lunes, 31 de agosto de 2015

ROMANCE DE JUAN MOREIRA

Yo no soy mejor que nadie,
ni nadie es mejor que yo;
mato porque no me maten
y cumplo una ley de Dios
defendiendo a ley el cuero
y el alma que Él me entregó;
si piensan que esto es muy lindo
les cambeo de profesión.

Desde gurí me enseñaron
que era sagrado el amor,
que el amor está en la china
y la china es el honor.
Que hay que tener una sola:
que es pecado tener dos;
y por creerme todo eso
y defenderlo a facón
me encuentro como me encuentro
y ansina soy lo que soy;
mas mi concencia, aquí adentro,
le dice a mi corazón:
¡Yo no soy mejor que naide,
ni naide es mejor que yo!

El juez pretendió mi “prenda”
por eso me persiguió;
lo demás vino solito,
yo no le di ni un tirón;
toda mi historia se fue
trenzando a mi alrededor<,
tientos de mi propio cuero
y el Destino: trenzador ,
con saliva de la ley
blanqueando en un cedulón
si yo soy gaucho salvaje
¡ellos que serán, mi Dios!
¡Yo no soy mejor que naide,
ni naide es mejor que yo!

No me puce “Juan Moreira”,
yo no nací peleador;
era un hombre como todos,
tranquilo, trabajador;
los demás tienen la culpa
de que sea lo que soy;
los jueces y los alcaldes,
el comisario, el “dotor”;
la ley, que nace derecha
pero la tuerce el mandón;
si ellos no tienen la culpa
tampoco la tengo yo.

Y aquí estoy, soy Juan Moreira,
guapo a la fuerza ¿y de no?,
guapo aunque no tenga ganas,
y asesino y peleador
según dicen los papeles
con razón o sin razón;
soy todo lo que ellos digan,
soy uno que no era yo.
¡A mi me hicieron los hombre
como a otros los hizo Dios!

Sé que tengo mis ventajas
en medio de mi dolor:
que cuando echo pie a tierra
y maneo mi mancarrón,
el camuatí se alborota
y hay una revolución.
Que las mentas de mi nombre
 el brillo de mi facón
derraman luz de coraje
cien leguas en derredor;
que cuando me allego a un baile
saco la china mejor
y la hago temblar de miedo
-miedo mezclado de amor-
cuando le trenzo un “te quiero”
al decir mi relación,
mientras que baja los ojos
granate como un malvón,
y no hay novio que me “chiste”,
padre, ni hermano mayor;
que lo que digo bien dicho
lo digo yo y se acabó.

Se también que al separarme
de la fiesta o la reunión,
no faltan mozas que piensan
que ha de ser lindo y ser flor
cruzar la Pampa cantando
-suave de besos la voz-,
terciada sobre las ancas
de mi pingo escarceador,
mientras la mentan los diarios
y la alumbra la opinión,
o la acaricia sin manos
la guitarra de un cantor;
y todas esas ventajas
más mi fama de matón,
toditas las diera en cambio
-por esta cruz que es de Dios-
por mi mujer y mi rancho,
mis cachorros y mi amor.
¡Si es mucho ser Juan Moreira,
ser Juan Naides es mejor!

Y aquí estoy: ¡hombre sin rumbo,
hombre sin ley y sin Dios!
Estrella de mis “lloronas”
lloran mi ayer y mi hoy
como estrellas apagadas
en rocío de dolor…
¡Y no soy mejor que nadie,
ni nadie es mejor que yo!
                                    (Montevideo 1939)

Versos de Fernán Silva Valdes

viernes, 28 de agosto de 2015

ROMANCE DE DON DOMINGO ASTORGA, COMANDANTE DE LAS ANTIGUAS GUARDIAS NACIONALES

¿Qué se hizo usted, comandante
Domingo Astorga llamado?
¿Por qué pampas, por qué  cerros,
por qué valles y altozanos,
jinete de sombra ambula
de sombras todo emponchado?

Comandante, lo estoy viendo
en Guaymallén, nuestros pagos,
enjuto, moreno, erguido,
como rama de quebracho.
Lo veo aún, comandante,
todo vestido de blanco,
todo de blanco vestido
sobre su negro caballo.

En su rostro de aguilucho
en bronce antiguo volcado,
relampagueaban sus ojos
taladrantes y enigmáticos.

Me acuerdo, mi comandante,
de esos domingos de antaño,
fragantes de rosas nuevas
y musicales de pájaros,
cuando usted, rudo y cenceño,
en su pingo enjaezado,
con sus guardias nacionales
irrumpía en el poblado.

Crenchas hirsutas, peleros
multicolores, barbados
rostros, recios cuchillos,
y boleadoras y lazos,
y usted al frente de todos,
erguido en su traje blanco,
enjuto en su pingo negro
marcial, ceñudo, hierático.

Aun oigo, mi comandante,
sus roncas voces de mando;
aun veo su mano ruda
abriendo el domingo a tajos.

Yo, niño, lo contemplaba
con vivos ojos tamaños,
y hubiera dado mi vida
por ser también su soldado,
por guerrear a sus órdenes
y volver luego a mis pagos
cubiertos de cicatrices
el rostro, el cuerpo y las manos.

¡Comandante, usted no sabe
que hizo soñar a un muchacho
en esos domingos nuestros
con rosas nuevas y pájaros,
con repiques de campanas
y ancho sol sobre los campos!

¿Qué se hizo usted, comandante
Domingo Astorga llamado?

¡Andará usted por los valles
de nuestro cielo cuyano,
todo de blanco vestido
sobre su negro caballo!

¡Por allá, mi comandante,
por allá pienso toparlo
seguido de los reclutas
que lo habrán acompañado!

(San Rafael, Mendoza, 1939)


Versos de Alfredo R. Bufano

lunes, 24 de agosto de 2015

EL VIEJO GALLERO

Después de unos paraísos
a la salida del pueblo,
en una casita rosa
descansa el viejo gallero.
Sus ojos dormidos miran
sin mirar, siempre a lo lejos
un paisaje de trigales,
un moro, sus escarceos,
el vuelo de una perdiz,
la lágrima del lucero
y una nube colorada
entre las manos del vientoi.
¡Adiós, Don Luna! le dicen
mariposas y flamencos.
¡Adiós, Don Luna! los cardos
cimarrones en su duelo.
¡Adiós, Don Luna! la pampa
con su ademán de jilgueros.
Él sigue en su silla parda.
A sus pies dormita un perro.
Los gallos, los roncos gallos
trazan sus arcos de fuego.
Los higos paletas muestran
su corazón dulce y tierno.
Zumban abejas de luz.
Dan su escándalo unos teros.
¡Qué dicen en su alto idioma
los alamitos enhiestos!

La mañana es una rosa
entre linares inmensos.

(San Francisco, Córdoba, 1968)


Versos de Alfredo Vallini

miércoles, 19 de agosto de 2015

EL MALÓN

 Sobre una fragua de arenas
templa la noche su acero.
Chispas de plata se incrustan
en el pectoral del cielo.
Trescientas leguas de costas
tienen los indianos reinos,
y al poniente cordilleras
con catedrales de espejos.

Los ojos del aborigen
van taladrando el desierto,
ya bebió en vaso de arcilla
sangre de cóndor cumbreño.

Viene el malón ranquelino,
poncho, bravura, silencio.
La pampa cómplice presta
su mar de tambores muertos.
Las bocas muerden el grito
madurado pecho adentro;
las raíces del encono
tiñen de negro el desierto.

Allí está el fortín heroico,
guitarra, patria y desvelo,
surco de siembra futura
y una bandera en el viento.
Cañón y clarín de bronce,
bravo sable guerrillero,
y un castellano en la sangre
sabio en cantares y duelos.

Duendes de niebla en los pastos
pintan presagios funestos,
el “cielito” en las guitarras
y el galope en el desierto.

Alta la lanza y el grito
pasa el malón malonero.
La muerte baila en la noche
con un festín de degüello.
Y hasta el arco de la luna
pone en sus flechas veneno
para matar macachines
que en el alba florecieron.

Como un juguete de vidrio
se queda el fortín deshecho.
Sobre los ranchos quemados
el humo reza en silencio.

Ya se vuelven los ranqueles
a sus toldos guanaqueños.
La pampa también galopa
con su tropilla de médanos.
Furia de alcohol y tambores
goza el indio pampa adentro.
Por las cordilleras blancas
la noche esconde su miedo.
Mientras besando su herida
marcha un gaucho fortinero,
soñando batir un día
la maldición del desierto.


Versos de Atahualpa Yupanqui

sábado, 1 de agosto de 2015

GOBIERNO AMERICANO

Dicen que fue un veinticinco                        
Lloviznando amaneció
Y que el sol no apareció                                
Ni siquiera de soslayo                                   
En aquel día de mayo                                
Cuando todo comenzó.                                  
                                                                       
Allí frente del Cabildo    
La gente se fue juntando,                              
Las voces se iban alzando                                     
En tono muy elocuente                                 
Pues pedía aquella gente                                
Saber que estaba pasando.                             
                                                                       
Y se les hizo saber:                                        
Cual era aquel suceso
Y cual sería el proceso                                   
El modo que aconteciera                               
Que ya el Virrey dimitiera                              
Pues el Rey estaba preso.                                
                                                                       
Comerciantes y doctores                                
La mayoría abogados
Hombres todos ilustrados                                                             
Y muy poco  pueblerío
Impusieron su albedrío
Jubilosos y exaltados.

Se armó la primera junta
(Fue la segunda en verdad
Porque con habilidad
El Virrey fue presidente
Y quería aquella gente
Cambiar esa realidad)

Saavedra el moderado
De milicias comandante
Fue el presidente actuante
Moreno, un secretario
Verdadero reaccionario
Una hoguera crepitante.

Paso, el otro secretario
Hombres probos y leales
Mathew, Alberti, vocales
Azcuénaga  y Belgrano
Que a este suelo americano
Ofrecieran sus ideales.

También Castelli y Larrea
De la Junta integrantes
Todos fueron importantes
Tomaron sus decisiones
De acuerdo a sus convicciones
Siendo nuevos gobernantes.

Y de a poco las provincias 
Estos hechos aceptaron
Y muy pronto respiraron
Aires de emancipación
Naciendo esta Nación
Por la que tantos lucharon.

Desde aquél mil ocho diez
Doscientos años pasaron
Pasiones y odios sangraron
Esta tierra americana
¡Que un venturoso mañana
Honre a quienes la forjaron!
                                 (15/05/2010)
Versos de Alberto Zárate
                "El Lujanero"






CON UN SENTIR ARGENTINO

Con estas cuerdas vibrantes
voy trenzando melodías
con valor y con baquía
siempre firme pa’ delante,
como en eso soy constante
pongo todo el corazón,
agradezco la atención
del que con gusto me escucha,
mi ciencia no será mucha
pero es limpia la intención.

Tengo el fogón encendido,
preparao el cimarrón,
del trasfoguero tizón
que se mantiene prendido;
a la rueda le he pedido
sea el que quiera llegar,
yo le sabré entregar
una llamita encendida
agradeciendo a la vida
el don de poder cantar.

He nacido como el viento
en completa libertad
y tengo como heredad
un profundo sentimiento,
por mi tierra un argumento
se enanca en el diapasón
comprendiendo la razón
que me asiste día a día:
el cantar con hidalguía
lo que manda el corazón.

Con sus destellos la luna
pintó mi senda de plata,
en tiempos de serenata
acuñando mi fortuna;
lo que traigo de la cuna
es esencia y es verdad
y buscando claridad
en nochecitas de huellas
el brillo de las estrellas
alumbró mi soledad.

Y así he de llegar a viejo
al tranquito y sin apuro
superando trances duros
y caminos desparejos;
talvez que sea un reflejo
si así lo quiso el destino,
porque en un canto genuino
de patria y tradición
se queda mi corazón
con un sentir argentino.


Versos de Saturnino López Satur

BARRIO DE "LA ESTACIÓN"

BARRIO DE “LA ESTACIÓN”

Si a mi pueblo he saludado
con el cariño de un hijo,
en un verso desprolijo
pero bien intencionado,
hoy le canto alborozado
con todo mi corazón,
al barrio que fue rincón
de mis sanas alegrías,
en aquellos lindos días
cercano a “La Estación”.

La antigua casa “Ruvella”
donde cursé primer grado,
patrimonio de un pasado
que ha ilusionado mi huella.
Va mi recuerdo hacia ella
de cocoa, leche y bizcochos,
desde el año treinta y ocho
esbelta como una dalia,
ejercía “mi señorita Italia”
docencia en la Escuela 8.

Por tu saber soberano
hoy soy un hombre feliz,
mas guardo una cicatriz
en el hueco de mi mano.
Recuerdo que ese verano
en un gesto sin igual,
me llevaste al Hospital
tapando mi travesura,
demostrando tu ternura
hasta mi casa natal.

Barrio activo en su labor
por sus diversos vaivenes
con movimiento de trenes
de máquinas a vapor.
Era un lugar de esplendor
por su gran actividad,
cereales en cantidad
distintas cargas, correo,
era tu andén un paseo
de intensa movilidad.

En las Ferias Ganaderas
era un lujo trabajar,
desde antes del aclarar
andabamo’a las carreras,
pechando vacas, tranqueras,
arriando a pueblos cercanos,
juntarnos con los paisanos
en cantos y guitarreadas,
domas de potro, pialadas…
¡si parecíamos hermanos!

Mi rancho estaba plantado
a la orilla de la villa,
y en mis largas correrías
siempre anduve bien montado.
el amor siempre a mi lado
se albergó en mi corazón,
por eso, de este rincón
alzo mi voz con tu nombre:
gracias a vos me hice hombre
¡Oh, barrio de “La Estación”!

Versos de Miguel Bannon