Señor
de airón con divisa
y
estandarte medieval
en
castillo con almenas
y
torre de homenajear,
y
con pátinas de siglos
sobre
el arco del portal,
marcando
cuatro cuarteles
el
escudo familiar…
Patrón
de estancia en la pampa,
fogón
y puerta imparcial
donde
a nadie se pregunta
quién
es, ni hacia dónde va…
Patrón
de estancia con foso
y
mangrullo para otear
y
con su marca estampada
sobre
el arco del portal…
Señor
de mano pulida
luciendo
en el anular
la
sortija hereditaria
de
reyecía feudal…
Mano
de hombre de a caballo
la
que saluda cordial,
la
manija del rebenque
suspendida
en el pulgar.
Jinete
de sangre pura
galopando
en Hyde Park,
o
resero de novillos
sobre
su criollo alazán,
desde
el chambergo a la espuela
y
de la espuela al pretal,
prestancia
de señorío
y
arrogancia gaucha al par.
Bien
haya tu pecho amigo
que
también supo acordar
guitarra
de payadores
con
los gaiteros del “clan”,
el
“kilt” de los escoceses
y
el flotante chiripá,
el
“che” de la tierra nuestra
con
el Mac de los Highlands…
bien
haya tu nombre hermano,
que
grabado debe estar
en
algún mate de plata
o
en la hoja de un puñal…
O
bien tu golilla blanca
con
la discreta inicial
de
quien lo bordó en realce
“nunca
te podré olvidar”…
Y
así como allá en la pampa,
tras
el duro trajinar
descansabas
en tu poncho,
tendido
en el gramillar,
tal
quisiste Don Roberto,
dormir
en la eternidad,
reclinada
tu cabeza
en
tu poncho balandrán…
Patrón
del castillo Ardoch,
tropero
de sangre real,
príncipe
de poncho al viento
y
el redomón alazán…
Sobre
tu tumba en Escocia,
no
me habría de asombrar
que
hiciera nido un hornero
y
que cantara un zorzal…
Versos
de Bartolomé
Gutiérrez
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