viernes, 22 de noviembre de 2013

EL REMATE

Falta el aire y sobran moscas,
este domingo de enero.

El sol fríe las chicharras…
duerme un matungo azulejo…

Algunos pollos con árganas
están de picos abiertos.

En los charquitos de sombra
hay unas guachas bebiendo.

Por los caminos calientes
pasa la siesta en su lerdo.

Ojos azules de cardos
curiosean desde lejos,
y asoman por las goteras
ojos azules de cielo…
Todo es dulce de tan pobre…!

Frente al rancho de estantéo
que anda con los cuatros codos
desilachados de tiempo,
subasta un rematador
las pilchas de un criollo viejo.

Hay muchos interesados;
son vecinos todos ellos,
muchachos que hast’hace poco,
lo llamaban: el agüelo.

Recostao en el palenque
los mira tristón el viejo:
han ido a comprar barato
cosas que no tienen precio…
Y piensa con amargura:
Ya no da criollos el tiempo…!

“-¿Qué vale este par de espuelas?”
Y las rodajas de fierro,
son como dos lagrimones
que llorasen por su dueño.
Con ellas salió a ganar,
hace ya muchos inviernos,
la novia en un bagual blanco;
la vida en un bagual negro.

Los mozos sube la oferta:
“-Doy diez, quince, veinte pesos!”,
disputan como caranchos
el corazón del agüelo.
Al escucharles, se pone
rojo de vergüenza el ceibo.

“-Son suyas las nazarenas”
dice a uno el martillero.
Le han vendido las lloronas
hoy, por desgracia! Hoy, tan luego
que en el palenque, la vida
ató su bagual más negro…
y piensa con amargura:
Ya no da criollos el tiempo…!

Sacan a la venta un poncho
donde garúan los flecos,
para mojarle los ojos
al que se lo lleve puesto.
Tiene la boca surcida
y lo gastó tanto el viento,
que al trasluz del calamaco
se ve la historia del dueño…
Guampas, chuzas y facones
lo cribaron de agujeros…
pero su filosofía
siempre le puso remiendos:
de día con un celeste;
de noche, con un lucero.
“-Yo pago por esa pilcha
toda la plata que tengo!
-Subo una onza la oferta!
-Si no hay quien de más, lo quemo!”

Entonces cái el martillo
en lo duro del silencio…
Un joven se lleva el poncho.
Y allí cerca, el gaucho viejo
está temblando de frío
en una tarde de Enero,
y piensa con amargura:
Ya no da criollos el tiempo…!

Así pierde en la bajada
lo que ganó en el repecho:
una a una, las ovejas;
pilcha por pilcha, el apero…

Quisiera salvar del lote
su mancarrón azulejo,
pa’ que lo agarre la noche
en un caballo estrellero.
No tiene más que uno… Y ése
se lo quema el Martillero!

Allí termina el remate.
Cobró su cuenta el pulpero.
Aura sí: al verlo de a pie
tan amargao, tan deshecho,
todos los rumbos arrollan
los lazos de los senderos
y son cuatro pialadores
que están esperando al viejo:
en cuanto quiera salir
lo van a dar contra el suelo!

Entonces, aquellos mozos,
se acercan a defenderlo
y el más ladino le dice
entre temblón y risueño:
“-Todos compramos sus pilchas,
pa’ salváraselas, agüelo.
Aquí tiene sus espuelas…
Aquí tiene su azulejo…”
Uno le trái en los brazos
igual que un niño, el apero
y entro le entibia las manos
con aquel poncho de flecos…
Porque sigue dando criollos,
¡muy lindos criollos, el tiempo!

Versos de Yamandú Rodríguez
                        (Uruguayo)

2 comentarios:

  1. Y otro le entibia las manos/con aquel poncho de flecos/y otro que no compro nada/le estampo en la frente un beso/porque sigue dando criollos/¡muy lindos criollos el tiempo!

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  2. Esa versión no figura en ningún libro de Yamandú; está la 'leyenda' de Víctor Velázques que lo dice...

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