LOAS A MI SALADILLO
Saladillo,
rural, agropecuario,
donde
labré su tierra en otro tiempo,
donde
el germen vital de la semilla
desde
el surco vital me dio el sustento,
y
me vi congraciado con el fruto
que
generoso colmaba nuestro esfuerzo,
mostrando
con su estiva el contenido
como
un tributo acordado a mi derecho
por
haber germinado en sus entrañas
y
como madre devolvió el sustento.
Fuiste
mi cuna inicial de ruralía
con
esos pingos que tanto los recuerdo,
porque
fueron heroicos camaradas
en
eso de pedirle fruto al suelo;
sin
mediar una queja en sus trajines
se
afirmaban tronquero y cadenero,
con
los bríos del fuerte que se esmera
en
esa bastedad de pampa y cielo,
donde
todo el valor está en la sangre
de
esos baluartes que ponían el pecho.
Evoco
a esa tropilla de labranza
que
fue la envidia de tantos chacareros,
los
que nunca tuvieron mataduras
ni
fueron sometido a sufrimiento,
es
por eso que llevo en mi memoria
la
estampa de esos pingos como acero,
esos
que siendo rudos percherones
con
su prestancia trotaban altaneros,
como
una maravilla universal
retumbaban
sus cascos sobre el suelo.
Me
invade un regocijo sin medida
y
el corazón me late hecho un estruendo,
porque
fluye en mi sangre con más fuerza
cuando
la empuja el don del sentimiento,
y
va colmando aristas de ternura
con
esa placidez de un sueño eterno
que
te hace revivir a cada instante
todo
el amor de su gente y de su suelo,
con
ese encanto que la dicha envuelve
a
los pujantes hijos de este Pueblo.
Versos de Rubén
J. Garaventta