Un alazán, “El Radial”,
y
un ruano, “El Novelista”,
se
midieron en la pista
en
carrera magistral;
y
en la cancha terrenal
donde
los dos se aprontaron,
la
carrera allí largaron
a
un mismo tiempo y parejo,
tropezando
el ruano viejo
cuando
apenas castigaron.
En
los aprontes que hicieron
para
alistar la carrera
cada
cual a su manera
el
triunfo ya predijeron,
y
muchas son las que fueron
las
apuestas concertadas
además
de las cruzadas
en
las diversas partidas;
¡qué
de esperanzas perdidas!
¡qué
de ilusiones soñadas!
El
ruano era escarciador.
Duro
de boca (estrellero),
mosqueador
y coscojero
y
de yapa, coceador;
de
tan atropellador
tenía
medio alegrada
a
toda la paisanada
porque
el ruano parecía
-según
así se decía-
que
la tenía robada.
Al
contrario, el alazán
era
tranquilo y sereno
siempre
afirmado en el freno
parecía
un holgazán.
Más
se volvía un titán
en
cuantito lo tocaban;
es
decir: lo preparaban
para
el “vamos” o largada,
y
la carrera cortada
los
del tostao la ganaron.
Los
dueños de “El Radial”
querían
probar esta cancha
para
correr la revancha
de
otra carrera parcial
y
así confirmar el “mal”
de
un tal “Correa”, rayero,
que
a este mismo parejero,
con
descaro y con presión,
le
quitó una posición
al
dar un fallo “fulero”.
Resultó
pura parada
el
ruano atropellador
ya
que todo su furor
se
le acabó en la largada…
Y
toda la paisanada,
gritaba:
“ya se aplastó”,
cuando
el tostao se cortó
por
varios cuerpos, solito,
solo
se escucha un grito
del
alazán, que ganó!
Versos
de José
J. Rodríguez
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