viernes, 6 de diciembre de 2013

LA NAZARENA

Lauro era rubio y ágil como el puma.
Se lo dieron a mama. Lo crió ella.
Los dos usamos una sola cuna.
Los dos juimos en ancas a la escuela,
nos arrastró a los dos una divisa,
nos balaba a los dos una querencia…
y el día que el amor nos puso alas
nos chamuscamos en la misma estrella!

Eramos carne y cuero, Cruz y Fierro:
un poncho, un mate amargo, una estribera…
Amigos! esas dos manos que junta
pa’ rezar un bendito, la cumbrera;
el ñudo potriador de dos varones
que cuanto mas lo estiran, más se aprieta!

Pero el diablo no quiere cosas puras
y nos enamoramos de una prienda
que tenía los ojos pestañudos
y dentradores como dos espuelas.
Lauro la llamó Rosa
y yo, la Nazarena.

Me la quiso dejar, salió una noche…
Se la quise dejar, gané la ausencia…
Y no se pudo; peludió la yunta
en el tembladeral de su tranquera!
Nacidos pa’ querer a dos orgullos,
dentramos a sufrir con dos bicheras
y ansí se nos enanca un odio viejo,
un odio de venao y de crucera.

No lo pude peliar; mama vivía,
y éramos uno pa’ esa criolla vieja…
Sonréibamos los dos, mascando fuego,
Ataos, codo con codo, a la prudencia.
Por el “Puma” y por mi, gruñe el amargo…

Un día se nos arde la pacencia:
hay un “venite!”, un revoliar de ponchos,
un rechinar de filos, una trenza…!
Se nos cruza mi madre y con su llanto,
nos apagó la brasa de las crestas.

Después salimos con divisa y lanza;
porque pa’ suerte, reventó la guerra.
Vamos a jugar a cara o cruz la vida,
en la primer pelea:
uno se ha de quedar con los caranchos
y otro con Nazarena.

En las noches azules de sereno,
Lauro no duerme por pensar en ella
y yo, sobre el recao lleno de abrojos,
voy pitando hasta el pucho, la pacencia …
Un: “Carguen!” nos sacó del purgatorio
a púa y a clarín, lanza y sotera.
Yo deseo su muerte y él mi muerte.
Y zambullimos en la polvareda…
Volvimos unos pocos esa noche;
pero el “Puma” está allí, no duerme, piensa,
mientras yo en el recao no enriedo el sueño
por más que sigo dando güelta y güelta.

Y una tarde, nos sacan en redota,
con los pingos charquiaos por las paletas.
Vienen cerquita, errándonos trabuco.
Apuran, nos alcanzan, revolean…
y los tres puños de las boleadoras
zumban en el carpido de las güeyas.

En eso rueda un flete: es el del “Puma”.
Cae parao. Pa’ morir. Ni me doy güelta!
Por fin, se va a quedar con los caranchos
y yo, con Nazarena…!
No se pudo! Algo toro, algo que sale
del pecho de mi madre o de mi tierra,
me hace sentar el flete en los garrones
y hundirlo en la tormenta!
Golví  pa’ cáir con él, en Cruz y Fierro,
pa’ salir enancaos en una décima,
pa’ mirar en los ojos a la gaucha
que rezó por los dos en mi tapera!
Y lo saqué nomás!

Callaos y tristes
nos vamos acercando a la tranquera
de la mujer que Lauro llamó Rosa
y yo, la Nazarena.
Allí el “Puma” me dijo de a caballo,
cuasi al cerrar el alma y las espuelas:
“-Yo sigo con la vida que me diste;
vos casate con ella.

Versos de Yamandú Rodríguez
                         (uruguayo)

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