Heredia
pasa la línea
del
Fuerte General Paz;
-siempre
los hombres de Freire
cumplen
sin mirar atrás.
Es
Teniente Coronel
Heredia,
y sus veteranos
llevan
al Teniente Montes
al
frente, en brioso caballo.
El
trompa, Pérez, lo sigue
al
Teniente Coronel:
cuando
sujeta, se para,
cuando
galopa, lo hace él.
Silencioso
está el desierto
apareciendo
dormido;
ausente
el eco guerrero
de
los pampas alaridos.
Van
cumpliendo la misión
de
bombear esas regiones,
porque,
según las noticias,
se
han preparado malones.
Saben
que a Pincén “el bravo”
lo
acompañan lanzas buenas,
por
eso marchan despacio
avanzando
con cautela…
El
cacique sanguinario
conoce
bien el paraje
y
en medanoso terreno
les
anda espiando su avance.
Como
ve que son muy pocos
los
deja internar adrede
para
cortarles la ayuda
que
pueda mandarle Freire…
Llevan
leguas caminadas,
el
Fuerte no se divisa,
ya
los envuelve un brumoso
polvillo
que martiriza.
Van
resoplando los patrios
la
arena de sus ollares
mientras
corriendo el sudor
forma
espuma en sus ijares…
Y
así coronando un médano
se
toparon con Pincén
en
momentos que se hallaban,
dando
resuello, de a pie.
El
abanico guerrero
de
doscientos indios pampas,
impetuoso,
los sorprende
a
pecho, bolas y lanza.
Heredia
alcanza a montar
y
el trompa repite el toque
de
“formar grupo cerrado”
quedando
rodeado Montes.
Entreverados
pelean
treinta
bravos cuerpo a cuerpo
y
al poco rato yacían
más
de cuarenta indios muertos.
Como
a Pincén no lo arredran
encarnizadas
peleas
trata
de ganar el lado
aislando
al trompa y Heredia.
Ya
no quedan veteranos
sino
en sangrienta postura
abrazados
a los pampas
cara
al sol, sin sepultura.
Montes
zafa y ya lo siguen
sesenta
lanzas filosas
pero
en su ágil montado
cobra
ventaja preciosa.
Mientras
tanto en fugitiva
odisea,
Heredia y el trompa
ganan
distancia afanosos,
pero
la distancia es corta.
Caen
las bolas al caballo
de
Heredia como desgracia,
y
el trompa, cuchillo en mano
para
cortarlas se baja.
Heredia
le ordena que huya;
él
dice “No”, y se le cuadra.
-a
pie despuntan la vida
y
los matan por la espalda-.
Así
murieron cercados
el
Comandante y el Trompa;
al
Teniente lo persiguen,
él
va cuidando su monta.
Para,
baja, quita el freno,
a
su pingo da resuello,
y
cuando vienen llegando
deja
el recao, salta en pelo.
Al
fiel corcel no lo espantan
los
alaridos cercanos
cuando
creyendo atraparlo
gritan
ya: “matau cristiano!!”
Montes
cumple las tres leguas
que
a Fortín Rifles midiera,
apeándose
cuatro veces
y
enfrenando a la carrera…
Así llegó hasta el bastión
salvado
del entrevero
para
llorar en silencio
a
sus caídos compañeros.
(Estancia
“La Blanqueada”, 01/1943)
Versos
de Pedro A. Sarciat
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