sábado, 24 de enero de 2015

EL ÚLTIMO VIAJE

Ya casi todas las chatas
vencidas se habían quedado…
Llegó el camión, luego el tren
y a su ciclo terminaron.

Pero aquel tropero viejo
no quiso bajar los brazos,
ni levantar a las varas
en actitud de descanso.

Con su chata’e cuatro ruedas
seguí como porfiando…
Es que en su vida, ninguno
lo vio una vez reculando.

Sus mulas que estaban nuevas
no sabían de cansancios;
y decidió no aflojar
aunque anduviera despacio;
porque el carruaje ya no era
el de los tiempos pasados,
crujían mucho las camas
y se aflojaban los rayos.

Y para el colmo de males
los herreros se cansaron;
y ya no enllantaban ruedas,
estaban acobardados.

Entonces aquel tropero
a su modo iba arreglando
con más amor que baquía
todo lo que iba fallando.

Él no quería parar;
y ese curtido trabajo
de andar con carros y mulas
lo hacía desde muchacho…
Otra cosa no aprendió
pese a tener muchos años.

Lo vi salir una tarde
con su chata para el campo…
al paso de sus mulitas
que no aflojaban un tranco.

El tropero en la sillera
y con el brazo en alto
hacía sonar como cohetes
a la sotera del látigo.

Llevaba bastante carga…
Las ruedas se iban quejando
y pa’ llegar a destinos
e le iba a poner muy bravo.

Y así nomás ocurrió…
En un guadal de esos blandos
se le enterraron las ruedas;
las mulas tanto tiraron,
que se aflojaron las camas
y se salieron los rayos.

La chata quedó vencida
y aquel tropero mentado
impotente la miraba
con los ojos lagrimeando…

Ese era el último viaje.
Costaba mucho pensarlo,
pero lo cosa era así
y tenía que aceptarlo…

Y allí se quedó la chata
en el silencio del campo,
con la angustia de su dueño
y el canto de algunos pájaros.
                                          (1979)
Versos de Elías Chucair

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