La
noche le puso al viento
negro
chiripá de gaucho.
Un
par de estrellas cayeron
rodando
sobre los pastos.
Y así,
con magia de Pampa,
de
galopes desatados,
de
arroyo, gramilla, trébol
y
dura gracia de cardo,
mirando
la Cruz del Sur
nació
el Malambo.
Espuelas
de plata pura
con
más cantos que un verano.
Espuelas
llenas de pinchos
terror
de los potros bravos.
Espuelas
de fierro dulce
del
que nunca tuvo rancho.
Todas,
siquiera una vez
en
un domingo paisano
rayaron
los patios criollos
Malambeando.
¿Qué es
la espuela? Es una estrella
copiando
el sonido exacto
de
los galopes tendidos
a
lo largo y a lo ancho.
O galopeando
en silencio
cuando
el caballo va al tranco
sin
apuro, en un regreso
sin
por qué, dónde, ni cuándo.
¿Qué
es la espuela? Luz de luna
que
una vez se hizo pedazos
por
besar una guitarra
que
entre las manos de un gaucho
se
durmió en un solo ritmo,
Malambeando…
La
guitarra suena, suena.
De
su brocal embrujado
salen
los tonos precisos
en
tres acordes rasgueados.
¡Sírvase
algo el guitarrero,
y
siga con el Malambo!
Un
forastero se allega
y
prudente se abre paso:
si
me permite la gente
voy
a pedir un barato.
¡Yo
soy de Saldungaray,
y
cuando estoy mudanceando
bailo
mirando de frente,
mientras
tengo preparado
mi
caballo, rienda arriba,
y
el poncho envuelto en el brazo!
En
las guitarras del sur
la
pampa está malambeando,
con
viento, arroyo y estrella,
con
cardo, gramilla y árbol.
Con
sus eneros quemantes
y
sus junios escarchados.
Y con
las huellas tendidas
a
lo largo y a lo ancho.
Rancho,
estancia y pulpería,
¡allá
van, de pago en pago
las
guitarras de la Pampa,
Malambeando…!
Sobre
las criollas vihuelas,
galopando,
galopando
la
Pampa, llegó a la fiesta:
“¡Güenas tardes, amigasos!
Con su permiso, señores,
ponga una güelta. Yo pago.
¡A la salú de la moza!
¡Guitarrero, cántese algo!”
La
Pampa bebió ginebra
y
habló de potros y pastos,
de
bueyes y carretones,
de
cañadones y vados.
Habló
de lanzas y ponchos,
de
rodeos y de lazos.
¡Y
ajustándose el barbijo
como
pa’ montar un bravo,
se
metió en los corazones
Malambeando!
El
Malambo es el guardián
de
una tropilla de cantos
que
andan por la tierra nuestra
marcaos,
y siempre orejanos.
¡No
morirán las vidalas,
las
chacareras ni el gato,
ni
la huella, ni la zamba,
los
estilos ni los huainos,
mientras
retumbe la tierra
en
los domingos del campo,
y
se haga astillas un criollo
malambeando!
¡Malambeando!
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