domingo, 12 de abril de 2020

ARREO


Viene, tajante, el grito del resero,
como enancado al lomo de la tarde.
Viene en arco broncíneo, es un alarde
que en el aire galopa pendenciero.

Y palpita la huella en el certero
latido de la marcha. Y al emparde
de ese andar y ese son entonces arde
el bruñido contacto de febrero.

Toda la clave, toda, de la pampa
se descifra en el paso de la estampa
del jinete, y el pingo, y el vacaje.

Y su medida, abierta entre la arena
que acuna el remolino, con la escena
pinta el óleo pacífico y salvaje.

Versos de Miguel Iribarne

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