lunes, 19 de enero de 2015

ROMANCE AL GAUCHO

Yo soy el gaucho -señores-
pa’ lo que gusten mandar;
carne color cardo seco
con alma de ñandubay.
Ojos negros o castaños
según mi raza -velay-;
negros, si me “tapa” el indio;
castaños, caso’e faltar,
y si me sobra algún godo
allá por el despuntar
del árbol de mi progenie
jugoso de hispanidad,
puede que asome a mis vistas
un cacho de cielo, o mar.

Hablo fuerte por costumbre
de vivir en soledad;
hablo fuerte, pero, claro,
como el pampero, ¡caray!,
a veces con un seseo
hijo del viento, nomás;
siempre con la voz fresquita
a punta de madrugar,
y con esa altanería
propia de la libertad.

En paz me llamo: trabajo;
china, guitarra, cantar;
gusto de cruzar -jinete-
campos, porque sí nomás;
placer de enlazar un toro,
o de algún ñandú bolear;
gusto de amansar un potro
y echarle encima un platal,
mas después de todo eso,
de andar y de más andar,
gusto de entrar en la argolla
de dos brazos y áhi quedar.

En guerra me llamo chuza,
coraje, temeridad,
horror, sorpresa, atropello
y una mezcla por igual
de algo de misericordia
con otro algo de crueldad;
y soy lo que no se espera,
lo que no estaba y está,
el mal que se llama bien,
el bien que se llama mal.

A veces me llamo clines
negras hasta el azular,
y otras veces pelo rubio
o barba’e choclo candial;
y a veces me llamo mota,
la de imposible peinar;
y quien se olvide del negro
en esta oportunidad
se olvida de la lindura
que es en el cuerpo un lunar.

II

En la historia de estas tierras
fuí un acento y un color;
un fruto, un tajo, una espuma,
todito en un borbollón.
Nací, crecí, maduré,
todo en cien años, señor;
vine al mundo, monté un potro,
hice una revolución;
luego me echaron a un lado
y mi historia se acabó:
pisando mi amanecer
llegó mi puesta de sol.

Y áhi me tienen, bueno o malo,
cual criatura de Dios:
todo depende del trato
que levanta mi trotón;
a veces soy un suspiro,
a veces un ventarrón;
se puede nacer torcaza
y finar en lechuzón.

Pero siempre, malo o bueno,
matrero alzado o mandón,
del polvo que voy pisando,
del perfume, de la flor,
del aire que me hincha el pecho
y de mi luna y mi sol
soy dueño de cabo a rabo
porque sí, porque lo soy;
y por encima de todo
-ya paloma o lechuzón-,
Pobre o rico, viejo o joven,
ángel, diablo o redentor,
de estas colinas y pampas
soy el acento, la voz,
y me llamo canto anónimo;
canto o improvisación,
flores todas de aquel árbol
que Lucifer agrandó
y dio sombra a Santos Vega,
Santos Vega, el payador.

Yo soy el gaucho -señores-,
yo soy un filo con voz,
o un canto parao de punta
como les cuadre mejor.

Versos de Fernán Silva Valdés

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