sábado, 26 de octubre de 2013

CORRIDA DE SORTIJA

Se eleva el arco de flores
y ramitas coronado,
profusamente adornado
con banderas de colores;
desfilan los corredores
en dos bandos divididos,
y los pingos engreídos
se encabritan y escarcean
y las gentes vitorean
a sus nombres preferidos.
  
Tremola en unos la blanca
como enseña de la hueste,
lucen otros la celeste
no menos altiva y franca
y, palmeándoles el anca
a los briosos redomones,
se aprontan los mocetones
esperando la señal,
que aguardan con ansia igual
un millar de corazones.

 Grita sonoro el clarín,
y un mocetón altanero
apronta su parejero
como diciendo ¡por fin!
Armonioso retintín
hace la “chafalonía”,
y cesa la algarabía
cuando, veloz, arremete
para no asustar el flete
con la ingente gritería.

Prende su caricia el sol
en la argolla reluciente,
que en medio al arco pendiente
se ornamenta de arrebol;
polvareda tornasol
que a empañar el cielo alcanza,
alza el corredor que avanza
como pisoteando abrojos,
llevando en los negros ojos
centelleos de esperanza.

 Ya cerca del arco apura
la ya rápida carrera,
y salta ágil y ligera
la briosa cabalgadura;
resuena la tierra dura
bajo el continuo azotar
de los cascos, que al golpear,
fingen el sordo rumor
de un redoble de tambor
bajo el bosque secular.

 Suelta el rebenque lujoso,
a la muñeca sujeto;
como imponiendo respeto
alza el brazo musculoso;
y empuña franco y gozoso
la varilla, recta y fina,
que le ofreciera su “china”
para esa misma corrida,
lindamente guarnecida
con una cinta argentina.

Versos de
Delio Panizza

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