual
de confiansa y de rispeto,
sin rives y liberal
pa’ tuita cancha parejo;
y… mil alabansas más
que por mudestia riservo.

Yo, por usté, ande cuadrara
juí pa’ jugarme dispuesto,
y ni un paso riculaba
nianque salieran de a cientos!
En una rigüelta brava
que al humo se nos vinieron,
me bandiaron con dos balas
pero guapié resisitiendo,
y a coraje, poncho y daga
yo lo salvé, Don Rosendo!

Dispués, pa’ dicha y disgrasia
dos cosas a un mesmo tiempo,
supe que su hija me amaba
y ese mesmo sentimiento
se acoyaró en esperansas
con el sentir de mi pecho.
Pero, entonses jue la daga
de su imponencia y dispecho
la qu’hiso tiras dos almas
prendiendo di odios un juego!

Jué basta pa’ echar por tierra
toditas sus alabansas;
yo, juí entonses un cualquiera,
perro sin dueño en l’estancia,
trompeta que ni siquiera
la diferiensia miraba,
de mi apeyido y el d’eya
tapao de plata y de fama!
Dispués, m’indicó la güeya
y se jué dando l’espalda…

Cuando usté me dijo eso
en esta mano temblaba,
el coraje y el deseo
di hacerle un charque en la cara.
Pero vi unos ojos negros
que suplicando miraban,
y esa noche jué el senserro
la canción que a l’alborada,
buscando el cura del pueblo
dos corazones yevaba…

Y eso es todo, aura, ya estamos.
Puede echar mano a sus armas,
pero antes quiero paisanos
que si me toca la mala,
se ayegue alguno hast’un  rancho
que hay pasando la lomada,
ande eya estará esperando
con el cachorro en la falda,
y diganlé… qu’el cabayo
me apretó en una rodada…”

“-No hará falta ese mandao
-dijo entonces Don Rosendo-
con las armas que has peliao
ni ataco ni me defiendo;
por gaucho lo he perdonao
y usté, m’hijo… ¡hará lo mesmo!”

Y los dos emocionados
entre aplausos de contento,
se quedaron abrazados
lagrimeando, suegro y yerno!


Versos de Pedro Boloqui

No hay comentarios:

Publicar un comentario