lunes, 30 de diciembre de 2013

ÑANDUBAY

Representa crecer con sacrificio:
despacio, muy despacio;
como si el cielo le pesara encima
y tuviese que dirlo rempujando.

Por eso es que las ramas se le tuercen
y no se van muy alto.
Del hacer tanta juerza, desde chico,
se cría duro, seco y desformado.

Mirándolo de golpe es medio feo
naides lo ha de estimar por la presencia,
parece que su cuerpo es todo ráices
y que al revés se acomodó en la tierra.

Pero, que linda fibra! Puro nervio!
Poder y resistencia!
Ha de ser mucho el árbol
cuando las uñas al jaguar le mella!

No precisa cuidáos. Por ser sufrido
lo que padezca no le importa a naides,
y ansí lo miran como a cosa bruta
que ni el provecho que le sacan, vale!

Lo alambraos lo llevan
en guerrillas de postes
que aguantan años, en las líneas, firmes,
peleando al tiempo en interés del hombre!

Le tengo simpatía,
porque es todito corazón. ¡Por eso!
Porque es hecho a rigor y es sano, de alma!
Y hasta viviendo mal tratao, es güeno!

L’hacha, el fuego, el progreso,
lo van exterminando…
La última seña que dará de vida
será, un humito que se va de un rancho…

Quizás que al mesmo tiempo
piense, junto al fogón, algún paisano:
“La última astilla’e Ñandubay”,
y sea también l’último gaucho!...

Versos de Romildo Risso
                   -uruguayo-

viernes, 13 de diciembre de 2013

PATIO CRIOLLO

Bajo la alegre mañana
que desparrama su gozo,
ensaya versos al pozo
la cantadora roldana.
Un cielo de porcelana
prende en el día su rosa;
y junto al brocal la moza,
al mirarse en el reflejo,
piensa en el único espejo
que le dice que es hermosa…

Perfumando, los cedrones
están del patio a lo largo,
donde a veces, sin embargo,
suelen brillar los facones…
Sus más alegres canciones
allí los zorzales dan;
con incomparable afán
la abuela al niño adormece,
y en el hornito se cuece
el bien amasado pan.

En el alambre tendido
el viento bate los trapos
entre el cantar de los sapos
junto al cerco florecido.
El chingolo entristecido
da en el sauce su canción;
y hacia un lado del fogón,
están, por buena ventura,
sancochando rica achura
las ollas del chicharrón…

En un continuo cantar,
bravo, el gallito se encela,
y la puntiaguda espuela
acusa ansias de pelear.
El buen grano triturar
se oye, afanoso, al mortero.
Y, el moño en el clavijero,
en criolla actitud bizarra,
colgando está la guitarra
de una caña del alero.

En la tranquera, ensillado,
y goteando espuma roja,
tascando está la coscoja
un obscuro bien plantado.
Flexible lazo trenzado
cae del pingo sobre el anca,
y avasallando la tranca
desátase a relinchar,
la tropilla al divisar
sobre la verde barranca.

El bravo perro guardián
desde unas matas enseña
a la gente lugareña
sus dos ojos de Satán…
“¡Por aquí no pasarán!”,
grita con obstinación,
que por cuidar al patrón
nunca cesa en su ladrido,
y en las moscas, al descuido,
afila su tarascón.

Bajo el sol que quema fiero,
en el vecino corral,
con hondo amor maternal
lame la baca al ternero.
Revolando el terutero
cruza del patio a la orilla;
la mariposa amarilla
préndese a la abierta flor,
y el viento trae el olor
del trébol y la gramilla.

Canta en el ombú frondoso
que amoroso el rancho ampara,
la cigarra de voz clara
el año lindo y dichoso.
Hunde el sauce, pesaroso,
sus ramas en el canal,
y como un canto triunfal
modulado en un alarde,
suena al morir de la tarde
la guitarra nacional.

 Versos de Julio Díaz Usdandivaras

viernes, 6 de diciembre de 2013

LA NAZARENA

Lauro era rubio y ágil como el puma.
Se lo dieron a mama. Lo crió ella.
Los dos usamos una sola cuna.
Los dos juimos en ancas a la escuela,
nos arrastró a los dos una divisa,
nos balaba a los dos una querencia…
y el día que el amor nos puso alas
nos chamuscamos en la misma estrella!

Eramos carne y cuero, Cruz y Fierro:
un poncho, un mate amargo, una estribera…
Amigos! esas dos manos que junta
pa’ rezar un bendito, la cumbrera;
el ñudo potriador de dos varones
que cuanto mas lo estiran, más se aprieta!

Pero el diablo no quiere cosas puras
y nos enamoramos de una prienda
que tenía los ojos pestañudos
y dentradores como dos espuelas.
Lauro la llamó Rosa
y yo, la Nazarena.

Me la quiso dejar, salió una noche…
Se la quise dejar, gané la ausencia…
Y no se pudo; peludió la yunta
en el tembladeral de su tranquera!
Nacidos pa’ querer a dos orgullos,
dentramos a sufrir con dos bicheras
y ansí se nos enanca un odio viejo,
un odio de venao y de crucera.

No lo pude peliar; mama vivía,
y éramos uno pa’ esa criolla vieja…
Sonréibamos los dos, mascando fuego,
Ataos, codo con codo, a la prudencia.
Por el “Puma” y por mi, gruñe el amargo…

Un día se nos arde la pacencia:
hay un “venite!”, un revoliar de ponchos,
un rechinar de filos, una trenza…!
Se nos cruza mi madre y con su llanto,
nos apagó la brasa de las crestas.

Después salimos con divisa y lanza;
porque pa’ suerte, reventó la guerra.
Vamos a jugar a cara o cruz la vida,
en la primer pelea:
uno se ha de quedar con los caranchos
y otro con Nazarena.

En las noches azules de sereno,
Lauro no duerme por pensar en ella
y yo, sobre el recao lleno de abrojos,
voy pitando hasta el pucho, la pacencia …
Un: “Carguen!” nos sacó del purgatorio
a púa y a clarín, lanza y sotera.
Yo deseo su muerte y él mi muerte.
Y zambullimos en la polvareda…
Volvimos unos pocos esa noche;
pero el “Puma” está allí, no duerme, piensa,
mientras yo en el recao no enriedo el sueño
por más que sigo dando güelta y güelta.

Y una tarde, nos sacan en redota,
con los pingos charquiaos por las paletas.
Vienen cerquita, errándonos trabuco.
Apuran, nos alcanzan, revolean…
y los tres puños de las boleadoras
zumban en el carpido de las güeyas.

En eso rueda un flete: es el del “Puma”.
Cae parao. Pa’ morir. Ni me doy güelta!
Por fin, se va a quedar con los caranchos
y yo, con Nazarena…!
No se pudo! Algo toro, algo que sale
del pecho de mi madre o de mi tierra,
me hace sentar el flete en los garrones
y hundirlo en la tormenta!
Golví  pa’ cáir con él, en Cruz y Fierro,
pa’ salir enancaos en una décima,
pa’ mirar en los ojos a la gaucha
que rezó por los dos en mi tapera!
Y lo saqué nomás!

Callaos y tristes
nos vamos acercando a la tranquera
de la mujer que Lauro llamó Rosa
y yo, la Nazarena.
Allí el “Puma” me dijo de a caballo,
cuasi al cerrar el alma y las espuelas:
“-Yo sigo con la vida que me diste;
vos casate con ella.

Versos de Yamandú Rodríguez
                         (uruguayo)

viernes, 29 de noviembre de 2013

¡ GAUCHO !

I
Protagonista heroico en la batalla,
centauro montaraz bravo y despierto:
“El mejor gaucho es el paisano muerto”
pontificó la pluma de un canalla.

Sobreviviendo lanzas y metralla
él nos legó cultura a campo abierto,
desde el rancho al fortín en el desierto
sin alambrada, límite ni valla.

Padre le dio bravía la Conquista.
Madre la suave Indígena Morena.
Nació hidalgo, libérrimo y artista.

La cuerda de su acento vibró plena,
y en la cruel epopeya de su pena
tuvo La Patria su más noble arista.

II
“¡Alambren, bárbaros!”  decía
aquel que le negaba su existencia
y lo mandaba echar de su querencia
mediante juez de paz y policía.

¿Papel de propietario? Él no tenía
más título que la ancestral herencia
de la pampa que viera su vigencia
y del viento, clarín de su hidalguía.

Y vino el gringo, marido de la espiga,
con título, poderes y derecho
sobre esta tierra que se ofrece amiga.

Y fecundó los campos en barbecho,
mientras el gaucho que mató la intriga
solo sirvió para poner el pecho.

III
Yo voy a rescatarlo del olvido.
Mi corazón resiste este presente
sin su crisol moral y su valiente
alma que se perdió en un tiempo ido.

El viento que lo nombra en su alarido
y el pajonal añora su simiente
que hacen a un pueblo levantar la frente,
traicionado quizá, jamás vencido.

Él forjó lo que hoy queda de esta tierra.
Indio y castizo, poblador salvaje
y civilizador en paz y guerra.

Gaucho hermano, perfil de mi paisaje,
todavía un clamor de pampa encierra
el himno nacional de tu coraje.


Versos de Julio Jesús Villaverde

sábado, 23 de noviembre de 2013

EL DESPIDO

Secundino Barbosa, era mi amigo.
Cuando nací, ya estaba’e pión en casa;
y dejé de gatiar, pa’ dir priendido
de su modesto chiripá de apala.

Supe ser, de gurí, flor de cargoso!
No tenía prienda que me conformara!
Y áhi andaba “Quindín”, que’ra su apodo,
pescándome la luna en las cañadas…

Lo tengo bien patente, en el recuerdo
de la noche’el asalto de la estancia;
fortín de piedra, que melló en sus tiempos
mucho malón filoso de l’indiada.

Tata’bía acantonao, pa’ defenderse,
su personal de crédito en las casas;
y mama, como encinta de la muerte,
pasiaba un delantal preñao en balas!

Yo dentré a tener miedo; pero en esas,
al rejucilo anaranjao di un arma,
lo vi a “Quindín” Barbosa, hecho una fiera!
meta trabuco al lao de mi ventana!

Y el miedo se me jué; m’entró sueñera,
y al bárbaro arrorró de las descargas,
clavé el pico, y soñé la noche entera
que aquel gaucho, era’l Ángel de la Guardia…

Pasó lerdiando el tiempo; que’s el modo
que tiene de pasar por la campaña;
y en mi amigo, hallé un máistro que gustoso
me diba rasquetiando l’inorancia.

M’enseñó a hacer trencitas y retobos,
y enriedos en los tientos y las pláticas,
me dió el secreto y la virtud del criollo,
que es ser juerte, y sobao: como las guascas.

…y era de comedido y bondadoso!
De recorrer el campo, siempre tráiba
“pa’l patroncito”, un aperiá, o un zorro,
o algún pichón de tero, o de calandria.

Nunca más viá olvidar la tarde aquella
cuando él jué a rasquetiar la caballada,
y yo, atao al tilín de sus espuelas,
me arrimé a pirinchar cómo lidiaba.

Enllenó un imbornal, pa’l “doradiyo”,
que’ra un diablo importao, orgullo’e tata;
idioso el condenao! y decidido
pa’ distribuir los dientes y las patas!
                                                           
Ni me le había arrimao, cuando vi el brillo
de sus ojos salvajes! Odio en llamas,
me abrasó la clinera; los colmillos
rajaron como un trapo la distancia!

…sentí un derrumbe, y me asombró el padrillo
pataliando en el suelo entre boquiadas,
mientras el puño alzao de Secundino,
era un ñudo en la lonja de la guacha!

…y áhi tiene ¿ve?
                             Por eso jué el despido;
el puro había costao su güena plata,
y el hombre, no explicó lo sucedido
porque quedaba mal que lo explicara.

Salió del escritorio, como ido…
Ya estaba palenquiao su malacara
y se puso a ensillarlo dispacito;
como quién gusta revisar las garras…

Dispués, armó un cigarro; en rudo mimo
me palmió la cabeza; la mirada
se l’enllenó de estrellas… Dió un suspiro,
y se secó la frente con la manga…

Ganao por apuro repentino,
hizo caracoliar el malacara
y agarró por la güeya al trotecito…
Yo ricién compriendí lo que pasaba,

y no sabía que hacer; era tan chico!
La pena, me hizo un ñudo en la garganta
que redepente desaté en un grito;
el sol, voltió a mi lao la sombra’e tata:

“Se va, tatita!
                      ¡Se me va el amigo!
…quién va’pescar mi luna en las cañadas!
Cuando el viento cerrero traiga arisco
sus tropillas de miedo hasta mi almuhada,
y desfleque’l chilcal los alaridos
del lobizón, y tiemble la perrada,
no va’estar el trabuco’e Secundino
como un sol de coraje en mi ventana.

Jué pa’ salvarme que mató al padrillo!
me jué a morder, y él le abajó la guacha!
…Como él dijo dispués: <Estaba escrito…>
Me lo va’echar!? ¿Al Ángel de la Guardia…?!”

Tata era un hombre güeno; compriensivo;
le dolió aquello ¿sabe?
                                      Sin palabras
salió hasta la portera; dio un chiflido
que la brisa’e la tarde llevó en l’anca,
y sofrenó el bagual de Secundino
con un tirón que lo sentó en las patas!

Corrió pa’ regresar! eco’e cariño
recogiendo el largor de la llamada!

“¡Mande patrón…!
                                -Quedate Secundino.
…El muchacho no quiere que te vayas-.

Versos de Osiris Rodríguez Castillos
                            (uruguayo)

viernes, 22 de noviembre de 2013

EL REMATE

Falta el aire y sobran moscas,
este domingo de enero.

El sol fríe las chicharras…
duerme un matungo azulejo…

Algunos pollos con árganas
están de picos abiertos.

En los charquitos de sombra
hay unas guachas bebiendo.

Por los caminos calientes
pasa la siesta en su lerdo.

Ojos azules de cardos
curiosean desde lejos,
y asoman por las goteras
ojos azules de cielo…
Todo es dulce de tan pobre…!

Frente al rancho de estantéo
que anda con los cuatros codos
desilachados de tiempo,
subasta un rematador
las pilchas de un criollo viejo.

Hay muchos interesados;
son vecinos todos ellos,
muchachos que hast’hace poco,
lo llamaban: el agüelo.

Recostao en el palenque
los mira tristón el viejo:
han ido a comprar barato
cosas que no tienen precio…
Y piensa con amargura:
Ya no da criollos el tiempo…!

“-¿Qué vale este par de espuelas?”
Y las rodajas de fierro,
son como dos lagrimones
que llorasen por su dueño.
Con ellas salió a ganar,
hace ya muchos inviernos,
la novia en un bagual blanco;
la vida en un bagual negro.

Los mozos sube la oferta:
“-Doy diez, quince, veinte pesos!”,
disputan como caranchos
el corazón del agüelo.
Al escucharles, se pone
rojo de vergüenza el ceibo.

“-Son suyas las nazarenas”
dice a uno el martillero.
Le han vendido las lloronas
hoy, por desgracia! Hoy, tan luego
que en el palenque, la vida
ató su bagual más negro…
y piensa con amargura:
Ya no da criollos el tiempo…!

Sacan a la venta un poncho
donde garúan los flecos,
para mojarle los ojos
al que se lo lleve puesto.
Tiene la boca surcida
y lo gastó tanto el viento,
que al trasluz del calamaco
se ve la historia del dueño…
Guampas, chuzas y facones
lo cribaron de agujeros…
pero su filosofía
siempre le puso remiendos:
de día con un celeste;
de noche, con un lucero.
“-Yo pago por esa pilcha
toda la plata que tengo!
-Subo una onza la oferta!
-Si no hay quien de más, lo quemo!”

Entonces cái el martillo
en lo duro del silencio…
Un joven se lleva el poncho.
Y allí cerca, el gaucho viejo
está temblando de frío
en una tarde de Enero,
y piensa con amargura:
Ya no da criollos el tiempo…!

Así pierde en la bajada
lo que ganó en el repecho:
una a una, las ovejas;
pilcha por pilcha, el apero…

Quisiera salvar del lote
su mancarrón azulejo,
pa’ que lo agarre la noche
en un caballo estrellero.
No tiene más que uno… Y ése
se lo quema el Martillero!

Allí termina el remate.
Cobró su cuenta el pulpero.
Aura sí: al verlo de a pie
tan amargao, tan deshecho,
todos los rumbos arrollan
los lazos de los senderos
y son cuatro pialadores
que están esperando al viejo:
en cuanto quiera salir
lo van a dar contra el suelo!

Entonces, aquellos mozos,
se acercan a defenderlo
y el más ladino le dice
entre temblón y risueño:
“-Todos compramos sus pilchas,
pa’ salváraselas, agüelo.
Aquí tiene sus espuelas…
Aquí tiene su azulejo…”
Uno le trái en los brazos
igual que un niño, el apero
y entro le entibia las manos
con aquel poncho de flecos…
Porque sigue dando criollos,
¡muy lindos criollos, el tiempo!

Versos de Yamandú Rodríguez
                        (Uruguayo)

domingo, 27 de octubre de 2013

DUODÉCIMAS A GUILLERMO SARAVÍ

Llegaste al pago, matrero,
luciendo tu banderola
como una ardiente amapola
después del rudo entrevero;
en los lampos de tu acero
se hacía astillas el sol
y el altísimo arrebol
de la moharra de tu lanza
era el grito de venganza
con que tu pasión estalla…:
fusta para la canilla
y ala para la esperanza…!

Cuando tu pingo escarceó
por las cercanas cuchillas,
hubo un rumor de golillas
que hasta nosotros llegó;
la brisa rauda pasó
contando la buena nueva,
despertó el zorro en su cueva,
llamó al zorzal en su nido
y hasta el perfume dormido
en las entrañas del monte,
se esparció en el horizonte
al escuchar tu alarido…

Y llegaste a mi tapera
como buscando un albergo,
enastando tu chambergo
lo mismo que una bandera;
y la vieja enredadera
de mi pobre inspiración
se avivó en mi corazón
al influjo soberano
de tu cántico galano
que, por noble y por valiente,
es como el alma viviente
de mi boscaje entrerriano…

Yo no se si vibra en él,
lleno de encantos y bríos,
la potencia de Entre Ríos
o la fuerza de Montiel;
más sé que en el oropel
de mu miraje soberbio,
hecha cuerda y hecha nervio
está la gaucha bravura,
pues tiene la envergadura
de los mismos algarrobos…:
y por eso es que tus trovos
son pájaros de la altura…!

Yo quisiera hallar en mí
algo neto que me explique
la postura de cacique
todo nervio, que hay en ti;
mas mi canto baladí
se extravía por la selva,
se enreda en la madreselva,
se rompe en el espinillo,
flota en el manto sencillo
del pajonal florecido
y se rinde, ya vencido,
a tus plantas de caudillo…

Y en vano pido a la musa
notas altas y sonantes,
me sobran los consonantes
pero mi frase es confusa…;
nuestro verso ya no se usa,
nuestro canto está de más…;
pero el alma montaraz
pide fuego, pide amor,
y tú, noble payador
de las cosas de mi tierra,
vienes promoviendo guerra
para darle lo mejor…!

Por eso, justa y cabal,
en añoranzas de moharra,
le acomodé a mi guitarra
una cinta federal;
y tornada en cardenal
por el noble distintivo
me dio este canto nativo
que, con fraternal unción
te traigo, para blasón
de tu escudo de esperanza…:
como una astilla de lanza
clavada en un corazón…!

Versos de Delio Panizza

sábado, 26 de octubre de 2013

CORRIDA DE SORTIJA

Se eleva el arco de flores
y ramitas coronado,
profusamente adornado
con banderas de colores;
desfilan los corredores
en dos bandos divididos,
y los pingos engreídos
se encabritan y escarcean
y las gentes vitorean
a sus nombres preferidos.
  
Tremola en unos la blanca
como enseña de la hueste,
lucen otros la celeste
no menos altiva y franca
y, palmeándoles el anca
a los briosos redomones,
se aprontan los mocetones
esperando la señal,
que aguardan con ansia igual
un millar de corazones.

 Grita sonoro el clarín,
y un mocetón altanero
apronta su parejero
como diciendo ¡por fin!
Armonioso retintín
hace la “chafalonía”,
y cesa la algarabía
cuando, veloz, arremete
para no asustar el flete
con la ingente gritería.

Prende su caricia el sol
en la argolla reluciente,
que en medio al arco pendiente
se ornamenta de arrebol;
polvareda tornasol
que a empañar el cielo alcanza,
alza el corredor que avanza
como pisoteando abrojos,
llevando en los negros ojos
centelleos de esperanza.

 Ya cerca del arco apura
la ya rápida carrera,
y salta ágil y ligera
la briosa cabalgadura;
resuena la tierra dura
bajo el continuo azotar
de los cascos, que al golpear,
fingen el sordo rumor
de un redoble de tambor
bajo el bosque secular.

 Suelta el rebenque lujoso,
a la muñeca sujeto;
como imponiendo respeto
alza el brazo musculoso;
y empuña franco y gozoso
la varilla, recta y fina,
que le ofreciera su “china”
para esa misma corrida,
lindamente guarnecida
con una cinta argentina.

Versos de
Delio Panizza

domingo, 13 de octubre de 2013

CONTINENTE DE ENTRE RÍOS

Continente de Entre Ríos
el de los soles bravíos
y el heroico frenesí.
Como haré para cantarte…?
por donde empezaré a amarte
si todo es hermoso en ti…?

La vida cada mañana
te saluda con la diana
todo trova del zorzal,
es la patria que amanece
cuando la estirpe florece
en tu corazón fluvial.

Cuchilla, agua clara y monte
lustran tu limpio horizonte
donde el trabajo y la paz,
son el surco para el grano,
en la tropa mate hermano
y zureo en la torcaz.

Rumor de luz atareada
cubre la tierra embarcada
y eres flameando en las dos
ya leyenda en los palmares,
ya fragancia en los azahares-
el vasto jardín de Dios.

Por gauchos y federales
te dieron los cardenales
prosapia en el ceibo en flor;
y un incendio de esperanzas
fue calentando las lanzas
de tu pueblo luchador.

Puma rebelde en tus garras
caben tanto las guitarras
como el furor del jaguar;
y de no a Ramírez toca
repetirlo por la boca
de Cepeda y de Pilar.

Un destino de lucero
te obliga a ser el primero
en la historia y la Nación;
en la epopeya, coraje,
maravilla en el paisaje
y en la Patria, corazón.

Versos de José Arévalo

MALAMBO

La noche le puso al viento
negro chiripá de gaucho.
Un par de estrellas cayeron
rodando sobre los pastos.
Y así, con magia de Pampa,
de galopes desatados,
de arroyo, gramilla, trébol
y dura gracia de cardo,
mirando la Cruz del Sur
nació el Malambo.

Espuelas de plata pura
con más cantos que un verano.
Espuelas llenas de pinchos
terror de los potros bravos.
Espuelas de fierro dulce
del que nunca tuvo rancho.
Todas, siquiera una vez
en un domingo paisano
rayaron los patios criollos
Malambeando.

¿Qué es la espuela? Es una estrella
copiando el sonido exacto
de los galopes tendidos
a lo largo y a lo ancho.
O galopeando en silencio
cuando el caballo va al tranco
sin apuro, en un regreso
sin por qué, dónde, ni cuándo.

¿Qué es la espuela? Luz de luna
que una vez se hizo pedazos
por besar una guitarra
que entre las manos de un gaucho
se durmió en un solo ritmo,
Malambeando…

La guitarra suena, suena.
De su brocal embrujado
salen los tonos precisos
en tres acordes rasgueados.
¡Sírvase algo el guitarrero,
y siga con el Malambo!

Un forastero se allega
y prudente se abre paso:
si me permite la gente
voy a pedir un barato.
¡Yo soy de Saldungaray,
y cuando estoy mudanceando
bailo mirando de frente,
mientras tengo preparado
mi caballo, rienda arriba,
y el poncho envuelto en el brazo!

En las guitarras del sur
la pampa está malambeando,
con viento, arroyo y estrella,
con cardo, gramilla y árbol.
Con sus eneros quemantes
y sus junios escarchados.
Y con las huellas tendidas
a lo largo y a lo ancho.

Rancho, estancia y pulpería,
¡allá van, de pago en pago
las guitarras de la Pampa,
Malambeando…!

Sobre las criollas vihuelas,
galopando, galopando
la Pampa, llegó a la fiesta:
“¡Güenas tardes, amigasos!
Con su permiso, señores,
ponga una güelta. Yo pago.
¡A la salú de la moza!
¡Guitarrero, cántese algo!”
La Pampa bebió ginebra
y habló de potros y pastos,
de bueyes y carretones,
de cañadones y vados.
Habló de lanzas y ponchos,
de rodeos y de lazos.
¡Y ajustándose el barbijo
como pa’ montar un bravo,
se metió en los corazones
Malambeando!

El Malambo es el guardián
de una tropilla de cantos
que andan por la tierra nuestra
marcaos, y siempre orejanos.
¡No morirán las vidalas,
las chacareras ni el gato,
ni la huella, ni la zamba,
los estilos ni los huainos,
mientras retumbe la tierra
en los domingos del campo,
y se haga astillas un criollo
malambeando! ¡Malambeando!

Versos de Atahualpa Yupanqui