Canto a los
cerros nevados,
al monte y a la
laguna,
canto
a las noches de luna
cuando
besa los sembrados;
a
los campos estrellados
y
trebolares en flor,
a
la tierra que’s primor
calentando
la semilla,
al
boyero, la tropilla
y
al sufrido labrador.
Llevo
en mi pecho cantor
una
vigüela sonora
que
cantas y a veces llora
según
pide el corazón.
Si
me encuentro en un fogón
con
mi guitarra cantora
en
sus cuerdas que atesora
todo
el amor de la tierra.
Parece
un clarín de guerra
que
despertó con la aurora.
Canto
así por el camino
con
voz de monte y cuchilla
perfumada
de gramilla
de
nuestro campo argentino.
Bendito
suelo divino
jardín
de mi admiración,
siento
profunda emoción
al
ver que sueltan amarras
las
cuerdas de cien guitarras
dando
al viento su canción.
Versos
de Víctor
Velázquez