domingo, 27 de noviembre de 2016

VIVA LA PATRIA

¡Viva La Patria canejo!
Amigazo pegue el grito
que llegue hasta lo infinito
¡por más que ya es medio viejo!
Respire fuerte y parejo
para poder aguantar,
tratando de acollarar
más fuerzas para el domingo,
porque en ese día el pingo
¡siempre se debe ensillar

¡Patria linda! Patria mía,
sin una mancha ni un yerro,
aquí nació Martín Fierro,
del Campo y Echeverría;
tierra de gran valentía
como siempre lo probaron
esos gauchos que lucharon
con Güemes a la cabeza,
tierra llena de nobleza
¡que nunca la superaron!

Siendo criollo creo al fin
que el Veinticinco de Mayo
ha de cantar como un gallo
¡las glorias de San Martín!
Viva el sonoro clarín
de Río Bamba y Ayacucho,
¡viva el último cartucho
que orgulloso reventó;
y usted grite como yo:
¡que viva el Negro Falucho!

¡Viva el Sargento Cabral!
Figura noble y altiva;
y eternamente que viva
¡el pabellón nacional!
Cante alegre el pajonal
en su secreto lenguaje
los triunfos que el paisanaje
en este día alcanzara
con su lanza de tacuara
¡y su indómito coraje!
                                    (Ca. 1924)

Versos de Clemente Gulol

CHUMBEOS

Para los que despotrican
sin razones valederas,
de las costumbres camperas
y de quienes las practican;
para aquellos que predican
tamañas temeridades
si otras finalidades
que aminorar lo nativo,
éstas décimas escribo
y en ellas… ¡cuatro verdades!

 Verdades que, como un reto,
han de estar a flor de labios
para castigar agravios
a quien nos falte el respeto.
Y si a redentor me meto
será porque me imagino
poder seguir mi camino
de nuestro inicial glorioso,
porque me siento orgulloso
de haber nacido argentino.

Y pampa… porque en mis venas
corre sangre de aborigen;
de aquellos que no transigen
ni los engrillan cadenas.
De aquellos que en las arenas
de nuestros patrios senderos
fueron dejando regueros
de sangre emancipadora;
sangre criolla, vencedora
en más de cien entreveros.

De aquellos que no quisieron
nada en concepto de guerra:
ni aún el palmo de tierra
del lugar donde nacieron.
De aquellos que no tuvieron
más ley que su autoridad,
que es suprema voluntad
de nuestra soberanía;
despreciar la tiranía
es amar la libertad.

De los que luego plantaron
el primer poste esquinero;
los que de un nido de hornero
su patrio rancho imitaron.
Los que más tarde regaron
con el sudor de su frente
el noble surco… imponente
tajo de fecundidad.
Quien va a la posteridad
no resbala en la pendiente.

De aquellos que resereando,
curtidos de soledad
ganaron la inmensidad
tranqueando, siempre tranqueando.
De los que fueron paseando
sobre la vasta llanura
su romántica figura
cara al sol… siempre de frente,
como el más fiel exponente
de nuestra raza futura.

E esa extirpe de varones
con que nos legó el destino,
de esos soy yo… argentino,
pampa sin claudicaciones.
Sin en algunas ocasiones
es áspero mi lenguaje,
es reacción contra el ultraje
que se pretende inferir
al tratar de confundir
criollismo con compadraje.

Argentino por derecho,
por ley y por tradición;
íntima satisfacción
que me está golpeando el pecho.
Argentino por derecho,
por ley, por razón de herencia;
argentino por decencia,
que es patrimonio del hombre,
y lo juro por mi nombre:
¡Argentino por conciencia!


Versos de Enrique Uzal

sábado, 26 de noviembre de 2016

DON ROBERTO, EL RESERO

Señor de airón con divisa
y estandarte medieval
en castillo con almenas
y torre de homenajear,
y con pátinas de siglos
sobre el arco del portal,
marcando cuatro cuarteles
el escudo familiar…

Patrón de estancia en la pampa,
fogón y puerta imparcial
donde a nadie se pregunta
quién es, ni hacia dónde va…
Patrón de estancia con foso
y mangrullo para otear
y con su marca estampada
sobre el arco del portal…

Señor de mano pulida
luciendo en el anular
la sortija hereditaria
de reyecía feudal…
Mano de hombre de a caballo
la que saluda cordial,
la manija del rebenque
suspendida en el pulgar.

Jinete de sangre pura
galopando en Hyde Park,
o resero de novillos
sobre su criollo alazán,
desde el chambergo a la espuela
y de la espuela al pretal,
prestancia de señorío
y arrogancia gaucha al par.

Bien haya tu pecho amigo
que también supo acordar
guitarra de payadores
con los gaiteros del “clan”,
el “kilt” de los escoceses
y el flotante chiripá,
el “che” de la tierra nuestra
con el Mac de los Highlands…

bien haya tu nombre hermano,
que grabado debe estar
en algún mate de plata
o en la hoja de un puñal…
O bien tu golilla blanca
con la discreta inicial
de quien lo bordó en realce
“nunca te podré olvidar”…

Y así como allá en la pampa,
tras el duro trajinar
descansabas en tu poncho,
tendido en el gramillar,
tal quisiste Don Roberto,
dormir en la eternidad,
reclinada tu cabeza
en tu poncho balandrán…

Patrón del castillo Ardoch,
tropero de sangre real,
príncipe de poncho al viento
y el redomón alazán…
Sobre tu tumba en Escocia,
no me habría de asombrar
que hiciera nido un hornero
y que cantara un zorzal…


Versos de Bartolomé Gutiérrez

domingo, 13 de noviembre de 2016

EL CENCERRO

Como implorando ternura
de un corazón indolente,
triste el cencerro se siente
por la infinita llanura.
Y cuando al grito se apura
la “madrina” en su trotar,
comienza el eco a doblar
sus melancólicos sones,
como llamando a oraciones
en la hora crepuscular.

Ciertas nostalgias de ausencia
vuelca su canto al oído
como recuerdos traídos
de otra lejana querencia.
Y así, en continua insistencia,
va martillando sin tregua
adormeciendo a la yegua
que lo acuna en el pescuezo;
mientras acorta el regreso
dejando legua tras legua.

Cencerro tradicional
campanita peregrina,
sos en la pampa argentina
como un grillo de metal.
Cuando borra el temporal
del rumbo, la última estrella,
cuando la hacienda atropella
y apaga el viento el silbido:
vas gotiando tu sonido
como alumbrando la huella!

Sonajero que el destino
le dio al gaucho en su niñez,
y hasta la misma vejez
lo acompaño en su camino.
Cuando joven, era el signo
de una esperanza latente,
y al compas intermitente
de su música sencilla,
entablada la tropilla
galopaba alegremente.

Pero, la vida que quita
las ilusiones más bellas,
en el polvo de las huellas
las fue dejando marchitas…
siempre el cencerro se agita
con su continua canción,
pero, ya en el corazón
del pobre gaucho resero:
no es alegre sonajero
sinó un toque de Oración!

Y mañana en el olvido
de una cumbrera pendiente
lo mirará indiferente
quién ni sepa lo que ha sido!
Nunca jamás su sonido
se irá en la huella alejando,
solo algún gaucho añorando
tiempos para él más dichosos,
lo oirá, cerrando los ojos
mientras sueña recordando!


Versos de Pedro Boloqui