domingo, 3 de marzo de 2019

GAUCHO PAMPA


Fue viento del desparramo
de una existencia indomable,
(porque no nace arrendable
quien no quiere tener amo).
Nunca supo del reclamo
miserando de un mendrugo,
no pudo atarlo a un palenque,
y rebelde a lonja y yugo
la soberbia de un rebenque
ni la inquina del verdugo.

Mezcla de indio y de Quijote
mostró sin vuelta ni truco,
que la razón del trabuco
no le humillaba el cogote.
Y al guapear, no para azote
sino para bien de todos,
la hidalguía fue en sus modos
por ley de sus sentimientos,
boleó a los cuatro vientos
de libertad sin apodos.

Señor de la soledad
de la gran pampa argentina,
dejó su rancho y su china
para sembrar libertad.
Y si no quiso heredad,
su sangre bastó a su brazo
para dejar tras su paso,
con la vida por ofrenda,
¡la epopeya y la leyenda
desde el Plata al Chimborazo!

Después, leal por principio,
volvió con la frente altiva:
¡la patria por siempre viva!...
…que lo demás, solo es ripio.
Y abrió huella el municipio
y campeó vallas de alambre,
para su fuero y su hambre
peón de la vida a destajo…
¡Y así dio flor el trabajo
a su orgullosa raigambre!

Y aunque ahora se lo evoca
como un arquetipo humano,
el viejo gaucho del llano
no ha muerto… ni se sofoca.
Para él, la historia es poca:
¡no lo arredra un entrevero!...
que si resuella el pampero
y lo llama la Argentina,
¡se le ha de ver con la china
en el anca de un overo!

Flameando como bandera
de un tiempo ya legendario,
arde siempre en sagrario
del alma que lo venera.
No queda ni la tapera
de su vieja pulpería,
más vive en la poesía
de la añeja tradición…
¡Y es sangre del corazón
que late en la pampa mía!

Versos de Eduardo Luis D’Agostino (Benito Juárez)

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