Pingo criollo que se va
perdiendo
en la lejanía,
como
lo vincha bravía,
el
poncho y el chiripá.
Caballo
criollo que está
tan
unido a nuestra historia,
que
no hay un girón de gloria
prendido
a nuestra bandera,
en
el cual él no estuviera
perpetuando
su memoria.
De
las pampas argentinas
has
arrancado al galope,
para
llegar hasta el tope
de
las montañas andinas.
¡Y
no hay valles, no hay colinas,
no
hay río en tanta extensión,
que
no haya temblado con
tu
contextura de roble,
ni
haya sentido el redoble
de
tu brioso corazón!
San
Martín mandó a degüello
en
San Lorenzo, y decían
que
los caballos mordían
en
medio del atropello;
y
así, cuando el casco el sello
puso
del triunfo en la franca
victoria,
por la barranca
que
hace el caudal prisionero,
iba
el laurel caballero
del
pingo criollo en el anca.
Pringles
se internó en el mar
para
salvar la bandera
y
cuentan que ni siquiera
su
pingo intentó nadar…
Y
así valiente, a la par
de
una raza de hombres grandes,
hoy,
antes que te desbandes,
como
un murmullo en el viento,
para
alzar tu monumento
pido
una cumbre en los Andes.
¡Y
habrás de estar noble y fuerte
en
tu actitud consabida,
como
estirando la brida
para
enfrentarte a la muerte.
Y
habrás de estar, si la suerte
otra
vez no te desmedra;
y
si el buril no se arredra,
sobre
una cumbre escarpada,
convocando
a tu manada
como
un relincho de piedra!
Versos
de Ramón
Araya
(De Revista Nativa Nº 377/8 – 6/1955)
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