Su
barba caudalosa florecía
en
un tiempo de otrora y de mañana,
y
su aliento de cardo y mejorana
el
pecho le vivía y le regía.
La
mirada en torcaz se le dormía
y
en mariposa azul, honda y liviana,
cuando
su voz de viola americana
decía,
y nada más, lo que decía.
Sus
espaldas, escombro y fundaciones.
Sus
grandes manos, bálsamo y destierro,
y
trébol su sonrisa y cortaderas.
Así
cantó su amor y sus razones
este
filial y altivo Martín Fierro
mientras
crecían lanzas y banderas.
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