(Un
valiente al que estamos esperando)
Al
vencer el horizonte
la
claridá de la luna
sobre
la pampa cebruna
gana
un vocerío el monte.
Hasta
que un hombre desmonte
no
cesa el murmuyo aquél,
y
en el silencio más fiel
queda
la impresión inmersa
que
una misteriosa juerza
se
detuvo junto a él.
Se
para en los albardones,
a
oriya de la laguna
donde
su toldo fue cuna
de
penosas conclusiones,
donde
junto a sus varones
se
unieron en parlamento,
y
los rumores del viento
tráin
del oleaje jadeante
un
malón agonizante
pero
jamás un lamento!
Es
su raza dolorida
que’l
yamao le manifiesta
soñadora
de una gesta
tristemente
destruida.
Renacerá
en las heridas
de
lamentables escenas,
hueya
que no me es ajena
¡más
ayá de lo qu’he escrito!
Esa
injusticia es un grito
que
me corre por las venas.
¿Por
dónde estarás Pincén?
¿Cuál
será el lugar glorioso
que
en un eterno reposo
tus
vanos restos estén?
Es,
cacique, tu desdén,
tu
coraje, tu pujanza,
tus
boliadoras, tu lanza:
un
emblema soberano.
¡Volvé
a tus pampas, hermano,
que
con tus restos alcanza!
Versos de Julio H. Mariano