jueves, 4 de abril de 2019

LA GOLILLA


Solo nos queda una prenda
de las que vistió el paisano
y de aquel tiempo lejano
canta la hermosa leyenda:
ella flameo en la contienda
entre el sangriento entrevero
y su chasquido altanero
fue el aplauso de la historia
que iba cantando victoria
a espaldas del montonero.

Ella es amoroso lazo
al cuello del gaucho atada
por la china enamorada
como un voluptuoso abrazo,
la que esconde en su regazo
el llanto de la partida
y se agita estremecida
al hombro del que se aleja
como un adiós que refleja
temblores de despedida.

Es la ciñe la frente
del domador altanero
cuando en el bagual matrero
que se sacude impotente,
cruza soberbio y valiente
como un rey de la llanura:
la que sus heridas cura
si su noble sangre vierte,
la que fiel hasta la muerte
le sigue a la sepultura.

La que ondula caprichosa
en triunfos y pericones,
prendiendo en los corazones
de amor la llama ardorosa;
es la que amante y celosa
la faz de la criolla esquiva
a la caricia lasciva
del sol que besarla intenta
y al mismo tiempo, avarienta,
su cabellera cautiva.

Ella lucirá triunfante
como la flor del pantano
mientras exista un paisano
honrado, altivo y amante,
una guitarra en que cante
estilos que son querellas
y haga vibrar de las huellas
los retozones allegros;
y una china de ojos negros
como noche sin estrellas.

Golilla de mis amores
si todo pasa y se pierde,
qué extraño es que te recuerde
cuando ya no hay payadores,
si tú de tiempos mejores
cantas la historia sagrada,
mientras se pierde olvidada
la tradición tan divina
como se pierde entre ruina
la tapera abandonada.
                (Minas, Uruguay. Ca. 1919/1920)

Verso de Juan El Triste

(Fuente: Revista La Raza N° 5 – 1/6/1920)

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