lunes, 19 de enero de 2015

ROMANCE DE CHOLO ESCALADA

Bajo el puente y entre piedras
resuena el río Matanza.
Camalotes florecidos
son los navíos que pasan.
En los juncos de la orilla
suben revueltas las aguas.
De tanto darse en las piedras
y en las arenas doradas
y en los mimbres y en los sauces
nacen las espumas blancas,
y son las blancas espumas
la flor de la marejada.

En la ribera del río
duermen al sol las iguanas.
La pereza soñolienta
las tiene inmovilizadas.
En la tierra endurecida
seco tableteo estalla
y el ruido las espabila
y las mueve en acechanza…
Granado repiqueteo
suena por la calle larga,
y entre el sonar de los cascos
y del polvo que levantan,
un jinete huye medroso…
y otro es flecha que lo alcanza.

Detuvo el “zaino” Aguilera
cuando perdió la esperanza
de zafar de entre las manos
del bravo Cholo Escalada.
“No te m’ibas a escapar
aunque te crecieran alas”.

En el medio del camino
los caballos se encontraban.
Chocaron fuerte los pechos
del “zaino” y de “la tostada”.
Bajo del oscuro puente
iba quejándose el agua.

(Pedro Aguilera no es hombre
de moverse en esa danza:
el corazón se le sale
de miedo por la garganta.
Si fuera con las mujeres
le sobrarían las palabras…
Pero en reyertas con hombres
ni las busca ni se amaña).

El “zaino” quiere morder
pero la yegua “tostada”
hinca en el cuero del “zaino”
los duros dientes con rabia.
Arroja un grito a la yegua
y dice Cholo Escalada,
buscando un  poco de aplomo:
“-Vos has manchado mi casa.
Hasta las piedras me gritan
lo que hiciste con mi hermana.
Si fueras hombre valiente
con cuchillo te mataba.
Pero en los hombres con miedo
no gasto las puñaladas.

En la fronda del ombú
canta la nueva cigarra.
Una elegía de muerte
brota de las verdes ramas.
Pedro Aguilera se siente
con el alma desmayada.

“-No me mates, Cholo amigo:
yo cumpliré con tu hermana”.
El revólver relucía
como si fuera de plata.
Pedro Aguilera temblando
ponía la cara blanca.
Los ojos como monedas
se abrían y se agrandaban.
El sol del atardecer
los negros ojos cegaba.
Bajo del oscuro puente
iba quejándose el agua.

Le entró la bala en el pecho
y dio el “zaino” una espantada.
Pedro Aguilera cayó
sobre las huellas de espaldas.
Su sangre roja en la tierra
rojo canal dibujaba.
El cuerpo se puso tieso
como el álamo sin ramas.
Y aun lo miró sin encono…
y dijo Cholo Escalada:
“-Ya estamos todos perdidos:
mi hermanita, yo y mi casa!”.

Fué de boliche en boliche
pregonando la venganza.
Con las últimas estrellas
volvía para su casa.

“-¡Levántate, mi hermanita,
pronto, levántate, hermana.
Te traigo una nueva triste
que siempre habrás de llorarla.
Hermanita, yo tendría
que llorar mi pena amarga:
traigo un deseo de llanto
que con mis fuerzas acaba.
¡Si yo pudiese lavar
el corazón con mis lágrimas!
Pero yo no sé llorar
ni el llanto que me hace falta”.

Para recibir la nueva.
se abrió la puerta cerrada.
Entró en la pieza la luna
para estarse con la hermana.
Parecía que la luna
a la niña consolaba.
Por el miedo que tenía
estaba trémula y pálida.
Le abrazó los pies desnudos
y la camisita blanca;
le puso un beso en los ojos
que entorpecían las lágrimas.

“-Maté a Pedrito Aguilera
(le dijo Cholo Escalada).
Le dí muerte, mi hermanita,
porque manchó nuestra casa,
nuestra casa que era limpia
como la flor de la caña.
¡Ah, cuando los sepas, madre,
te matará la desgracia!
Vos te quedarás solita,
con el peso en las entrañas.
Si el hijo sale a nosotros
tendrás vida sosegada:
pero en saliendo al finado,
llevarás vida de lágrimas”.

Salió de la pieza, triste,
llorando, Cholo Escalada.
El jardín estaba rojo
de claveles y de dalias.
El cielo se oscurecía
sin las estrellas del alba.
Por un camino arenoso
se le iban las palabras:
“-¡Ya estamos todos perdidos:
mi hermanita, yo y mi casa!”.


Versos de Elías Carpena

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