Hieren
la soledad y la pedrada
de
los vientos rompiéndose en sus ojos.
Y la
huella y el cardo y los abrojos
y
tanta oscuridad iluminada.
Duelen
las lluvias y la madrugada,
las
piernas firmes, los estribos flojos,
y
la muerte mordiendo los coscojos
de
su vida marrón y desgastada.
Pero
siempre adelante y adelante,
punta
de la paciencia, desafiante
de
la fatalidad y la negrura.
Los
caminos lo punzan y él los sienten
en
el tranco, en la boca, en la herradura
y
en el lucero que pialó en su frente.
Versos
de Gustavo
García Saraví
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