miércoles, 19 de septiembre de 2018

AL PUEBLO VASCO


Si no los olvido, si yo los aprecio,
es porque merecen su propio derecho
hacerse acreedores a un grato recuerdo
que llevo indeleble grabado en el pecho.

Yo los conocía aún sin conocerlos
por simple reflejo de mis sentimientos.
Y llevo en la sangre sus rasgos, sus gestos.
¿No era mi padre acaso uno de ellos?

Lealtad espontánea y noble franqueza,
corazón gigante y mano dispuesta,
mano que se brinda a quien la merezca,
que nunca se niega, que siempre está abierta.

Y si yo he nacido tan lejos de aquello
fue porque el destino trazó así el sendero,
llevándose lejos a un hijo del pueblo
de aquel Somorrostro cantábrico y bello.

Si él no pudo nunca cumplir su deseo
de abrazar su gente, de volver a verlos,
yo lo hice en su nombre, cumpliendo un decreto
con sello sagrado y firma del cielo.

Pero estad tranquilo que el noble bilbaíno
jamás en la lucha reclino su frente,
y entró decidido al duro destino
como corresponde a todo valiente.

Frente a los camino que encuentra al ser hombre
de acuerdo a su estirpe elige el más bello:
tener descendencia, dejarles un nombre
que con solo oírlo infunda respeto.

Cumplió como cumple un hijo nacido
en tan digna casa, de tan noble vientre.
Porque fue su madre un heroico ejemplo
de esa eterna raza crisol permanente.

La pampa argentina que al errante abraza
lo acogió en su seno cuando vino guacho.
Como a un hijo propio lo aceptó en su casa
y ya para siempre guardó en su regazo.

Se durmió en septiembre, soñando en un viaje
y en una esperanza que se fue apagando,
llevaba en su mente grabado el paisaje
de su amada casa al pie del “Montaño”.


Versos de Ricardo Domingo Lejarza

No hay comentarios:

Publicar un comentario