sábado, 12 de octubre de 2013

GUITARRA

Guitarra, fiel compañera
de mis noches de desvelos
vos sos quien me da un consuelo
cuando una pena me embarga,
sos vos quien me acorta el vuelo
cuando la volada es larga.

Si mi mano te acaricia
cual las trenzas de mi amada
te quedás acurrucada
queriéndome comprender,
¿por qué no te digo nada
si sos mi único querer?

Pialadora de nostalgias
que destrenzás amarguras
cuando en las noches oscuras
sin la luz de las estrellas,
yo me abrazo a tu cintura
para reencontrar la huella.

Huella que sin vos es triste
aunque esté claro el camino
cuántas veces anduvimos
sin madre que nos aguarde,
¡que igualitos los destinos!
Guitarra, no te acobardes.

Luchá como lucho yo
cuando me azota el pampero
o castiga el aguacero
sobre mi arrugada frente,
más fácil luchar senderos
que comprender a la gente.

Vos sí que me comprendés
y nunca me reprochás
si tomo un vaso de más
pa’ soportar un sogazo,
a la pena la maneas
haciéndome bola y lazo.

Sos un jagüel muy profundo
que el que te quiera entender
tendrá, pues, que recorrer
cerros, llanos, diapasón,
para que así pueda ver
madera, que es corazón.

Llora el árbol su amargura
y al hijo que alguien robó
cuando el hacha se clavó
por impulso del hachero,
la verde rama cayó
no sin quejarse primero.

Hasta las hojas se quejan
por la muerte del amigo
pero el tiempo, que es testigo
de lo que el hombre hoy les narra,
me contaron al oído
madera… que hoy sos guitarra.

El árbol se sintió herido
sangra su dolor su rabia
sangre del árbol que es sabia
que alimenta tu raíz,
si te ves hecho guitarra
quizás te sientas feliz.

Entonces serás dichoso
y otros hijos querrás dar
para poder ayudar
con tu madera bizarra,
al hombre que con su afán
madera… te hace guitarra.
                       (Víboras, 19/02/1970)

Versos de Carlos Alejandro Lavigne

No hay comentarios:

Publicar un comentario