el
arroyo sus aguas adormece,
y un
vientito, que apenas lo extremece,
va
besando el juncal en sus gambetas;
como
viejas que vuelven de la misa,
con
sus negros rebosos, en hilera,
abandonan
de pronto la ribera
si el
Chajá algún peligro les avisa.
Porque
saben, que el viejo centinela,
toca
ronda en su gaucha vigilancia
si
divisa algún zorro a la distancia
que
se acerca, trotiando con cautela…
Y el
temor de encontrarse de improviso
con
el siempre inventor de nuevas tretas,
hace
huir a las pobres gallaretas,
como
punto de sombra, escurridizos.
Pero,
entrando en las líneas de la ‘paces’
echa
a espuma por mansas marejadas,
ya se
vuelven a ‘réir’ a carcajadas
apagando
el gemir de los macases…
Versos
de Pedro
Boloqui
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