Cómo me gusta el galope
tendido de mi caballo
cuando va pidiendo rienda
en el camino estirado.
Escarcea con su ritmo
bajo un repique de cascos
y a veces le sobra tiempo
para mirar el combado
azul cielo de la pampa
que lejos parece un pájaro.
Y si trabajo en rodeo
los terneros enlazando,
los saca sin mucho apuro
por si quisieran pialarlo.
Después, en la sobre tarde,
cuando termino el trabajo
en el tiro de cien metros
corta a luz al adversario
y queda fresco y entero
el bueno de mi caballo.
Cuando paso los domingos
por la puerta de su rancho
luce todo el esplendor
como florcita del llano.
Entonces, al trotecito,
con braceo recortado,
acompaña mi saludo
gentileza de paisano.
Por eso quiero a mi flete,
un orgullo de mi pago!
Mas, luego, llega la noche
y empiezo a desensillarlo
al sonar de su coscoja,
criolla música del campo.
Y al sentir sobre su lomo
la palmada de mi mano
me despide con relinchos
mi noble y viejo caballo.
En sus ojos una lágrima
sigue mojando mis pasos.
Por eso quiero a mi flete,
un orgullo de mi pago!
Versos de ALFREDO AMANCIO VARELA
(1922 // 1997)