viernes, 9 de agosto de 2013

EL CABALLO SALVADOR DEL TENIENTE MONTES

Heredia pasa la línea
del Fuerte General Paz;
-siempre los hombres de Freire
cumplen sin mirar atrás.

Es Teniente Coronel
Heredia, y sus veteranos
llevan al Teniente Montes
al frente, en brioso caballo.

El trompa, Pérez, lo sigue
al Teniente Coronel:
cuando sujeta, se para,
cuando galopa, lo hace él.

Silencioso está el desierto
apareciendo dormido;
ausente el eco guerrero
de los pampas alaridos.

Van cumpliendo la misión
de bombear esas regiones,
porque, según las noticias,
se han preparado malones.

Saben que a Pincén “el bravo”
lo acompañan lanzas buenas,
por eso marchan despacio
avanzando con cautela…

El cacique sanguinario
conoce bien el paraje
y en medanoso terreno
les anda espiando su avance.

Como ve que son muy pocos
los deja internar adrede
para cortarles la ayuda
que pueda mandarle Freire…

Llevan leguas caminadas,
el Fuerte no se divisa,
ya los envuelve un brumoso
polvillo que martiriza.

Van resoplando los patrios
la arena de sus ollares
mientras corriendo el sudor
forma espuma en sus ijares…

Y así coronando un médano
se toparon con Pincén
en momentos que se hallaban,
dando resuello, de a pie.

El abanico guerrero
de doscientos indios pampas,
impetuoso, los sorprende
a pecho, bolas y lanza.

Heredia alcanza a montar
y el trompa repite el toque
de “formar grupo cerrado”
quedando rodeado Montes.

Entreverados pelean
treinta bravos cuerpo a cuerpo
y al poco rato yacían
más de cuarenta indios muertos.

Como a Pincén no lo arredran
encarnizadas peleas
trata de ganar el lado
aislando al trompa y Heredia.

Ya no quedan veteranos
sino en sangrienta postura
abrazados a los pampas
cara al sol, sin sepultura.

Montes zafa y ya lo siguen
sesenta lanzas filosas
pero en su ágil montado
cobra ventaja preciosa.

Mientras tanto en fugitiva
odisea, Heredia y el trompa
ganan distancia afanosos,
pero la distancia es corta.

Caen las bolas al caballo
de Heredia como desgracia,
y el trompa, cuchillo en mano
para cortarlas se baja.

Heredia le ordena que huya;
él dice “No”, y se le cuadra.
-a pie despuntan la vida
y los matan por la espalda-.

Así murieron cercados
el Comandante y el Trompa;
al Teniente lo persiguen,
él va cuidando su monta.

Para, baja, quita el freno,
a su pingo da resuello,
y cuando vienen llegando
deja el recao, salta en pelo.

Al fiel corcel no lo espantan
los alaridos cercanos
cuando creyendo atraparlo
gritan ya: “matau cristiano!!”

Montes cumple las tres leguas
que a Fortín Rifles  midiera,
apeándose cuatro veces
y enfrenando a la carrera…

Así  llegó hasta el bastión
salvado del entrevero
para llorar en silencio
a sus caídos compañeros.

(Estancia “La Blanqueada”, 01/1943)


Versos de Pedro A. Sarciat

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